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Lo que podemos aprender de la Madre de Dios

Hoy para la inmensa mayoría de las personas se celebra el año nuevo. Esa inmensa mayoría olvida que hoy es una fiesta de la Virgen, la primera de todas: Santa María Madre de Dios. Esta solemnidad tiene su origen en la proclamación del dogma de la maternidad de María, en el Concilio de Éfeso del año 431. Durante muchísimos siglos esta fiesta se celebraba el 11 de octubre, fecha de la proclamación solemne de Santa María Madre de Dios. En el año 1969 esta fiesta fue trasladada al 1º de enero, justo ocho días después del nacimiento del Señor. Y la razón es sencilla: en el pueblo de Israel los varones debían ser circuncidados a los ocho días de haber nacido. A partir de ese momento, el niño pasaba a formar parte del pueblo de Israel y sus padres le imponían el nombre que habían elegido. Y eso lo escuchamos en el Evangelio de hoy (Lc 2, 16-21): Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera

La Navidad, su verdadero significado...

En muchísimos programas de televisión que tratan el tema de la Navidad solemos encontrar alguna coletilla mediante el cual el guionista o el director del programa quiere transmitir lo que entiende como “el verdadero significado de la Navidad”. En algunas ocasiones el mensaje se centra en el compartir. En otras ocasiones el mensaje está en ayudar a la persona necesitada. En la inmensa mayoría el sentido o el significado de la Navidad descansa en el hecho de poder sentarse toda la familia a celebrar compartiendo una comida o cantando canciones. No cabe duda que todos esos significados son muy bonitos, pero ninguno de ellos es el verdadero significado de la Navidad. Ha habido un plan sistemático para vaciar de sentido original a la Navidad. Se han inventado historias y personajes, se han construido costumbres inicialmente con buena intención pero que después se han ido transformando en otras cosas que no tienen ningún tipo de contenido religioso. La política en muchos países ha ido en

Evitar a toda costa la hipocresía religiosa

 Las lecturas de la Misa de hoy como siempre tienen una riqueza particular. Sea la primera lectura que el Evangelio hablan de la profecía sobre el Mesías y su cumplimiento. Sin embargo, ambas lecturas suponen también una invitación a evitar la hipocresía religiosa que es también un peligro que podemos correr en este tiempo de Navidad. Ajaz, rey de Judá, fue un rey muy malo. Dice la Biblia que “sus hechos no fueron rectos a los ojos del Señor, su Dios” (2Re 16, 2). Al ver su reino en peligro, no dudó el profanar el Templo de Jerusalén saqueando todos los utensilios de oro y plata para ofrecerlo como un presente al rey de Asiria para que lo ayudara en la guerra (2Re 16, 7 – 8). Ese es el rey a quien se dirige el profeta en la primera lectura (Is 7, 10-14). A pesar de ser un rey malo e idólatra, Dios le ofrece la oportunidad de volver a Él y confiar en su providencia. El profeta le dice que pida una señal, y el rey –todo un caradura– le dice que no quiere tentar al Señor. Y de ahí el recl

Mirar al futuro con confianza

  Las lecturas del Evangelio de hoy nos ofrecen unos contenidos muy profundos de los que cada quien puede obtener reflexiones de mucho provecho. No obstante, quiero compartir contigo dos ideas. La primera lectura de nuestra Santa Misa (Is 35, 1-6a. 10) nos invita a hacer nuestra la esperanza cristiana en la victoria definitiva de Cristo Jesús. El profeta anuncia a Israel que las dificultades del tiempo presente son pasajeras y que el alma del creyente debe confiar en que el Señor pagará con creces la fidelidad: Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado . Esa es la certeza que acompaña a los creyentes en Cristo Jesús. Nosotros tenemos la conciencia de que esta vida no es ni será perfecta, sino que estará llena de adversidades y dificultades junto con momentos de gozo y alegría. Ahora bien, esa esperanza cristiana, para poder se

Poner la casa en orden

El domingo pasado iniciamos el camino del Adviento. No está de más recordar que este tiempo está marcado por diversos mensajes: recordamos la próxima venida del Señor, preparamos nuestra alma para celebrar una vez más el nacimiento del Jesús y para ello, hemos de hacer un profundo examen de nuestra vida y ver qué cosas resultan un obstáculo para que el Señor habite en mí, forme parte de mi vida. El pasaje del Evangelio nos presenta a la persona de Juan el Bautista y condensa su mensaje en una llamada a cambiar de vida. El evangelista da testimonio de que Juan fue el enviado para anunciar la presencia inminente del mesías en el pueblo de Dios. Y para ello el profeta, es decir, Juan el Bautista, invita al pueblo a poner orden: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. No es un secreto para nadie que podemos distraernos del seguimiento a nuestro Señor Jesucristo. De hecho, es una tentación constante el juzgar que hay situaciones que pueden anteponerse a Cristo Jesús. De al

Solo si tú quieres...

