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Como María...

Hoy nos unimos a toda la Iglesia en la solemnidad de Santa María, madre de  Dios. Justo ocho días después de la celebración del nacimiento del Nuestro Señor Jesucristo. A los ocho días del nacimiento, todo varón israelita debía ser circuncidado. La razón es porque Dios lo pidió a Abrahán: sería la una señal de la alianza que hacía con él y sus descendientes (Gn 17, 9-14). Era el modo en que pasaban a formar parte del Pueblo de Dios. Y ese es el relato que escuchamos en el Evangelio de Dios. Ese gesto tiene un contenido esencialmente religioso. Escuchamos también un gesto especial de la Virgen María al que debemos prestar atención. Dice el pasaje del Evangelio: “ María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón ” (Lc 2, 19). Ella, al igual que San José, estaban presenciando una serie de eventos fuera de lo normal y que habrían causado fuertes emociones a cualquier persona. Muchas de esas experiencias no se la habrían imaginado jamás. María pudo verse abrumada por t

Los valores de la familia edifican la sociedad

 Este domingo, el primero después de Navidad, la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. No es difícil suponer la razón: nacido el Niño Jesús, la familia crece. Ahora es José, María y Jesús. En las lecturas de la Santa Misa de hoy, escuchamos algunos consejos de la Sagrada Escritura no solo para la crianza de los hijos, sino para fortalecer los vínculos naturales de la familia. El amor, reconocimiento y respeto de los esposos (Col 3,12-21), el respeto religioso de los hijos a los mayores: padres y abuelos (Ecl 3,2-6.12-14), y la atención y educación de los padres hacia los hijos (Lc 2,41-52). En la Sagrada Familia encontramos un ejemplo de como ponerlo en práctica, que como podemos ver en el Evangelio, no está exento de errores. La razón es muy sencilla: la realidad es muy rica y variada y es imposible prever todas las situaciones. En la práctica, siempre habrá errores, que pueden enmendarse con las herramientas mas sencilla: diálogo, perdón, corrección. Una cosa qu

Hijo de Dios e hijo de María

El tiempo de adviento es un momento especial para conocer mejor a Jesucristo. Y las lecturas de hoy nos ayudan en ese sentido. La primera lectura (Miq 5,1-4) nos dice que ya desde antiguo, se había anunciado que el Mesías —Jesús— nacería en Belén. Y así fue. La segunda lectura, de la carta a los Hebreos (Heb 10,5-10), nos dice que Jesús, al hacerse hombre, se mostró dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Por esa disposición, “ todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre ”. Por esa ofrenda de su propia vida todos podemos hacer nuestra la salvación que Cristo nos ofrece. En el Evangelio (Lc 1,39-45), escuchamos de labios de Isabel que Jesús, además de hijo de Dios es hijo de María: “ ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? ”. Pero no solo eso, sino que, en esa misma pregunta, Isabel declara que Jesús es Dios mismo que se ha hecho hombre. Todavía podemos profundizar más. María había concebido a Jesús pocos días antes, cua

Adviento es también poner "la casa en orden"

El domingo pasado reflexionábamos sobre la figura de Juan Bautista quien debía preparar el pueblo de Israel para la llegada del Señor. Y decíamos que era un llamado a hacer un examen de conciencia, para identificar las cosas que son un obstáculo para que podamos encontrarnos con Cristo Jesús. Hoy avanzamos un paso más: adviento es poner la casa en orden. No me refiero a arreglar físicamente nuestra morada, cosa que suele hacerse en estos tiempos decembrinos. Me refiero a la casa de nuestra alma. En el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Lc 3,10-18), muchos se acercaban a Juan Bautista y su mensaje de conversión tocaba corazones. Algunos le preguntaban qué debían hacer y la respuesta era sencilla: haz lo que debes hacer y no actúes mal. Los seres humanos del siglo XXI somos complejos pues hemos dejado que otros valores (que no son importantes) y antivalores adquieran relevancia en el día a día. Se trata de eliminar lo que no es importante y rectificar. A las fuerzas del orden, Juan

