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Temerosos de Dios

 Hoy, domingo de la Sagrada Familia, escuchamos el relato de la promesa de Dios a Abraham (Gen 15, 1-6; 21, 1-3), el elogio que hace la Sagrada Escritura de la fe de Abraham (Heb 11, 8. 11-12. 17-19) y finalmente, escuchamos en el Evangelio el relato de la presentación del Señor en el Templo, con la hermosísima oración de Simeón (Lc 2, 22-40). Abraham, José y María tienen algo en común: son temerosos de Dios. El temor de Dios es un don del Espíritu Santo y una virtud del cristiano que muestra delicadeza en el trato con el Señor porque lo reconoce como el Ser Superior (el Altísimo). El temeroso de Dios se muestra dispuesto a cumplir su voluntad no por miedo al castigo sino porque es consciente de que todo viene de Él: la gracia, la fortaleza, el perdón… Nuestras familias no son perfectas. Son las familias que son. Tienen sus virtudes, sus fortalezas, sus defectos y debilidades. El fiel de esta época tiene una pesada carga psicológica al intentar comparar su propia familia con modelos de

La Voluntad de Dios no es siempre como la pensamos

  Hoy, último domingo del tiempo de adviento, coincide con la víspera de Navidad. Y el relato del Evangelio nos presenta hoy la escena de la Anunciación (Lc 1, 26-38). En la primera lectura, escuchamos el mandato del Señor a Natán para que anuncie a David que no será él quien le construya un Templo, sino su hijo. Y le promete, además, que su trono será estable eternamente (2 Sam 7, 16). Dios le hace saber al profeta Natán que se había equivocado al decirle a David que estaba haciendo la voluntad de Dios. Nosotros sabemos que Cristo Jesús es el cumplimiento de la promesa que Yahweh hizo a David. Los líderes de Israel de entonces no pensaban igual. Porque el querer de Dios no es siempre como nos imaginamos o pensamos. Seguramente, los líderes esperaban que su nacimiento fuese anunciado con fastuosidad y se hubiesen presentado los potentados de la época. Pero la decisión de Dios fue otra: un ángel le dice a una joven en Nazareth. Probablemente, esperaban que su nacimiento fuese el e

ÉL ES FIEL Y CUMPLIRÁ SU PROMESA

  En el camino del Adviento, este tercer domingo vuelve a presentarnos la figura de Juan el Bautista, a quien acudían los del pueblo al oír el mensaje de conversión que predicaba. En eso, se acercan los sabios del Pueblo de Israel para preguntarle si era el Mesías. Y su respuesta fue directa: no lo soy (Jn 1, 6-8. 19-28). También la segunda lectura (1Tes 5, 16-24) nos invita a estar alegres en medio de la adversidad, sin dejar que las circunstancias puedan arruinar nuestra relación con Jesús. Y siempre cabe la pregunta: ¿Cómo es posible estar alegres cuando no estamos bien, cuando la situación está “apretada”? Y a los que vivimos en la Diócesis de La Guaira pueden venirnos a la memoria 24 años atrás cuando muchos de nuestros hermanos quedaron sepultados o arrastrados por la corriente. ¿Es posible estar alegre? Hay diferentes maneras de entender la alegría, pero solo una de ellas es la verdadera. Hay quien se burla de todo y hace guasa de todo: esos no es alegría, solo usan la burla

Como Juan El Bautista

 El Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Mc 1, 1-8) nos presenta la figura de Juan el Bautista. Es conocido por nosotros que es el precursor de nuestro Señor Jesucristo. Su misión es preparar el corazón del pueblo para que puedan aceptar al Mesías que se hará presente en medio de ellos y, al mismo tiempo, señalar al pueblo al Elegido. Y eso hizo. Con este pasaje del Evangelio, la Iglesia quiere proponernos como un punto de reflexión para este adviento el saber orientar nuestra vida a Cristo. Y resulta necesaria esa llamada de atención porque, como hemos reflexionado la semana pasada, es fácil distraerse. Sin Cristo Jesús, la Navidad pierde todo su sentido. El no perder de vista el fundamento y origen de nuestra fe y lo fundamental de la Navidad no es sólo un trabajo personal que mire solo la fortalecer nuestra espiritualidad. Es también una misión a la que nos llama Cristo Jesús y la Iglesia: Anunciar a los demás a Cristo Jesús, como Juan el Bautista. Desde hace bastantes años, la I

¡Actívate!

