Los que son fieles recibirán el mismo premio

 El Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Mt 20, 1-16a) nos presenta una parábola del Maestro en la que trata de dejar un mensaje que particularmente hoy resulta bastante difícil de comprender. No es porque el Señor no sea claro sino porque el contexto social en el que vivimos hace difícil su comprensión.

Tengamos presente unas claves para poder interpretar de manera adecuada este pasaje del Evangelio.

Cristo Jesús pone el contexto de la parábola: el Reino de los cielos. Como sabemos bien el reinado de los cielos no es otra cosa que aceptar a Jesucristo como Salvador y como Señor y tener el propósito firme de vivir según las enseñanzas de Cristo.

Pertenecer al reino o aceptar a Jesucristo va precedido de una llamada que el Señor hace personalmente. Esa llamada puede ocurrir en cualquier etapa de nuestra vida: en la niñez, en la adolescencia, en la edad adulta o incluso cuando se es adulto mayor. Siempre es el momento oportuno para responder al llamado que Dios nos hace. Esa es la intención del Señor cuando narra que el propietario sale en diversos momentos del día a llamar trabajadores para su viña.

Ahora bien, resulta llamativo que las personas que inicialmente aceptaron la invitación del propietario le reclamen que pague exactamente lo mismo a los que habían trabajado apenas una hora. El propietario le responde que no comete ninguna injusticia. Y tiene razón.

Todos los creyentes debemos tener presente que el reino de los cielos no es una cuestión de justicia sino de liberalidad por parte de Dios. El Señor nos ha enseñado que si somos fieles, Él se muestra dispuesto al perdón y optamos por ser merecedores de la salvación que Cristo nos ofrece: “que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón” (Is 55, 7).

Y aquí tenemos una enseñanza práctica para nuestra vida. Desafortunadamente en la Iglesia se ha introducido una suerte de pensamiento dañino. Muchísimas personas llevadas por pensamientos mundanos critican a aquellas personas que después de llevar una vida licenciosa y alejada de Cristo aceptan el llamado a la conversión. Y eso no está bien porque no es lo que quiere Jesucristo.

No importa en qué momento de nuestra vida nosotros hayamos escuchado la invitación que nos hace Cristo Jesús para aceptar la salvación que nos ofrece. Y no importa cuándo la hayamos escuchado nuevamente si nos hemos alejado. Debe ser un motivo de alegría para todo discípulo de Cristo el que cualquier hermano nuestro se aparte del mal y haya hecho el propósito de seguir a Jesucristo, camino, verdad y vida.

Criticar a un hermano nuestro por su vida pasada resulta un testimonio contrario al verdadero seguimiento a Cristo Jesús. El Maestro ha dicho que hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos que no necesitan de conversión (Lc 15, 7). Y el Señor lo dice en serio.

Que todos sepamos escuchar la voz de Cristo Jesús que nos invita a aceptar la salvación. Que todos sepamos alegrarnos por nuestros hermanos que se acercan a Jesús independientemente de lo que haya sido su vida pasada.

Que la bendición de Jesús nos acompañe siempre.

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