Mirar al futuro con confianza

 

Las lecturas del Evangelio de hoy nos ofrecen unos contenidos muy profundos de los que cada quien puede obtener reflexiones de mucho provecho. No obstante, quiero compartir contigo dos ideas.

La primera lectura de nuestra Santa Misa (Is 35, 1-6a. 10) nos invita a hacer nuestra la esperanza cristiana en la victoria definitiva de Cristo Jesús. El profeta anuncia a Israel que las dificultades del tiempo presente son pasajeras y que el alma del creyente debe confiar en que el Señor pagará con creces la fidelidad: Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado.

Esa es la certeza que acompaña a los creyentes en Cristo Jesús. Nosotros tenemos la conciencia de que esta vida no es ni será perfecta, sino que estará llena de adversidades y dificultades junto con momentos de gozo y alegría. Ahora bien, esa esperanza cristiana, para poder ser vivida correctamente, debe ir acompañada de dos actitudes que también nos enseñan hoy los pasajes de la Sagrada Escritura.

La primera actitud es la paciencia. La paciencia no es solo esperar, sino que es la fortaleza del alma ante la adversidad que se mantiene firme en la búsqueda del fin. Y la paciencia cristiana es la fortaleza en la adversidad con la confianza puesta en la salvación que Cristo me ofrece. Y es lo que escuchamos en la segunda lectura (Sant 5, 7-10): Sean pacientes hasta la venida del Señor… Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca.

Por ello, nuestra experiencia del mal es diferente de la experiencia del mundo. Para el mundo, el mal es fatalidad absoluta, mientras que para el creyente es algo pasajero, porque la victoria de Cristo es definitiva, y es una prueba que puede fortalecer mi alma. En la adversidad podemos sentirnos abatidos pero la fe en Cristo Jesús nos lleva a reponernos y a seguir adelante hasta alcanzar la victoria definitiva.

La segunda actitud a la que nos invita a nuestro Señor Jesucristo es a poner las cosas en la justa perspectiva. Hablando de Juan el Bautista (Mt 11, 2-11) el Maestro ayuda a sus discípulos a ver a Juan desde la justa perspectiva: desde los ojos de Dios. “¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él”.

Como hombres corremos el peligro de buscar las razones o las explicaciones desde un punto de vista estrictamente horizontal o humano. Y podemos enredarnos en nuestros razonamientos. A eso los venezolanos solemos llamarle “ahogarse en un vaso de agua”. Para poder alimentar y fortalecer la esperanza cristiana nosotros hemos de poner todos los hechos de nuestra vida en la justa perspectiva que no elimina los factores humanos pero que no se queda con la apariencia o con lo que cada quien desea que sea. Hay que poner las cosas también en la perspectiva correcta: la perspectiva del creyente.

Solo de esta manera podremos nosotros mirar al futuro con confianza. Porque somos pacientes, con fortaleza cristiana, y porque ponemos las cosas en justa perspectiva. De esta manera podremos así mirar todos los eventos de nuestra vida con la confianza puesta en la victoria definitiva de Cristo que viene.

Que el Señor Jesús nos bendiga hoy y siempre.

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