 Estamos al inicio del tiempo de Adviento. Este tiempo la Iglesia lo dedica a preparar el nacimiento del Señor. Así que lo que define este tiempo es nuestra fe en Cristo Jesús que “ por nosotros y por nuestra salvación, se hizo hombre ”. No está de más recordar el peligro al que estamos expuestos. Por razones de tipo económico, se promueve un modo de vivir externo, con personajes inventados, y cuya única intención, además del mercantilismo, es hacernos olvidar del verdadero significado de la Navidad: el nacimiento del Salvador. Entonces todo creyente está expuesto a la tentación de olvidarse de que Jesucristo para centrarse en otras actividades. Ésta es tal vez una de las razones por las que las lecturas de la Santa Misa de hoy, entre otras cosas, nos invitan a estar atentos. Es muy fácil distraerse. La Iglesia en este tiempo quiere proponernos para nuestra reflexión la venida de Cristo. Ya nuestro Señor Jesucristo vino por primera vez, y es lo que celebraremos en Navidad. Pero también

Él es el Rey

 Hoy toda la Iglesia celebra la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. Siendo este el último domingo del tiempo ordinario, la Iglesia quiere que recordemos que al final de los tiempos Cristo Jesús vendrá como rey eterno y juzgará a todas las naciones, como escuchamos en el pasaje del Evangelio de hoy (Mt 25, 31-46). Al final de los tiempos su reinado será definitivo. Pero ¿Jesucristo es rey ahora mismo? ¿De verdad nuestro Señor Jesucristo manda en este mundo? El punto de partida de toda reflexión debe ser este: El reinado de Jesucristo en este mundo no es como el de estos reinos de la Tierra (Jn 18, 36). La casi totalidad de los reinos de este mundo se mueven por intereses particulares y sociales y se sirven del uso legal de la violencia para hacer que los ciudadanos obedezcan las leyes y demás órdenes. Pero en el caso del reinado de Cristo Jesús no es así. El reinado de Cristo es un reinado voluntario se adhieren a él los que quieren. Para ello deben reconocer a Cris

¿Qué podemos aprender de la parábola de los talentos?

  El talento era una unidad monetaria que se usaba en la antigüedad. No era una moneda, sino que era una medida para indicar un número de monedas o su equivalente en plata. Un talento equivalía a unos 32 kilos de plata o al salario de 17 años de trabajo. Todavía hoy sería bastante dinero. El uso de este término por parte del Señor en el Evangelio ha introducido un significado nuevo en el idioma: cuando hoy se habla de talento se refiere a las capacidades que muestra una persona para desarrollar una determinada actividad. Ésta es la razón por la cual cuando escuchamos a un joven cantando decimos que tiene talento, o cuando alguien posee destrezas para resolver ciertas situaciones se dice que tiene un talento especial. De este pasaje del Evangelio de Jesús (Mt 25, 14-30) nos deben quedar claros algunos puntos: 1) Todos –quien más, quien menos– hemos recibido del Señor algunos talentos. Que otros no lo sepan o no lo valoren no tiene nada que ver. Es suficiente que lo sepamos nosotro

Saber mirar al final del camino

 Es algo coherente afirmar que no hay que perder de vista el objetivo. Y también es cierto que equivocar el objetivo es algo perjudicial porque nos hace perder tiempo y energías. Y en las lecturas de la Misa de hoy, Dios y la Iglesia nos piden que sepamos poner nuestra voluntad en el final del camino de nuestra vida. Muy por el contrario de lo que pueda pensarse, el final del camino no es el momento de morir, como lo escuchamos en la segunda lectura: s i creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él (1Tes 4, 14) El objetivo final de nuestra vida es la vida eterna. El momento definitivo ocurrirá con la segunda venida de Cristo, pero en la biografía personal puede ocurrir antes, cuando el Señor nos llame a su presencia. Sea uno u otro, es un encuentro definitivo con Cristo Jesús. El gran peligro entonces es que no estemos preparados para ese momento. Y eso puede ocurrir porque nos distrajimos en cosas pasajeras

No a la doctrina de hombres

  Ha sido una tentación muy frecuente en la historia de la Iglesia querer tergiversar el mensaje del Señor en favor de una posición personal. Lo era ya en la época de Nuestro Señor y lamentablemente también lo es en nuestra época actual. Desde muy temprano en Israel aparecieron diferentes maestros que trataban de interpretar el mensaje que el Señor había dejado en la Escritura. Los seguidores de esas escuelas, en lugar de seguir el mismo espíritu de sus maestros, convirtieron sus opiniones personales en una suerte de bastión. Entonces comenzaron a aparecer las diversas facciones. Había los seguidores del maestro X como también seguidores del maestro Z. Por supuesto, eran rivales. El asunto no terminó allí. Ya en la época de Nuestro Señor Jesucristo se convirtió en una práctica común el que los determinados seguidores de una facción se arrogaban para sí una superioridad moral con respecto al resto del pueblo. Ellos se autorreferenciaban como modelo para todo el pueblo de Israel. Ent

La guía segura

  Desde siempre ha sido una pregunta fundamental en la vida del hombre como ser social: ¿Qué es lo correcto? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es malo? No siempre ha habido una respuesta única. En algunos momentos de la historia (como en el tiempo presente) la bondad o maldad de una acción era calificada según una determinada ideología. Los filósofos de la antigüedad y muchos en el tiempo presente han llegado a la conclusión que no puede ponerse el criterio de bondad o maldad según una determinada ideología, sino que hay que acudir a criterios mucho más objetivos. Con la revelación Dios nos ahorra incertezas e indecisiones cuando nos manifiesta las claves para saber cuando una acción es buena y cuando una acción es mala. Ese gesto del Señor no es vano. La dinámica de la vida puede hacer que en un determinado momento una persona o un grupo de personas considere que hay una mayor bondad o maldad en otro tipo de acciones. Entonces pueden surgir dudas. Y las dudas son normales porque no tenemos todas

No podemos engañar a Cristo Jesús

  El pasaje del Evangelio que nos presenta la Santa Misa de hoy (Mt 22,15-21) nos enseña uno de los atributos principales de nuestro Señor Jesucristo. No es otra cosa que el poder que Él tiene para conocer las intenciones del corazón. Por eso es imposible engañarle Nosotros los hombres podemos juzgar según las apariencias, pero el Señor mira más allá: ve el corazón (1Sam 16,7). Por eso nuestro Señor Jesucristo no se deja convencer con las lisonjas que le presentan los partidarios del Rey Herodes. El Maestro descubre que ellos no quieren saber la verdad, sino que le están tendiendo una trampa proponiendo una pregunta capciosa sólo para encontrar algo con qué condenarlo. Eso es un defecto bastante común en nuestra época: las personas suelen oír para contestar y no escuchar para comprender. Eso trae como resultado el que se vayan creando bandos con trincheras ideológicas. Cristo Jesús, Dios sabio, aprovecha cualquier ocasión para enseñar. A los emisarios de los herodianos y fariseos

