Evitar a toda costa la hipocresía religiosa

 Las lecturas de la Misa de hoy como siempre tienen una riqueza particular. Sea la primera lectura que el Evangelio hablan de la profecía sobre el Mesías y su cumplimiento. Sin embargo, ambas lecturas suponen también una invitación a evitar la hipocresía religiosa que es también un peligro que podemos correr en este tiempo de Navidad.

Ajaz, rey de Judá, fue un rey muy malo. Dice la Biblia que “sus hechos no fueron rectos a los ojos del Señor, su Dios” (2Re 16, 2). Al ver su reino en peligro, no dudó el profanar el Templo de Jerusalén saqueando todos los utensilios de oro y plata para ofrecerlo como un presente al rey de Asiria para que lo ayudara en la guerra (2Re 16, 7 – 8). Ese es el rey a quien se dirige el profeta en la primera lectura (Is 7, 10-14).

A pesar de ser un rey malo e idólatra, Dios le ofrece la oportunidad de volver a Él y confiar en su providencia. El profeta le dice que pida una señal, y el rey –todo un caradura– le dice que no quiere tentar al Señor. Y de ahí el reclamo del profeta: “¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios?”. Ajaz quería presentarse como una persona recta y piadosa.

Contrasta completamente con la conducta de José que escuchamos en el Evangelio (Mt 1, 18-24). José, ante la situación difícil de ver a su esposa embarazada, con tal de no perjudicarla, sopesaba abandonarla para que a los ojos de los demás, recayera la culpa en él y no en María. El Señor le hace saber que no le ha sido infiel y que eso forma parte del proyecto de salvación. José actúa en consecuencia.

La hipocresía religiosa supone una maldad especial por dos razones. La primera, porque se trata de la intensión ineficaz de tratar de engañar a Dios, que no puede ser engañado. Y, en segundo lugar, es un pésimo testimonio y lleva a que otras personas dejen de creer o renuncien en cualquier modo a conocer a Jesús y formar parte de la comunidad de creyentes.

Cercana la Navidad, es necesario que nos detengamos a pensar sobre el sentido de lo que hacemos. La Navidad es el nacimiento de Cristo. La actitud de muchísimos creyentes mira más a lo material que a renovar el encuentro con Cristo Jesús. Y eso no está bien.

Sea la primera lectura que el Evangelio de hoy nos invitan a considerar que el centro está en Jesucristo. La Navidad seguiría siendo el nacimiento de Cristo, aunque no hubiese comida, ni juguetes ni ropa para estrenar. Porque esas cosas no son la Navidad.

Sea propicia esta última semana de Adviento para volver a dar importancia a lo que es importante Cristo Jesús. Quitémonos de la cabeza y del corazón la idea de que la Navidad son cosas materiales. La Navidad es Cristo Jesús que nace.

Que el Señor Jesús que viene nos bendiga siempre.


Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo