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Mostrando las entradas etiquetadas como hipocresía religiosa

No podemos engañar a Cristo Jesús

  El pasaje del Evangelio que nos presenta la Santa Misa de hoy (Mt 22,15-21) nos enseña uno de los atributos principales de nuestro Señor Jesucristo. No es otra cosa que el poder que Él tiene para conocer las intenciones del corazón. Por eso es imposible engañarle Nosotros los hombres podemos juzgar según las apariencias, pero el Señor mira más allá: ve el corazón (1Sam 16,7). Por eso nuestro Señor Jesucristo no se deja convencer con las lisonjas que le presentan los partidarios del Rey Herodes. El Maestro descubre que ellos no quieren saber la verdad, sino que le están tendiendo una trampa proponiendo una pregunta capciosa sólo para encontrar algo con qué condenarlo. Eso es un defecto bastante común en nuestra época: las personas suelen oír para contestar y no escuchar para comprender. Eso trae como resultado el que se vayan creando bandos con trincheras ideológicas. Cristo Jesús, Dios sabio, aprovecha cualquier ocasión para enseñar. A los emisarios de los herodianos y fari...

Evitar a toda costa la hipocresía religiosa

 Las lecturas de la Misa de hoy como siempre tienen una riqueza particular. Sea la primera lectura que el Evangelio hablan de la profecía sobre el Mesías y su cumplimiento. Sin embargo, ambas lecturas suponen también una invitación a evitar la hipocresía religiosa que es también un peligro que podemos correr en este tiempo de Navidad. Ajaz, rey de Judá, fue un rey muy malo. Dice la Biblia que “sus hechos no fueron rectos a los ojos del Señor, su Dios” (2Re 16, 2). Al ver su reino en peligro, no dudó el profanar el Templo de Jerusalén saqueando todos los utensilios de oro y plata para ofrecerlo como un presente al rey de Asiria para que lo ayudara en la guerra (2Re 16, 7 – 8). Ese es el rey a quien se dirige el profeta en la primera lectura (Is 7, 10-14). A pesar de ser un rey malo e idólatra, Dios le ofrece la oportunidad de volver a Él y confiar en su providencia. El profeta le dice que pida una señal, y el rey –todo un caradura– le dice que no quiere tentar al Señor. Y de ahí el ...

Dile NO a la autosuficiencia

  Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre cómo es nuestra relación personal con Dios. Y en ese particular, hay un punto de partida y una consecuencia práctica. El punto de partida es el siguiente: “ El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias ” (Sir 35, 15). La Sagrada Escritura es constante al afirmar que todo está presente a los ojos del Señor: “ Todo está claramente expuesto ante Aquel a quien hemos de rendir cuentas ” (Heb 4,13). Y el creyente tiene la certeza de que toda nuestra vida está presente ante el Señor: “ Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares ” (Sal 113, 1-3). Sencillamente: A Dios no podemos engañarle. Jesús nos conoce a todos y sabe lo que tenemos en el corazón (Jn 2, 24 – 25). Un peligro constante que podemos sufrir a lo largo de nuestra vida es la de pensar que somos lo suf...

Jesucristo y sus sentimientos

En la segunda lectura de la Santa Misa de este domingo (Fil 2, 1-11) escuchamos una enseñanza que fundamenta nuestra condición de cristianos. En primer término, Jesús es Dios. San Pablo afirma sin medias tintas la divinidad de Cristo. No obstante, siendo Dios, por amor a nosotros se hizo hombre, “ se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre ”. Por eso su sacrificio en la cruz y su victoria definitiva con la resurrección tienen un valor infinito. Nunca debemos cansarnos de profesar públicamente que Jesús es Dios, que Jesús nos ama, que Jesús es nuestro Salvador, que Jesús es nuestro Señor. La vida nos será corta para hacerlo suficientemente. San Pablo, además, nos pide ...

El Señor conoce cómo somos

Las lecturas de la Misa de este domingo nos manifiestan uno de los atributos del Señor: Dios lo sabe todo, lo que tenemos en el corazón, hasta nuestros pensamientos más profundos. -- Los seres humanos normalmente nos dejamos llevar por las apariencias, y eso no es malo. Nadie compraría una fruta de mal aspecto con el argumento de que por dentro probablemente esté bueno. Lo malo del ser humano es que, cuando juzgamos a otras personas, las apariencias influyen en nuestra decisión. Pero no solo eso: la percepción que cada uno tenga de sí mismo influye en el trato con los demás. -- El Señor inicia la parábola de hoy (el publicano y el fariseo que fueron a orar al Templo de Jerusalén, Lc 18, 9-14): dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás . No es un secreto para nadie que no existen las personas perfectas. Todos, quien más quien menos, tenemos defectos. Creerse perfectos (una suerte de autoestima patológica) supone q...

La primacía del corazón

            En la Sagrada Escritura, el término “corazón” tiene un significado especial: la fuente de los afectos, sentimientos, valores, intereses, motivaciones. En nuestro lenguaje usual, también usamos el termino “corazón” en ese mismo sentido cuando queremos a una persona que tiene buenas intenciones o malas intenciones. Así nos referimos a ellas como personas de buen corazón o de mal corazón.             Hoy las lecturas de la Santa Misa nos invitan a considerar (muy oportunamente considerando la cercanía de la Cuaresma) la primacía del corazón en el trato con Dios y con los demás. No son las palabras lo que define a un sujeto, es lo que hace realmente. Y hay una correlación entre lo que hace y lo que tiene en el corazón.             Una persona que tiene malas intenciones y sentimientos no puede actuar bien: y ...

La manifestción del Señor a todos los pueblos

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Hoy, toda la Iglesia celebra la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Los profetas habían anunciado que el Señor se daría a conocer a todos los pueblos, como escuchamos en la primera lectura de la Santa Misa de hoy (Is 60, 1-6). Su mandato antes de subir a los cielos fue la de ir por el mundo entero a predicar a Cristo y su mensaje (Mt 28, 19-20). San Pablo, junto con los demás apóstoles tenían más que claro que la salvación alcanza a todos: judíos o no, como lo escuchamos en la segunda lectura de nuestra Misa (Ef 3, 2-3. 5-6).

La hipocresía religiosa

Uno de los tantos litigios que el Señor tuvo con los fariseos, y con los judíos en general, era la falta de correspondencia entre lo que aparentaban y los que en realidad eran. Eso es una enfermedad del alma. Esa enfermedad se llama “fariseísmo” o hipocresía religiosa. En la primera lectura de hoy, Moisés invita al pueblo a seguir de corazón los mandamientos del Señor (Dt 4, 1-2.6-8), mandamientos que no podremos conocer sin una actitud de escucha de la Palabra: “Acepten dócilmente la Palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa Palabra y no se limiten a escucharla, engañándose ustedes mismos” (Stgo 1, 17-18. 21-22. 27) En el salmo 14 tenemos un elenco de cómo vivir la Voluntad de Dios: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor? El hombre que procede honradamente y obra con justicia; el que es sincero en sus palabras y con su lengua a nadie desprestigia. Quien no hace mal al prójimo ni difama al vecino; q...