La fortaleza que da la confianza

 Si hay una experiencia que se ha globalizado en los últimos años es la experiencia de la adversidad. Desde el año 2020 la humanidad ha ido experimentando una serie de variables que han hecho que el grueso de los seres humanos se haya visto en una situación que no podía prever. La pandemia y las consecuencias económicas que trajo, hizo que muchísimas personas quedaran sin su medio de sustento. Y a eso podríamos ir sumando otras causas, la última de ellas son las guerras. Hay países que, por diversos motivos entre ellos el político, están pasando una situación de necesidad permanente que ha generado unas grandes olas de emigración. Las personas que emigran sienten muy de cerca el peso de la soledad y la angustia de la incertidumbre. El hecho es que un grandísimo porcentaje ha tenido que experimentar la penuria, la carestía, la incertidumbre y la adversidad. Todas esas experiencias pueden causar que el alma pierda la paz y que los fieles hijos de Dios se desanimen. Muy por el contrario d

No se inquieten por nada

  No cabe duda que las lecturas de este domingo están dirigidas a explicar una imagen frecuente en la Sagrada Escritura: la viña. Esta imagen era usada con frecuencia para referirse al pueblo de Dios. Imagen que queda muy clara en la primera lectura y en el salmo responsorial. En el Evangelio (Mt 21, 33-43) Nuestro Señor Jesucristo se sirve de esa imagen para hacer saber a los sumos sacerdotes y a los ancianos de Israel que por no haber sido fieles a la misión que Dios les había encomendado ellos ya no serían la guía del pueblo. Dios ha destinado que serán otros quiénes guiarán al pueblo de Dios, es decir, harán efectivo el reinado de Cristo. Sin embargo, quiero distraer tu atención sobre unos detalles accesorios del relato del Evangelio y que nos pueden ayudar en nuestro día a día. El pasaje del Evangelio comienza diciendo que el Señor se dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Nuestro señor Jesucristo se estaba dirigiendo a los líderes religiosos y también político

Los hechos son mas elocuentes...

 Seguramente habremos escuchado más de una vez decir una frase similar a esta: “un gesto dice más que mil palabras”. No deja de ser cierto en un aspecto bastante común de nuestra experiencia. Y efectivamente los hechos son mucho más elocuentes que las palabras Tristemente nuestra sociedad moderna ha comenzado a distorsionar la percepción de lo verdadero, llevado tal vez por el mal ejemplo de los políticos y, sin duda, por el papel que juegan las redes sociales. El principal criterio para aceptar algo como verdadero es si alguien quiere que eso sea verdad. De esta manera comienzan a extenderse las noticias falsas: hay personas que quieren que eso que es falso sea verdadero y lo aceptan como tal. No importa si se gasta un mar de tinta: La realidad no cambia sólo porque alguien lo diga o porque alguien quiera imponer una mentira. En las lecturas que escuchamos en nuestra Santa Misa de hoy escuchamos un reclamo que hace Dios Nuestro Señor precisamente porque se afirma algo que no es verdad

Los que son fieles recibirán el mismo premio

  El Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Mt 20, 1-16a) nos presenta una parábola del Maestro en la que trata de dejar un mensaje que particularmente hoy resulta bastante difícil de comprender. No es porque el Señor no sea claro sino porque el contexto social en el que vivimos hace difícil su comprensión. Tengamos presente unas claves para poder interpretar de manera adecuada este pasaje del Evangelio. Cristo Jesús pone el contexto de la parábola: el Reino de los cielos. Como sabemos bien el reinado de los cielos no es otra cosa que aceptar a Jesucristo como Salvador y como Señor y tener el propósito firme de vivir según las enseñanzas de Cristo. Pertenecer al reino o aceptar a Jesucristo va precedido de una llamada que el Señor hace personalmente. Esa llamada puede ocurrir en cualquier etapa de nuestra vida: en la niñez, en la adolescencia, en la edad adulta o incluso cuando se es adulto mayor. Siempre es el momento oportuno para responder al llamado que Dios nos hace. Esa es

