La soberbia, gran enemigo del alma
Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre la virtud de la humildad. En la primera lectura (Eclo 3, 19 - 21. 30 – 31), el autor invita a la humildad con criterios puramente humanísticos, también válidos para nosotros hoy: serás más apreciado que el hombre con dinero y alcanzarás el favor de Dios, además de ser una persona proclive a escuchar.
En el pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 14, 1. 7– 14), el Señor propone dos ejemplos sobre cómo debe ser el alma del creyente.
En primer término, una persona que se cree más importante de lo que es que recibe un duro golpe de realidad: el anfitrión le anuncia que ha ocupado un puesto que no le pertenece.
En segundo término, el Maestro propone un camino nuevo en donde no debe prevalecer el interés sino la generosidad: invitar a las personas que no puedan corresponder.
La soberbia es un pecado capital, es decir, que es la fuente de muchos otros pecados. Si lo pensamos un poco, la soberbia lleva al orgullo, a la vanidad, a la hipocresía, a la mentira...
Ciertamente, una persona que se cree muy superior a lo que es no solo tomará decisiones equivocadas, sino que se convertirá también en un factor de distorsión en la comunidad o en el grupo donde se desenvuelve.
La soberbia fue lo que hizo que un ángel se convirtiera en el príncipe de los demonios.
La soberbia se convierte en un serio obstáculo para que nosotros podamos ser la mejor imagen de Cristo. La soberbia cierra los oídos del corazón para escuchar la Palabra que el Señor quiere que tomemos en consideración para cambiar nuestra vida para mejor.
Una persona presa de la soberbia no tendrá como punto de referencia la Palabra del Señor sino su único y específico criterio. Eso lo llama el Santo Padre el defecto de la autorreferencialidad.
Somos seguidores de Cristo Jesús. Si queremos ser la mejor imagen de Él en medio del mundo debemos alejar la soberbia de nuestra vida porque se convierte en un enemigo brutal. Si somos soberbios, ponemos una barrera entre Cristo y nosotros.
Que Jesús nos bendiga hoy y siempre.
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