Hoy junto con toda la Iglesia celebramos la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. No cabe duda que nuestra fe nos enseña que el reinado de Cristo es total, pero como también enseña Nuestro Señor su reinado no es como los reinados de este mundo (Jn 18, 36; Lc 22, 25 – 26). El reinado de Cristo es especial. Como enseña Nuestro Señor es algo muy valioso por el que vale la pena entregar la propia vida (Mt 13, 44 - 45) y que da un significado a todas las cosas que hayamos vivido y que estamos viviendo (Mt 13, 52), que está entre nosotros (Lc 17, 20) y que va creciendo (Mt 13, 31 – 33). Ese reino comienza cuando cada quien se va alejando del mal (Mt 21, 31 – 32) acepta la salvación que Cristo le propone y reconoce a nuestro Señor Jesucristo como el Rey, como el Señor (Jn 9, 35 – 38). Aceptar a Jesucristo como Rey, como Señor, da un significado nuevo a la vida (Fil 3, 7 – 11). Y el requisito único para ello es el obsequio religioso de nuestra inteligencia y la voluntad

Si se mantienen firmes, conseguirán la vida.

Hoy con los avances que existen en comunicación se ha puesto de manifiesto la necesidad de que toda publicación o noticia debe tener un contexto. De esta manera, quien recibe la noticia o lee la publicación puede comprender el alcance y la especificidad del mensaje. Y eso es lo que hace el Señor hoy: poner el contexto. Las lecturas de la Santa Misa dominical del mes de noviembre suelen tener como centro del mensaje las cosas últimas que hemos de esperar: la muerte, el juicio (Mal 3, 19-20a), la resurrección de los muertos y la vida futura. Las lecturas de este domingo nos hablan del final de los tiempos. Ese final coincide con la segunda venida de Nuestro Señor. De todas estas lecturas podemos concluir una realidad innegable: el orden natural de las cosas indica que es necesario que todo tenga un final, incluso este mundo tal cual lo conocemos. Ante esta verdad revelada por nuestro Señor Jesucristo, los seres humanos podemos responder de diferentes maneras. Una puede ser caer en

Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna

Las lecturas de nuestra Santa Misa dominical en el mes de noviembre nos invitan a reflexionar sobre las realidades últimas que hemos de esperar los creyentes: la muerte, el juicio, la resurrección de los muertos y la vida futura. En la primera lectura tomada del segundo libro de los Macabeos (7, 1-2. 9-14) escuchamos el relato edificante de los jóvenes que prefirieron entregar su vida antes de desobedecer las leyes de Dios. Todos ellos dieron su testimonio de que no tenían miedo de enfrentar a la muerte sabiendo que recibirían del Señor el premio a la fidelidad. Es una lectura que deberíamos hacer con mucha frecuencia y que nos invita a reflexionar sobre nuestra fe ante las tentaciones o la adversidad. En el Evangelio (Lc 20, 27-38) escuchamos la respuesta del Señor ante la pregunta capciosa de los saduceos. Una mujer que estuvo casada sucesivamente con 7 hermanos, en la vida futura ¿de quién será mujer? Y el Maestro da una respuesta ejemplar: “ en la vida futura, los que sean juzg

Nadie es tan malo, ni nadie es tan bueno

Las lecturas de este domingo tienen una profundidad espiritual especial. Nos invitan a ver el trato de Dios con los hombres, desde los ojos de Dios. En la primera lectura (Sab 11, 22 - 12, 2), el autor del libro de la Sabiduría hace una reflexión sobre el amor que Dios tiene por sus criaturas y de manera excelsa por el hombre. Utiliza una frase para expresar la misericordia que tiene con el hombre: “ Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse ”. En el Evangelio escuchamos el pasaje de la conversión de Zaqueo (Lc 19, 1– 10). En eso podemos distinguir la mirada de Dios y la mirada de los hombres. Zaqueo es el líder de un grupo de personas que trabajan para los romanos cobrando los impuestos. Se les llamaba publicanos. Eran muy mal vistos por el pueblo de Israel porque cobraban de más y esa acción era tolerada y protegida por el régimen romano. A los ojos de los hombres, Zaqueo era un gran

Dile NO a la autosuficiencia

  Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre cómo es nuestra relación personal con Dios. Y en ese particular, hay un punto de partida y una consecuencia práctica. El punto de partida es el siguiente: “ El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias ” (Sir 35, 15). La Sagrada Escritura es constante al afirmar que todo está presente a los ojos del Señor: “ Todo está claramente expuesto ante Aquel a quien hemos de rendir cuentas ” (Heb 4,13). Y el creyente tiene la certeza de que toda nuestra vida está presente ante el Señor: “ Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares ” (Sal 113, 1-3). Sencillamente: A Dios no podemos engañarle. Jesús nos conoce a todos y sabe lo que tenemos en el corazón (Jn 2, 24 – 25). Un peligro constante que podemos sufrir a lo largo de nuestra vida es la de pensar que somos lo suficie

No es por Él, es por nosotros

En el pasaje del Evangelio que escuchamos en nuestra Santa Misa (Lc 18, 1-8), el Maestro nos presenta la parábola de la viuda y el juez injusto para enseñarnos la importancia de ser perseverantes en la oración. Pero hay una enseñanza más. Es verdad que el sentido principal de esta parábola se refiere a la insistencia en la oración de petición. El Señor nos invita a ser constante en las súplicas siendo consciente de que Dios es infinitamente bueno. Pero hay algo más. Lo importante de la perseverancia no es solo por alcanzar lo que le pedimos al Señor. En realidad, no es por Él, es por nosotros. La pregunta final de la parábola nos descubre ese sentido: “ cuando venga el hijo del hombre ¿creen ustedes que encontrará fe en esta tierra? ”. La oración constante es un alimento de la fe y por eso, la fortalece. Sin la oración la fe se debilita. Todos tenemos dificultades en la vida. Normalmente los llamamos “problemas”. Para acometerlos, es necesaria una fortaleza de espíritu que los seres hu

El amor y el interés

 Las lecturas de este domingo tienen una belleza particular. En la primera lectura escuchamos el final de un relato enriquecedor: se trata de la curación de la lepra de Naamán el sirio (2Re 5, 14-17). En el Evangelio también escuchamos la sanación de un grupo de leprosos por parte de nuestro Señor Jesucristo y el reclamo qué hace el Maestro porque solo uno de los que fueron curados se devolvió para dar gracias a Dios (Lc 17, 11-19). Ciertamente podríamos hacer una amplia reflexión sobre lo que significa la lepra en la Sagrada Escritura, pero más bien quiero hacer una reflexión sobre las actitudes de los personajes. Naamán, después de un proceso donde tuvo que dejar a un lado su propia soberbia, accede a cumplir la voluntad de Dios manifestada por el profeta Eliseo. Naamán sabe mostrarse agradecido ante el Señor quien le ha mostrado su favor. En el Evangelio, el Señor, ante la petición de los leprosos, les indica que vayan a cumplir un precepto de la ley que no es otro que presentarse a

Creer y obedecer

La lectura del Evangelio de este domingo nos presenta dos afirmaciones de parte de Nuestro Señor Jesucristo. La primera que debe resultarnos familiar: “ Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería ” (Lc 17, 6). La segunda, en cambio, resulta un poquito más difícil de entender. Se trata de la figura del siervo. El argumento de nuestra reflexión sobre el Evangelio es sin duda alguna la fe. Poniendo en contexto este pasaje del Evangelio hemos de reconocer que el Señor responde a una petición de sus discípulos: “ Auméntanos la fe ”. A esa petición responde Nuestro Señor Jesucristo con la imagen del granito de mostaza. Si bien la fe no se puede cuantificar, el Señor quiere decir que por poco que crean en Dios pueden hacer cosas grandes. Así que no hay lugar para el desánimo sino más bien para la confianza. En segundo término, Nuestro Señor añade otra imagen, esta vez apel

"Murió el rico y lo enterraron"