Lo grande que es perdonar

 Si hubiese escrito “lo difícil que es perdonar” podríamos haber hecho también otra gran reflexión. Pero en esta ocasión, las lecturas nos invitan a poner en práctica el perdón como un medio de liberación personal y como una manera de cumplir la voluntad de Dios. Cuando una persona guarda rencor u odio contra alguien, carga consigo un veneno mortal para el alma. Es una cosa abominable, como escuchamos en la primera lectura de Nuestra Santa Misa (Sir 27, 33-28, 9). Efectivamente, el ser humano no fue hecho para guardar rencor sino para amar. Y cualquier cosa que no suponga acercarnos a ese ideal, resulta dañino y nocivo para el hombre, no sólo en la vida espiritual sino también en la vida corporal. La parábola que escuchamos en el Evangelio de nuestra Santa Misa (Mt 18, 21-35) es un ejemplo que el Maestro nos pone para que consideremos algo que repetimos muchísimas veces a lo largo de nuestra vida: cada vez que rezamos el Padre Nuestro le decimos al Padre que perdone nuestros pecados de

Corregir es una forma de amar

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy tienen un claro denominador común: la corrección fraterna. Corregir a un hermano, un hijo, un pariente, un compañero… es una forma de amar al prójimo. Ya hemos dicho en otras oportunidades que amar no es otra cosa que buscar el bien del otro. Si yo amo a una persona, entonces procuraré el mayor bien posible para ella. No hay otra manera de entender el amor en el sentido bíblico. Es por eso que el Señor enseña que no hay amor más grande que dar la vida por otro (Jn 15, 13): y Nuestro Señor Jesucristo dio su vida para que nosotros pudiéramos ser felices eternamente. Los evangelios lo dicen de manera clara: Jesucristo nos amó a este extremo (Jn 13, 1). Una forma de procurar el amor por el prójimo es ayudarles a que se aparten del mal. Hacer que una persona se aparte de una mala conducta ya es procurarle el bien. Es por eso que en la primera lectura de nuestra Santa Misa (Ez 33, 7-9) el Señor advierte al profeta que es Él quién manda a corregir y

Nunca es una buena idea...

 Las lecturas de nuestra Santa Misa tienen mucha riqueza de contenido. Quiero compartir uno especial, que supone una alerta sobre nuestro trato con el mundo. Naturalmente, nuestra relación con las cosas materiales es más fuerte que con las cosas espirituales. La relación con Jesucristo requiere un esfuerzo particular porque implica poner lo material en un segundo plano. Y eso no siempre es fácil. Nuestra naturaleza humana es débil no solo por lo que refiere a la fuerza física, sino sobre todo por lo que tiene que ver con la fuerza de la voluntad. Normalmente nos dejamos llevar por la ley del mínimo esfuerzo: tendemos a hacer lo que menos trabajo requiera. Y es en este punto donde las tendencias humanas chocan con el proyecto personal que Cristo quiere para con cada uno de nosotros. Seguir a Cristo requiere esfuerzo y el Señor lo deja claro: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga (Mt 16, 24). Entonces, puede ocurrir que el creyente trate de rec

La respuesta es tuya

  Este domingo, las lecturas de la Santa Misa quiere presentarnos la voluntad de Cristo de dejar a Pedro como líder de la comunidad de creyentes. De ahí el simbolismo de las llaves que escuchamos en la primera lectura (Is 22, 19-23) y en el Evangelio (Mt 16, 13-20). En el relato del Evangelio nos presenta una situación que nos debe llevar a la reflexión. El Maestro hace una pregunta genérica y de fácil respuesta: “ ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? ”. Después de escuchar lo que dicen otros, el Señor pasa a la pregunta personal: “ Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? ”. Nuestra respuesta va a depender de como nosotros comprendamos a Nuestro Señor Jesucristo. Y esa respuesta es importante: de cómo respondamos va a depender nuestra actitud hacia Él. Si es un personaje importante (como un prócer), si es un maestro filosófico (como Aristóteles, Kant o Hegel) o espiritual, o también, en definitiva, como el Dios Salvador. Nuestra respuesta va a marcar nuestra vida y relació

