Lo material tiene una importancia relativa

Las lecturas de este domingo nos invitan a considerar un aspecto importante de nuestra vida. Las cosas materiales tienen una importancia relativa: son necesarios, pero de ninguna manera son lo más importante.

En la primera lectura, el profeta Amós (8, 4-7) hace una denuncia dura y mordaz contra aquellas personas que tienen como objetivo en su vida obtener el mayor provecho económico incluso aprovechándose de la necesidad del prójimo. Como podemos apreciar, la humanidad no ha cambiado mucho.

De igual manera, escuchamos en el Evangelio como el Maestro quiere ponernos en alerta de que no es compatible la búsqueda incontrolada de dinero con servir al Señor con todo el corazón. De hecho, el Señor expresa el aforismo "nadie puede servir a dos señores. nadie puede servir a Dios y al dinero" (Lc 16, 13).

No cabe la menor duda de que los bienes materiales, también el dinero, son necesarios para la vida de cada hombre. Nuestra condición humana es también material y por ello necesitamos de los bienes materiales: alimentos, vestidos, calzado, un techo donde vivir. Y para obtenerlos habrá quienes los producen y hay quienes trabajan para obtener dinero para adquirir lo necesario. Es la dinámica clásica de la economía.

Ahora bien, el que sea necesario no quiere decir que esté fuera del orden justo querido por Dios. A ninguna persona le es lícito obtener lucro de la necesidad de otra persona. De hecho, ese es uno de los pecados que claman al cielo. El que produce debe cobrar lo justo por su trabajo, el que comercia debe pedir lo justo por la mercancía, el patrono debe pagar lo justo a su empleado. Cualquier distorsión implica no obedecer lo que Dios quiere para los hombres.

Siempre podemos tener la tentación de convertir el dinero en nuestro dios particular: trabajamos para el dinero, servimos al dinero, nos desvivimos por el dinero, nuestra vida solo podría encontrar sentido si adquirimos más dinero. Una persona que piensa y actúa así no puede seguir a Cristo con todo el corazón y con todo el ser. En realidad, el Señor nos aconseja que con el dinero ayudemos a los necesitados para que con ello nos ganemos la vida eterna (Lc 16, 9).

Nosotros hemos de estar atentos a cualquier conducta consciente o inconsciente que signifique ganar a costillas de los demás, especialmente del necesitado.

No debemos olvidarlo: no podemos servir a Dios y al dinero.

Que Dios nos bendiga hoy y siempre.

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