Los dos personajes de la narración representan dos situaciones diametralmente opuestas: la situación acomodada del rico y la incómoda situación del pobre. El rico aparece aquí como un hombre cuyo ideal consiste en disfrutar de todo sin tener en cuenta a nadie. Lázaro es el pobre a quien el rico ha olvidado, pero de quien Dios sí se acuerda. Lo que ciertamente no recibía Lázaro era la menor prueba de un amor humano. Lo que el rico le negaba al pobre Lázaro se lo concedían, a su manera, aquellos perros que venían a lamerle las llagas. Abraham no atiende la súplica del rico y le hace ver que la diferencia entre su estado y el de Lázaro es una exigencia de la divina justicia. Tampoco serviría enviar un mensaje a sus parientes para advertirles del peligro que corrían, pues el que no escucha a los profetas, tampoco escucha, aunque le hable un muerto resucitado. Muchos vieron los milagros de Jesús y, sin embargo, no creyeron en él. No debemos reducir la enseñanza de esta narración ejemplar a

Lo material tiene una importancia relativa

Las lecturas de este domingo nos invitan a considerar un aspecto importante de nuestra vida. Las cosas materiales tienen una importancia relativa: son necesarios, pero de ninguna manera son lo más importante. En la primera lectura, el profeta Amós (8, 4-7) hace una denuncia dura y mordaz contra aquellas personas que tienen como objetivo en su vida obtener el mayor provecho económico incluso aprovechándose de la necesidad del prójimo. Como podemos apreciar, la humanidad no ha cambiado mucho. De igual manera, escuchamos en el Evangelio como el Maestro quiere ponernos en alerta de que no es compatible la búsqueda incontrolada de dinero con servir al Señor con todo el corazón. De hecho, el Señor expresa el aforismo " nadie puede servir a dos señores. nadie puede servir a Dios y al dinero " (Lc 16, 13). No cabe la menor duda de que los bienes materiales, también el dinero, son necesarios para la vida de cada hombre. Nuestra condición humana es también material y por ello nec

Aprender de María

Hoy en Venezuela celebramos la Solemnidad de nuestra Santa patrona: Nuestra Señora de Coromoto. El pasaje del Evangelio que escuchamos en nuestra Santa Misa de hoy (Lc 2, 15-19) termina como una virtud de María: meditar todas las cosas en el corazón. Al igual que nuestra Santa Madre, todos nosotros tenemos la experiencia de diferentes eventos a lo largo del día y de nuestra vida. No siempre tenemos la disposición de detenernos a reflexionar cómo podemos nosotros asimilar esos eventos. Muchas de esas experiencias nos afectan en mayor o en menor medida. A veces nos roban la paz del alma. Podemos correr el riesgo de vivir solo de impulsos o de reacciones momentáneas que no van precedidos de una adecuada reflexión. Nosotros como creyentes no podemos dejar de lado el hecho de que todo lo que ocurre en nuestra vida ocurre para nuestro bien (Ron 8, 28). Si ante un evento difícil o duro no podemos percibir la parte buena, es un indicativo de que es necesario que nosotros nos pongamos

Nuestra determinación de seguir a Jesús

 Las lecturas de este domingo se sirven de imágenes que pueden enriquecernos en muchísimos aspectos. En el pasaje del Evangelio escuchamos la enseñanza de Nuestro Señor quién, con el lenguaje propio de su época, nos pide que tengamos determinación para seguirle. Efectivamente, si prestamos atención, el Señor habla de preferirle a la familia, a tomar la cruz de cada día y a tener un amor especial hacia Él. La primera imagen que utiliza el Maestro es la de no preferir a la familia por encima de Él. En algunas versiones se utiliza el verbo odiar. El Señor quiere ponernos en alerta para que los vínculos humanos no supongan un obstáculo para seguirle y cumplir su voluntad. La segunda imagen que utiliza el Señor es la de tomar la cruz de cada día. Es una llamada de atención por parte del Maestro para que las injusticias a las que podemos estar sometidos, incluso de manera diaria, no impidan o entorpezcan la determinación de ser santos, cumpliendo su Palabra. La tercera imagen que nos present

La soberbia, gran enemigo del alma

 Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre la virtud de la humildad. En la primera lectura (Eclo 3, 19 - 21. 30 – 31), el autor invita a la humildad con criterios puramente humanísticos, también válidos para nosotros hoy: serás más apreciado que el hombre con dinero y alcanzarás el favor de Dios, además de ser una persona proclive a escuchar. En el pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 14, 1. 7– 14), el Señor propone dos ejemplos sobre cómo debe ser el alma del creyente. En primer término, una persona que se cree más importante de lo que es que recibe un duro golpe de realidad: el anfitrión le anuncia que ha ocupado un puesto que no le pertenece. En segundo término, el Maestro propone un camino nuevo en donde no debe prevalecer el interés sino la generosidad: invitar a las personas que no puedan corresponder. La soberbia es un pecado capital, es decir, que es la fuente de muchos otros pecados. Si lo pensamos un poco, la soberbia lleva al orgullo, a la vani

Evitar la presunción a toda costa.