Hay lugar para todos

 Hace poco en la Jornada Mundial de la Juventud, en Lisboa, el Papa dijo e hizo repetir a los jóvenes allí reunidos que en la Iglesia hay lugar para todos. Eso siempre ha sido verdad y nadie puede decir lo contrario. Desde los inicios de la vida de la Iglesia se hizo manifiesta la certeza de que el llamado de Dios a la salvación estaba dirigido a todos. Ya no se hacía distinción entre los que habían sido circuncidados y los que proveían de otras naciones. En el primer Concilio de la Iglesia, los Apóstoles declararon que Dios no hizo ninguna diferencia entre judíos y no judíos, puesto que el corazón se purifica por la fe y la salvación de Jesucristo es también para ellos (Hech 15, 7 – 11). Es importante reconocer que desde hace bastante tiempo se ha introducido en realidad de la Iglesia y en la mentalidad de los creyentes un concepto equivocado de la misión de la Iglesia en el mundo. No es difícil reconocer que muchísimas personas creen que para asistir a una actividad religiosa hay que

Tranquilícense y no teman

 Un relato muy edificante que puede ayudarnos a comprender mejor el pasaje del Evangelio que escuchamos en nuestra Santa Misa de hoy (Mt 14, 22-33). Se trata de un niño que iba en un avión. En pleno vuelo, apareció la señal de ponerse el cinturón de seguridad y, segundos después, el avión entró en zona de turbulencia. Los pasajeros entraron en estado de pánico excepto el niño que se mostraba bastante tranquilo. Pasada la turbulencia, el pasajero que estaba al lado del niño, al notar su tranquilidad, le preguntó si no había sentido miedo a lo que el niño respondió serenamente: “ no ”. El pasajero, maravillado por esa respuesta, le preguntó la razón por la cual no había sentido miedo y la respuesta del niño fue demoledora: “ Porque mi papá es el piloto de este avión ”. Es seguro que a lo largo de nuestra vida vamos a experimentar momentos muy difíciles que pueden hacernos zozobrar. Sin duda alguna es una respuesta muy natural. Pero los discípulos de Cristo Jesús tenemos unas motivaciones

Tiempo de calidad

  En los últimos años nuestra sociedad ha ido avanzando en un sentido bastante tóxico: Se tiene cada vez menos paciencia, la jornada transcurre con ritmos vertiginosos, la productividad empuja a las personas a vivir en una constante ansiedad. Muchas personas no tienen la fortaleza de espíritu para enfrentar situaciones difíciles y entonces asumen la conducta de evasión: se hunden en las adicciones, en las redes sociales y en otras cosas. Esta manera de vivir ha hecho que se deterioren las relaciones humanas y familiares. De hecho, resulta alarmante los llamados cada vez más frecuentes a dejar los aparatos electrónicos a un lado para privilegiar las relaciones personales. La solución que suelen dar a los expertos en la conducta humana se traduce en lo que llaman tiempo de calidad . Esto no sería otra cosa que dar atención consiente de nuestros afectos, sean parejas, hijos, padres o amigos. En otras palabras, reservar intencionalmente el tiempo y nuestros recursos para demostrarles a esa

PERTENECER AL REINO DE DIOS ES FRUTO DEL DISCERNIMIENTO

 Este domingo continuamos escuchando las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo en las que quiere que todos nosotros podamos entender qué cosa es el Reino de Dios (Mt 13, 44-52). Hoy escuchamos cuatro imágenes: a) un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo y que compra el campo. b) Un conocedor de perlas finas que encuentra una muy valiosa y la compra. c) Un pescador que lanza las redes y luego se pone a distinguir los peces buenos de los malos. d) Finalmente, un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas. Todos estos ejemplos que pone el Maestro tienen en común el que la decisión valiente de esos hombres es fruto del conocimiento y de una valoración personal. El hombre que encuentra el tesoro en un campo estima que vale la pena dejar todo lo que tiene para adquirir ese campo con el tesoro. El vendedor de perlas estima que la que ha encontrado es tan valiosa que vale la pena sacrificar todo para adquirirla. El pescador pone su esfuerzo por l

