No a la doctrina de hombres

 Ha sido una tentación muy frecuente en la historia de la Iglesia querer tergiversar el mensaje del Señor en favor de una posición personal. Lo era ya en la época de Nuestro Señor y lamentablemente también lo es en nuestra época actual.

Desde muy temprano en Israel aparecieron diferentes maestros que trataban de interpretar el mensaje que el Señor había dejado en la Escritura. Los seguidores de esas escuelas, en lugar de seguir el mismo espíritu de sus maestros, convirtieron sus opiniones personales en una suerte de bastión. Entonces comenzaron a aparecer las diversas facciones. Había los seguidores del maestro X como también seguidores del maestro Z. Por supuesto, eran rivales.

El asunto no terminó allí. Ya en la época de Nuestro Señor Jesucristo se convirtió en una práctica común el que los determinados seguidores de una facción se arrogaban para sí una superioridad moral con respecto al resto del pueblo. Ellos se autorreferenciaban como modelo para todo el pueblo de Israel. Entonces exigían un respeto que no era normal. Y contra este tipo de conducta el Señor lanza una muy fuerte crítica que escuchamos en el Evangelio de hoy: “Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'”.

Cristo Jesús pide a todos los creyentes que tengan como referencia su propia persona, Dios y hombre verdadero. Todos nosotros hemos de evitar la tentación de crear facciones o divisiones en el pueblo de Dios por razón de seguir la doctrina de un hombre. El norte y la guía de todo cristiano es el mensaje y la persona de Cristo Jesús. Los cristianos deben evitar hacer de la doctrina humana la razón de ser de sus vidas y centrarse en Cristo: “no dejen que los llamen 'maestros', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen 'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar 'guías', porque el guía de ustedes es solamente Cristo”.

Eso exige también por parte de los pastores la fidelidad a la misión que Dios les encomienda: anunciar el Evangelio de Cristo Jesús, para que siga actuando en el corazón de todos.

El mensaje de Cristo no es fácil. Precisamente por eso es valioso porque en el esfuerzo por cumplirlo encontramos un sentido nuevo, diferente y enriquecedor a nuestra vida. Cuando acomodamos o tergiversamos el mensaje del Señor, el resultado es terrible.

Confiemos en Cristo Jesús y dejémonos guiar por su Palabra. A Cristo Jesús, la gloria, el honor y poder, por los siglos de los siglos.

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