Quitarnos el lastre

A lo largo de nuestra vida, año tras año, vamos modificando nuestro modo de ver las cosas y vamos asumiendo valores y criterios, no necesariamente buenos. El hecho es que supone una carga muy dura y desgastante. Hay lastres diferentes, todos ellos inútiles e innecesarios. Uno es la moda: un esfuerzo (económico y físico) sin sentido por pretender agradar a otros solo por “aprobación”. Otro lastre es la ideología: asumir unos criterios sin fundamento alguno y tratar de interpretar la vida, volviéndonos esclavos de una idea. Otro lastre más moderno: las redes sociales que causa dependencia y se busca la aprobación mediante unos likes . En todo caso, estamos hablando de una serie de criterios que no nos hacen ser libres. Verdaderamente libres. Esas y muchas otras cosas más, pueden suponer un obstáculo para encontrarnos con Jesús y escuchar su mensaje. En la primera lectura, el profeta invita al pueblo a quitarse el “vestido de luto y aflicción” y a vestirse de “las galas perpetuas de la gl

Cristo vino y vendrá

Inicia hoy un tiempo litúrgico nuevo: el Adviento. Es un camino espiritual para disponer nuestro corazón a celebrar el Nacimiento de Cristo. Hoy es el primer gran paso en ese camino. Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos hablan de las dos venidas de Cristo anunciadas en la Sagrada Escritura. La primera venida anunciada (Jer 33,14-16) ya tuvo lugar: el vástago de David, Jesús, nació de Santa María Virgen. Es el cumplimiento de las promesas que hizo Dios a los Patriarcas, al rey David y al Pueblo de Israel y Judá: El León de Judá, Hijo de David, es rey eterno de justicia y de paz. El Señor Jesús nos anuncia su segunda venida: “ Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria ” (Lc 21, 27). Los eventos “apocalípticos” que el Señor dice que acompañarán a su venida indican que no cabrá duda de que todos los hombres de la faz de la tierra percibirán físicamente la presencia del Señor con poder y majestad. Cabe preguntarnos: Y entre una y otra venida, ¿qué hace

El reinado de Cristo Jesús

 Hoy nos unimos a toda la Iglesia en la celebración de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. La Sagrada Escritura, toda ella, anuncia y proclama el Reinado de Dios sobre el mundo y sobre la humanidad. La visión de Daniel que escuchamos en la primera lectura es una muestra de ello (Dan 7,13-14). De una manera más explícita, la visión de San Juan proclama que, al final, Cristo Jesús será el rey (Ap 1,5-8). De hecho, Jesús es el Rey de reyes y Señor de Señores (1 Tim 6, 15). Como dice Jesús, su reinado no es de este mundo. Ya lo escuchamos en los labios de Cristo Jesús: “ Mi reino no es de este mundo ” (Jn 18, 36). Los criterios de su mensaje no son y no deben ser interpretados como si fuese un ideario político. Siempre ha sido una tentación a lo largo de la historia leer la fe o el seguimiento a Jesús como si fuere una especie de partido político. El Reinado de Cristo es un reinado voluntario: “ Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de l

No olvidemos el futuro hoy

Desde siempre ha existido en la humanidad una tendencia de olvidarse del futuro, limitando la visión de la vida solo al momento presente. La filosofía hedonista, es decir, aquella que invita a vivir y gozar el placer presente como si no hubiera un mañana, ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Para los seguidores de esta filosofía, la religión cristiana ha sido un enemigo a vencer. Y es claro el por qué: El mensaje de Cristo nos invita a poner la mirada y el corazón en el futuro que Dios nos tiene prometido si somos fieles. Para ese modo de pensar y vivir el respetar un código de conducta (el Credo y los Mandamientos) resulta una aberración, porque el verdadero placer, según ese modo de ver y vivir, es el que no conoce límites. Las lecturas de la Misa de este domingo nos recuerdan lo efímero de este mundo y la llamada a considerar la vida futura. Eso no es una negación de que podamos disfrutar el momento presente: es una invitación a vivir el momento presente, a disfrutarlo a pleni