Ciudadanos del Reino

  En la lectura de nuestra Santa Misa de hoy el maestro nos propone una serie de imágenes para explicarnos qué cosa es el Reino. Entre ellas destaca una a la cual los discípulos le piden a Jesús que les diga cuál es su significado. Se trata de la parábola del trigo y la cizaña. Los trabajadores se dan cuenta que entre el trigo hay una maleza muy similar al trigo pero que no sirve para nada y se llama cizaña. Se lo dicen al dueño del campo y este decide dejarlos crecer juntos hasta la ciega momento en el cual separarán el trigo de la cizaña. El Maestro explica su significado: “ El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles

Nuestra disposición es todo lo que Jesús necesita

  El Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Mt 13, 1-23) nos presenta una parábola del Señor a la cual el Maestro da el significado preciso. Se trata de la parábola del sembrador. Jesús identifica quién es el sembrador, qué cosa es la semilla y cuáles son los significados que tienen los diferentes tipos de campo. La reflexión que hoy quiero compartir se refiere a qué cosa tienen en común los diferentes tipos de terreno a los que llega la Palabra. El Maestro se sirve de cuatro imágenes: el camino (normalmente un terreno duro porque ha sido pisoteado muchísimo tiempo); el terreno pedregoso, lleno de piedras y poca tierra; un terreno lleno de espinos, con buena superficie de tierra, pero ocupada por maleza y vegetación inservible; finalmente, tierra buena, la que está libre de piedras grandes y de malezas. A cada terreno, el Maestro da un significado existencial. El camino es la imagen del hombre que no hace ningún tipo de esfuerzo por comprender el mensaje de Cristo Jesús. La oye,

¿qué es la sencillez de corazón?

  Las lecturas de este domingo tienen una riqueza particular que nos invita a reflexionar sobre un aspecto importantísimo de nuestra vida espiritual: la sencillez de corazón. Evidentemente, el mundo desconoce lo que significa sencillez de corazón . La razón es porque el mundo pone el fundamento de sus criterios en la apariencia: Lo que parece más exótico o más caro o más elegante es lo que el mundo valora como mejor. Y no existe una relación necesaria entre bondad y apariencia. Hay una suerte de fábula en la que un padre pregunta a su hijo si escuchaba algo además del canto de los pájaros. El hijo le responde que oye una carreta. El papá le dice que es una carreta vacía. El niño le pregunta que cómo lo sabe, sin verla y el papá le responde: “ Es muy fácil. Sé que está vacía por el ruido. Cuanto más vacía está la carreta, más ruido hace ”. Las personas que carecen del valor más grande –Dios salvador y señor– y de otros valores, suelen tratar de llenar el vacío haciendo un desgaste

Un amor especial

  La lectura de nuestra Santa Misa de hoy nos ofrece unas pistas para evaluar nuestra vida cristiana en especial por lo que refiere a las intenciones que nacen del corazón. En el Evangelio (Mt 10, 37-42) escuchamos unas palabras en labios de Nuestro Señor Jesucristo que pueden sonar muy fuertes pero que entendidas en el justo contexto se convierten en una maravillosa fuente de espiritualidad cristiana. Dice el Maestro: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o su hija más que a mí, no es digno de mí. Cualquier persona inadvertidamente podría pensar que el Señor resulta egoísta al ponerse por encima del amor a los propios padres.  Nuestro Señor quiere que entendamos que el amor que espera de nosotros debe ser especial, no igual al de los padres o al de cualquier otra persona. Se trata de un acto del corazón que no debe verse obstaculizado por ningún otro tipo de afecto. Ningún fiel debe afirmar que deja de amar a Dios (o cumplir con sus

