Nunca es una buena idea...
Las lecturas de nuestra Santa Misa tienen mucha riqueza de contenido. Quiero compartir uno especial, que supone una alerta sobre nuestro trato con el mundo.
Naturalmente, nuestra relación con las cosas materiales es más fuerte que con las cosas espirituales. La relación con Jesucristo requiere un esfuerzo particular porque implica poner lo material en un segundo plano. Y eso no siempre es fácil.
Nuestra naturaleza humana es débil no solo por lo que refiere a la fuerza física, sino sobre todo por lo que tiene que ver con la fuerza de la voluntad. Normalmente nos dejamos llevar por la ley del mínimo esfuerzo: tendemos a hacer lo que menos trabajo requiera. Y es en este punto donde las tendencias humanas chocan con el proyecto personal que Cristo quiere para con cada uno de nosotros. Seguir a Cristo requiere esfuerzo y el Señor lo deja claro: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga (Mt 16, 24).
Entonces, puede ocurrir que el creyente trate de reconciliar el mensaje de Cristo Jesús con la ley del mínimo esfuerzo o con los criterios del mundo. Y eso, NUNCA ES UNA BUENA IDEA.
Ya san Pablo hizo una llamada de alerta: No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Rom 12, 1-2). La tentación de hacer un cristianismo pagano o de tratar de torcer la voluntad de Cristo omitiendo su mensaje o extrapolando el significado de la Palabra de Dios al final nos alejará de Dios, porque, como decía antes, la relación con las cosas materiales naturalmente es más fuerte que con las cosas espirituales.
En el Evangelio de nuestra Santa Misa (Mt 16, 21-27), Jesús habla francamente con los discípulos sobre su futuro próximo: su pasión, muerte y resurrección. Pedro le llama aparte y le increpa. Le conmina a no ir a Jerusalén lo que equivale a decirle que no cumpla la voluntad de Dios. Y lo hace por razones humanas, incluso con buena intensión. A lo que el Señor responde: ¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!
El camino de salvación no depende de la opinión de un grupo de teólogos o de una suerte de afirmación de una “opinión generalizada”: depende de la voluntad de Cristo Jesús.
Todo creyente debe tener claro este horizonte: la bondad o maldad de una acción o situación depende de si me acerca o me aleja de Cristo Jesús. Incluso, puede suceder que un fiel se encuentre en una situación que no responde al ideal marcado por Cristo Jesús, y reconozca que eso está mal. Entonces, es una señal de que entiende y acepta el camino de salvación pero que en esa circunstancia él no está viviendo bien.
Nuestra vocación pasa por reconocer la voluntad de Dios y no tratar de reconciliar los criterios del mundo con el mensaje de Cristo.
Que Dios te bendiga.
Ciertamente las decisiones del individuo tienen mucho que ver con los resultados que ellas producen. La pregunta sería, confiarias más en tu criterio que en la sabiduría de Dios?
ResponderEliminarPersonalmente procuro armonizar ambos, pero si tuviera que elegir entre uno y otro, sin duda que prefiero la sabiduría de Dios.
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