El pan para que tengamos vida
En toda Venezuela, como en muchos otros lugares, celebramos hoy la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Las lecturas de hoy evocan la Eucaristía.
La primera lectura (Deut 8, 2-3. 14b-16a) hace referencia al maná, al pan
bajado del cielo, que el pueblo de Israel comió durante el tiempo que estuvo en
el desierto. La segunda lectura (1Co 10, 16-17), en cambio, San Pablo nos
recuerda a toda la Iglesia que cuando nos acercamos a recibir el Cuerpo y la Sangre
de nuestro Señor Jesucristo nos hacemos uno con Él. Es por ello que al Augusto Sacramento
del Altar le llamamos el sacramento de la comunión.
El pasaje del Evangelio está
tomado del discurso eucarístico que está en el capítulo 6 del Evangelio según
San Juan. El Señor abandona el estilo literario de la parábola para utilizar un
lenguaje realista. "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que
coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne
para que el mundo tenga vida" (Jn 6, 51). Ese realismo del Señor
supuso lo inevitable. Los judíos entendieron, correctamente, que el Señor se
refería a comer su carne, solo que, porque no lo siguieron, no conocieron el
mensaje completo. El significado completo de este mensaje lo daría en la
víspera de su pasión y muerte. En la última cena, nosotros somos testigos de
excepción de que el Señor ha querido quedarse bajo la especie de pan y vino.
Nuevamente en un mensaje realista, el Señor afirma categóricamente que el pan
es su cuerpo y el vino es su sangre.
No hay duda que es voluntad del Señor
ser el pan que da vida al mundo y en concreto a todos nosotros. Pero eso no es
automático. La eficacia de la vida del que el Jesús quiere trasmitirnos va a
depender de nuestra fe en Él. Si no se tiene fe en Cristo Jesús tampoco se
tendrá fe en su presencia real en la Eucaristía. Entonces, cada vez que una
persona se acerca a comulgar sin fe está dejando caer en saco roto la gracia de
Cristo.
Es muy provechoso para nuestra fe
dejar de llamar a la eucaristía “la hostia” y comenzar a llamarle por su nombre
verdadero: “el Señor en Eucaristía”. Eso ayudará a centrar nuestra mente y
corazón en quien vamos a hacernos una sola cosa.
Uno de los grandes retos que
tenemos como Iglesia será que todos los que son fieles cristianos reconozcan a
Jesucristo como Salvador y Señor, reconozcan su presencia real en el sacramento
de la Eucaristía, y hagan de ese Sacramento el centro de la vida cristiana. Solo
de esa manera Cristo Jesús podrá ser el pan que da vida.
Cuando recibimos de manera
provechosa al Maestro, entonces nos hacemos uno con Él y obtendremos fuerza
para seguir adelante en el peregrinaje por esta vida.
Recuerda: Jesús será el pan que
da vida solo si lo reconocemos y aceptamos como Dios Salvador y Señor nuestro;
si lo reconocemos presente real y sacramentalmente en la Eucaristía y hacemos
de nuestra fe eucarística el centro de nuestra vida.
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