El verdadero temor de Dios

  Una de las situaciones más difíciles y que con mayor frecuencia se presentan en los fieles es el temor a lo que otras personas puedan decir de él. No solo nos referimos a la vida de fe sino a cualquier aspecto de la vida social. Eso supone un peso muy grande en la vida de un individuo. Una persona que trata de evitar que los demás digan algo malo de él se somete a un infierno en vida. La razón es sencilla: nunca va a poder agradar a todos. Esas personas viven en un estrés constante y pueden terminar enfermos con ansiedad, depresión u otro tipo de trastorno. Por lo que se refiere a la vida cristiana de un fiel, sucede exactamente lo mismo. Ese fiel puede pensar que su testimonio se reduce al hecho de que nadie tenga nada malo que decir de él. Y en realidad no es así. El testimonio que el Señor Jesús espera de nosotros es una cosa infinitamente superior: se trata de mostrar a los demás cómo puede agradar al Señor y ser feliz. Por otra parte, como escuchamos en la primera lectura

En la solemnidad del Sagrado Corazón

 Nuestro día a día y los diversos acontecimientos en los que nos vemos envueltos producen una muy fuerte presión sobre nuestra alma. Y eso hace que, aunque estemos físicamente bien, sintamos un cansancio y un agobio espiritual. Todas esas cosas son una fuerte carga que nos va a desgastando. Muchísimas personas gastan un buen dinero en terapeutas o acudiendo a esos autodenominados gurús en búsqueda de técnicas que le permitan manejar el estrés. Y la verdad sea dicha, eso ayuda muy poco. Eso no supone una respuesta definitiva para lo que nos ocurre. Si pensamos que podemos alcanzar todo con nuestras solas fuerzas, no solo estaremos equivocados, sino que añadiremos más peso a nuestra alma. ¿Cuál es la solución? Acudir a Jesucristo. Escuchamos en el Evangelio de la Santa Misa de hoy: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi y

El pan para que tengamos vida

En toda Venezuela, como en muchos otros lugares, celebramos hoy la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Las lecturas de hoy evocan la Eucaristía. La primera lectura (Deut 8, 2-3. 14b-16a) hace referencia al maná, al pan bajado del cielo, que el pueblo de Israel comió durante el tiempo que estuvo en el desierto. La segunda lectura (1Co 10, 16-17), en cambio, San Pablo nos recuerda a toda la Iglesia que cuando nos acercamos a recibir el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo nos hacemos uno con Él. Es por ello que al Augusto Sacramento del Altar le llamamos el sacramento de la comunión. El pasaje del Evangelio está tomado del discurso eucarístico que está en el capítulo 6 del Evangelio según San Juan. El Señor abandona el estilo literario de la parábola para utilizar un lenguaje realista. " Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo teng

si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo...

… Podremos escuchar el mensaje de Cristo sin importar de dónde venimos ni cuál es nuestra historia. Todos tendremos la disponibilidad para acercarnos a Jesús y escuchar el mensaje que transforma nuestra vida y da un significado nuevo a todos los momentos de nuestra existencia (Hech 2, 5 – 8). … Podremos entender que somos únicos. Tenemos un origen, tenemos nuestra propia biografía, tenemos nuestras debilidades, tenemos nuestras fortalezas, tenemos nuestras preocupaciones y eso nos hace únicos ante el Padre. Y el Espíritu Santo me hará entender que eso que me hace único es lo que me hace valioso a los ojos de Dios. Y el Espíritu Santo hará también que yo pueda escuchar el mensaje de Cristo y entenderlo en mi propio idioma, que es mi propia existencia (Hech 2, 8.11). … Podremos entender lo importante que es Cristo Jesús en nuestra vida y podremos anunciarlo a los demás. Podremos profesar el nombre de Cristo, dando testimonio de nuestra fe a los demás. Pero no serán testimonio vacío, sino