Lo grandioso no siempre es valioso

Una gran tentación que tenemos todos los seres humanos es pensar que, porque algo haya costado mucho dinero o sea mucho más vistoso, es más valioso. Y así, algunos padres piensan que un regalo más caro o más grande es más valioso que cualquier otra cosa. Y no es verdad. En realidad, es más valioso el tiempo y la dedicación que pueda hacer papá o mamá por sus hijos. Eso no tiene precio. En las lecturas de hoy, el Señor nos enseña esas dos cosas:  En primer lugar, que no siempre lo más vistoso es sinónimo de lo mejor . Para Dios Nuestro Señor no vale más una grandiosa oferta que la ofrenda de la propia vida. En la primera lectura (1Re 17,10-16), el profeta Elías pide a la viuda de Sarepta que le dé de comer. La viuda le dice que solo tienen para comer y echarse a morir. Elías le dice que el Señor recompensará su sacrificio y así fue. De igual manera, el Maestro contrapone las grandes ofrendas sin sacrificio personal con pequeño óbolo de la viuda: ésta dejaba la vida ante el Señor en cont

La meta está clara

A lo largo de nuestra vida, podemos correr el riesgo de distraernos y no tener presente la meta. Las distracciones pueden provenir de pequeños o grandes avatares, intereses, emociones, etc. Y en nuestra vida religiosa, ocurre exactamente igual. En la época en que el Señor Jesús peregrinó por Tierra Santa, los estudiosos de la Sagrada Escritura habían llegado a un nivel tan absurdo que discutían cual podría ser el mandamiento mas importante de la ley. Algunos afirmaban que todos eran iguales, otros que habían algunos más importantes que otros, pero no coincidían en su apreciación. No es raro que un escriba (un estudioso de la ley mosaica) tuviese dudas. En el Evangelio de hoy (Mc 12, 28b-34) un escriba le hace la pregunta al Señor. El Maestro le recuerda una oración —el Shemá Yisrael— que los israelitas repetían muchas veces durante el día (Deut 6,2-6). Junto al mandamiento de “ amar a Dios sobre todas las cosas y con todo el corazón ”, Jesús pone el “ amor al prójimo como a uno mismo ”

Soltó el manto...

 En el Evangelio de nuestra Santa Misa escuchamos el hermoso pasaje del ciego Bartimeo (Mc 10,46-52). A las afueras de la ciudad de Jericó, sabiendo que era el Señor que pasaba, le pide que tenga misericordia de él. Y lo hace insistentemente. Los viandantes interceden por él ante Jesús, y el Maestro accede a encontrarse con Bartimeo. Hay un pequeño gesto que el Evangelista menciona: soltó el manto . El manto era una indumentaria muy útil en la época en la que el Señor peregrinó por el territorio de Israel. Servía para protegerse del polvo y el viento, para conseguir sombra o para tenderlo sobre una superficie y descansar. No es extraño que Bartimeo tuviese un manto. Una cosa tan útil en ese momento preciso para el encuentro con el Maestro es desechada por Bartimeo. Para un ciego, encontrarse envuelto en un manto resulta una situación muy incómoda si tiene necesidad de moverse con rapidez. Bartimeo quería encontrarse con Jesús en ese momento y el útil manto se convierte en un obstáculo.

Las pruebas

En el Evangelio de este domingo (Mc 10,35-45) escuchamos la petición particular de los hermanos Santiago y Juan. Piden a Nuestro Señor que los tenga en un puesto preferencial cuando reine sobre el universo. Ante esa petición poco usual, Nuestro Señor Jesucristo les pregunta si ellos serán capaces de superar la prueba por la que el Señor también ha de pasar. Santiago y Juan responden que sí serán capaces. Entonces el Señor les aclara que ese puesto preferencial no corresponde a Él concederlo. Esa prueba a la que hace referencia Jesús sin duda se trata de su pasión. El Señor les hace saber que ellos también entregarán su vida. Y el Maestro lo llama prueba porque, como es comprensible, la firmeza de nuestra fe medirá en ése y en otros momentos de adversidad. L a condición de creyente en Cristo Jesús implica que nuestra vida estará llena y acompañada de críticas, de rechazos, de difamación, de ofensas… y todo ello es por nuestra condición de seguidores de Cristo y miembros de la Igl

Aunque la mona se vista de seda...

