PERTENECER AL REINO DE DIOS ES FRUTO DEL DISCERNIMIENTO

 Este domingo continuamos escuchando las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo en las que quiere que todos nosotros podamos entender qué cosa es el Reino de Dios (Mt 13, 44-52).

Hoy escuchamos cuatro imágenes: a) un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo y que compra el campo. b) Un conocedor de perlas finas que encuentra una muy valiosa y la compra. c) Un pescador que lanza las redes y luego se pone a distinguir los peces buenos de los malos. d) Finalmente, un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.

Todos estos ejemplos que pone el Maestro tienen en común el que la decisión valiente de esos hombres es fruto del conocimiento y de una valoración personal. El hombre que encuentra el tesoro en un campo estima que vale la pena dejar todo lo que tiene para adquirir ese campo con el tesoro. El vendedor de perlas estima que la que ha encontrado es tan valiosa que vale la pena sacrificar todo para adquirirla. El pescador pone su esfuerzo por la búsqueda de los mejores peces aceptando la realidad inevitable de que habrá peces que no son buenos y que, al final, tendrá que hacer un esfuerzo por desecharlos. Finalmente, el conocedor de la Palabra sabe distinguir las cosas viejas (es decir, aquellas que obedecían a un momento de la historia) de aquellas que son y serán siempre necesarias para la salvación de nuestra alma.

El reinado de Dios no es otra cosa que la decisión de cada fiel de aceptar a Jesucristo como su Salvador y de dejar seguir por su persona y sus enseñanzas. Jesucristo es nuestro rey porque así lo hemos decidido. Todos los fieles cristianos en algún momento de nuestra vida han tenido que experimentar un momento en el que reconocen que Jesús es lo más valioso (el tesoro escondido en un campo y la perla de gran valor). Y todos los fieles cristianos deben dar el paso audaz y necesario de centrar la vida y los esfuerzos por hacer de Jesucristo el sentido absoluto y radical de la existencia.

En ese seguimiento a Cristo Jesús habrá personas sinceras y habrá personas falsas, por los que en el momento final serán separados unos de otros. Exactamente como hace el pescador que separa a los peces buenos de los malos.

Cuando se decide seguir a Nuestro Señor, toda persona adquiere la conciencia de su propia imperfección y reconoce que hay momentos maravillosos y momentos vergonzosos. Ese discípulo de Cristo Jesús va a adquiriendo una fineza de espíritu que le permite encontrar en la Palabra de Dios los criterios necesarios para poder iluminar su propia vida. Entonces, se convierte en un conocedor del Reinado de Cristo y por eso sabe distinguir en todos los aspectos de la vida de la Iglesia lo que es perenne y lo que puede cambiar; lo que es necesario para la salvación y lo que no lo es.

Un elemento necesario en la vida del discípulo de Cristo Jesús, para poder pertenecer al Reino, es el discernimiento: considerar todos los elementos de nuestra vida delante de Dios con la ayuda del Espíritu Santo y tomar las decisiones necesarias para ser cada día un mejor ciudadano del Reino, un mejor discípulo de Cristo Jesús.

A Cristo Jesús, el rey, la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos.

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