Evitar la presunción a toda costa.

 El pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 13, 22– 30) es una invitación para que nosotros alejemos de nuestra vida un pecado muy feo que se llama la presunción.

En el Evangelio escuchamos la parábola del Señor Jesús que desconoce algunas personas que pretenden entrar al banquete una vez que la puerta se ha cerrado. Esas personas le dicen que lo conocen y que han estado cerca de Él pero la respuesta del Maestro es tajante: "Les aseguro que no sé quienes son ustedes" (Lc 13, 24 - 27).

La presunción es un pecado que consiste en tener la certeza de que por lo que se hace ya se ha alcanzado la salvación. En otras palabras, un fiel está seguro de qué no irá al infierno sino que irá derecho al cielo porque cree ciegamente que se ha portado bien en todo y no le hace falta la ayuda de Dios para la salvación.

La gravedad de este pecado es de tal naturaleza que el hombre, llevado por su orgullo y su soberbia, no reconoce jamás cuando se ha equivocado, cuando actuado mal y cuando ha ofendido a Dios gravemente. En otras palabras, cierra su corazón a la Palabra de Dios y no quiere dejar que su corazón sea transformado.

El cristiano católico debe ser lo suficientemente humilde para saber reconocer cuando el Señor le pide algún cambio en su vida. Si alguien se cree perfecto, entonces no será capaz de escuchar la voz del Señor.

Como recientemente ha dicho el Papa Francisco: "Sin humildad no se puede encontrar a Dios, no se puede hacer experiencia de salvación, y no se puede encontrar ni siquiera al prójimo, al hermano y a la hermana que viven al lado de nosotros" (tuit 20.8.2022).

Todos estamos necesitados de permanente conversión para ser mejores imagen de Jesucristo. Pero si nosotros nos creemos perfectos jamás podremos ser como Cristo quiere. Así que evitemos la presunción a toda costa.

Que Jesús nos bendiga hoy y siempre.

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