  El pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 13, 22– 30) es una invitación para que nosotros alejemos de nuestra vida un pecado muy feo que se llama la presunción. En el Evangelio escuchamos la parábola del Señor Jesús que desconoce algunas personas que pretenden entrar al banquete una vez que la puerta se ha cerrado. Esas personas le dicen que lo conocen y que han estado cerca de Él pero la respuesta del Maestro es tajante: " Les aseguro que no sé quienes son ustedes " (Lc 13, 24 - 27). La presunción es un pecado que consiste en tener la certeza de que por lo que se hace ya se ha alcanzado la salvación. En otras palabras, un fiel está seguro de qué no irá al infierno sino que irá derecho al cielo porque cree ciegamente que se ha portado bien en todo y no le hace falta la ayuda de Dios para la salvación. La gravedad de este pecado es de tal naturaleza que el hombre, llevado por su orgullo y su soberbia, no reconoce jamás cuando se ha equivocado, cuando actuado mal y cuando h

Es hermoso saber rectificar

 Este domingo, las lecturas de la Santa Misa nos propone unos pasajes de la Sagrada Escritura ricos en mucho contenido. Hoy quiero hacer mi reflexión sobre la primera lectura de nuestra Misa (Jer 38, 4-6. 8-10). El relato del Rey Sedecías es la alegoría perfecta de lo que sucede con frecuencia en la vida de los hombres. Estamos expuestos a las influencia de malas personas, al igual que el rey: algunos se acercan a él a pedir la muerte de Jeremías porque con sus palabras deja en evidencia su mal proceder. Y el rey no se opone. Afortunadamente también estamos expuestos a la influencia de buenas personas, como las que se acercaron al rey para pedir que salvara al profeta Jeremías. En la práctica es imposible encontrar alguna persona que no cometa errores. La condición humana es la que es: no somos perfectos. Podemos, y es seguro, que nos equivoquemos y ofendemos a Dios. El hecho de que esto ocurra no quiere decir que tenemos un derecho a equivocarnos. Nadie tiene derecho a equivocarse: en

La fe de los creyentes

En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos unos pasajes de la Sagrada Escritura con una riqueza y profundidad especial.   La reflexión que quiero proponerte hoy es sobre la fe, la fe de los creyentes. La fe como escuchamos en la segunda lectura de nuestra Santa Misa de hoy es " La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven " (Heb 11, 1). La fe es, sobre todo, certeza: se trata de la firme convicción de que Dios es bueno, que nos ama, que nos ha prometido la felicidad eterna y que aceptar la salvación que Él nos propone da un significado nuevo y diferente a nuestra vida. Por esta razón la vida del creyente no puede ser igual a la de una persona que no tiene fe. El que no tiene fe no espera la salvación y sus actos no valen la vida eterna. No sucede así con nosotros: porque esa certeza nos acompaña nuestra vida va siempre iluminada con la voluntad de Dios. En el Evangelio el Señor nos invita a estar en

Los pies en la tierra y el corazón en el cielo

1️⃣ En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos unas reflexiones sobre nuestra actitud hacia las cosas materiales. 2️⃣ En la primera lectura (Qoh 1, 2; 2, 21-23) escuchamos una reflexión sapiencial sobre los bienes que son objeto del afán de una persona. El autor hace saber que la naturaleza misma de las cosas materiales implica que no podemos hacer uso de ellas después que termine nuestra existencia sobre la Tierra. Por eso dice que amasar riquezas sin sentido es una auténtica vaciedad. 3️⃣ En la segunda lectura (Col 3, 1-5. 9-11), escuchamos como San Pablo afirma que una consecuencia de haber puesto nuestra fe en Cristo Jesús es la de dar una importancia relativa a las cosas de este mundo. No dice que no sean importantes sino que no deben ser el objeto principal de nuestra vida. _"Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porq

La oración de intercesión

En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos una de las prácticas que siempre ha existido en nuestra fe y que, en la vivencia de los creyentes, está siendo olvidada. Se trata de la oración de súplica o de intercesión. La oración de intercesión es la petición que elevamos ante Dios en favor de otro (Catecismo de la Iglesia Católica 2635).  En la primera lectura, del libro del Génesis (18, 20-32), escuchamos el pasaje donde Abraham intercede ante Dios por una ciudad que sería destruida por la forma inmoral de vivir que existía en ella. Es, sin duda alguna, el mejor ejemplo de lo que significa la oración de intercesión: Abraham eleva continuamente la súplica al Señor para obtener su favor. En el Evangelio de hoy (Lc 11, 1-13) escuchamos el pasaje donde el Señor Jesús, después de enseñarnos la oración del Padre Nuestro, nos propone la parábola del amigo inoportuno. Termina diciendo el Maestro: “ Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su

No es solo hacer cosas

  Un error muy común que descansa en el imaginario de la gente es el hecho de que la vida cristiana –el seguir a Jesús– se reduciría solo a hacer cosas o a remediar necesidades de índole material. De este modo, es recurrente el hecho de que se le recrimine a la Iglesia (toda Ella) el hecho de que no destine absolutamente todos sus bienes (no importa si queda en la indigencia) a subsanar los males del mundo, en concreto, dos: el hambre y las enfermedades. De hecho, afirman algunos voceros de esa manera de pensar, no hacerlo implica una falta de testimonio y un motivo para que la gente no crea. Esa manera de pensar, atea por demás, deja de lado el hecho de que, viviendo en este mundo, los bienes materiales resultan necesarios para el cumplimiento de la principal misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia: anunciar el Evangelio.  El resultado de evangelizar es que cada persona tenga un encuentro transformador con Cristo Jesús y tenga una relación personal con Él. Eso lo llamaban antes v

No es difícil

  Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos proponen una serie de temas para nuestra reflexión, todas ellas profundas y enriquecedoras. Me detendré en uno, que resulta importante por su sencillez: Dios no nos pide imposibles. En el Evangelio (Lc 10, 25-37) una persona, que conocía perfectamente la ley de Israel, se acerca al Señor para ponerlo a prueba. El Señor le responde remitiéndose a su propia ciencia y al responder el doctor de la ley con una frase sencilla, él mismo quedó en evidencia. Y en la primera lectura (Dt 30, 10-14), Moisés dice claramente que el Señor no pide imposibles: “ Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, de modo que pudieras decir: '¿Quién subirá por nosotros al cielo para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Ni tampoco están al otro lado del mar, de modo que pudieras objetar: '¿Quién cruzará el mar por nosotros para que nos los traiga, los escuchemos

Anunciar con la confianza puesta en el Señor

 El Evangelio de hoy (Lc 10, 1-12. 17-20) es muy rico en ideas, al referirse al anuncio del mensaje de salvación de nuestro Señor. Comienza el evangelio de nuestra Santa Misa con una frase que habremos escuchado miles de veces a lo largo de nuestra vida: “ La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos ”. Y todos estamos más que claros en que el dueño de los campos es Dios mismo y que nunca habrá suficientes personas que anuncien el mensaje de salvación. Es un deber de todo cristiano pedir por los sacerdotes, por los religiosos y misioneros, y que nunca falten vocaciones a su Iglesia. Ahora, bien, como nos recuerda la Santa Madre Iglesia, es un deber de todo cristiano anunciar el mensaje de Cristo, cada cual según su propia condición. Y es, en este punto, donde los seguidores de Cristo Jesús se muestran reacios, a veces con excusas bastante ridículas. Todos, absolutamente todos, podemos y debemos dar testimonio

Libre y con todo

Las lecturas de nuestra Santa Misa nos ilustran sobre las actitudes para el seguimiento a Cristo Jesús. Y aunque cada quien podría identificar múltiples características de esa respuesta a Jesús, solo me limitaré a dos. La primera: la respuesta al Señor es libre. Y debe serlo. Y es tal vez este sea el punto donde los que reciben el mensaje de Cristo les cuesta entender o poner en práctica. Ordinariamente los seres humanos funcionamos con muchas previsiones. Es normal. Cuanto más podamos tener el control de lo que hacemos, gozamos de la certeza de que no habrá nada que haga perder el confort del que disfrutamos. Es por eso que las cosas de las que no podemos tener el control absoluto generan desconfianza. Cuando el Señor pide la disponibilidad de no depender de muchas cosas, los que reciben el llamado no siempre se encuentran cómodos y es por eso que la respuesta inicial no siempre es sí. En las lecturas de hoy escuchamos diferentes actitudes: Eliseo se toma un tiempo para renunciar a to