 Un refrán ampliamente conocido reza: aunque la mona se vista de seda, mona se queda . Ello quiere decir que por más que se intente disfrazar la realidad, las cosas seguirán siendo lo que son. La sociedad actual se ha dejado llevar por múltiples ideologías, muchas de ellas hunden sus fundamentos en actitudes y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios. El objetivo de esas ideologías es contradecir los valores que han fundamentado la sociedad. Uno de esos tantos valores son los valores morales dejados por Jesucristo a su Iglesia.  El hecho es que hoy los valores tradicionales y cristianos sufren un ataque que, personalmente, califico de irracional. Sociedades y gobiernos gastan millones en promover esas ideologías y crear un aparato legal para callar las voces disidentes y en algunos casos, calificar como delito la defensa de los valores cristianos. Un punto que reconocen hasta los mismos promotores de esas ideologías es que contradicen hasta la misma naturaleza. Para superar ese

Variedad y Discernimiento

 En las lecturas de hoy encontramos dos situaciones muy similares y ambas nos invitan a discernir nuestras opiniones y decisiones.  En la primera lectura (Num 11,25-29) Josué le pide a Moisés que prohíba a Eldad y Medad que profeticen porque no estaban en el mismo lugar con los otros profetas del pueblo de Israel. Moisés invita a Josué a purificar las intenciones: No se va a poner celoso, antes bien, expresa el deseo de “ ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor ”. En el Evangelio (Mc 9, 38-43. 45. 47-48), se narra cómo Juan vio a una persona que expulsaba demonios en el nombre de Cristo Jesús. Juan dice a Jesús que prohibieron a esa persona que siguiera haciendo esas liberaciones porque no formaba parte del grupo de los Apóstoles. Jesús le dice a Juan: “ No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí ”. En ambos casos, la respuesta fue un no razonado. Todos est

El mal en el mundo no es obra de Dios

Las lecturas de hoy nos dan la respuesta a una de las interrogantes que los ateos, agnósticos y detractores de Dios se han hecho con el ánimo de cuestionar su omnipotencia o su bondad. Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué hay tanto mal en el mundo? Para poner las cosas en su justa medida, el punto de partida es éste: Dios nos hizo libres para que pudiéramos autodeterminarnos a la búsqueda del bien. El que nosotros podamos libremente hacer algo bueno es lo que hace que esa acción sea meritoria. Tiene mérito porque yo he decidido libremente hacer el bien. Evidentemente, los humanos podemos hacer mal uso de nuestra libertad. Erróneamente podemos realizar malas acciones creyendo que hacemos bien. Y es en este escenario donde se halla la distorsión: las malas acciones de cada uno siempre tienen una repercusión social, en mayor o en menor medida. En la primera lectura de nuestra Misa de hoy, escuchamos cómo una serie de personas decide acechar al justo porque les hace ver su mal comport

Y tú, ¿quién dices que soy Yo?

 Ésta es la pregunta con la que el Señor interpeló a sus Apóstoles después de sondear lo que decían los otros. Y allí se hizo adelante Pedro (Mc 8, 27-35). La fe –ya lo hemos repetido hasta la saciedad– no se trata de un simple reconocimiento intelectual, de saber, de tener noticias. La fe es algo más profundo y más comprometedor. Afirmar que se cree en la Divinidad de Jesucristo implica afirmar también que Dios nos ha hablado y su Palabra permanece para siempre. No cabe pues un relativismo en la observancia de sus palabras. Ya desde los inicios de la Iglesia hubo una especie de enfrentamiento entre los que decían que no era necesario hacer tanto cuanto creer en Jesús, y los que decían que la fe en Jesús conlleva asumir una nueva vida, dejando atrás todo lo que nos aleja de Dios. Santiago es consciente de ese enfrentamiento y le pone punto final: “ ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? ” Y llega hasta hacer un reto: “ Tú

Dios nos ha enseñado el camino

 Las lecturas de hoy nos muestran la “debilidad” que tiene el Señor por los hombres que sufren un agobio, físico o espiritual. En el Antiguo Testamento, Dios había establecido por medio de Moisés una serie de normas para que los israelitas no se burlaran de los discapacitados, ni se aprovecharan de las personas vulnerables, llamadas los huérfanos y las viudas. En múltiples pasajes, el Señor hacía saber que quien se aprovechara del pobre y del desvalido tendría que vérselas con Él. Jesús, el Mesías, mostraba su amor hacia los olvidados del pueblo: enfermos, discapacitados, odiados por ser pecadores (7, 31-37). Eso daba cumplimiento a las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Santiago, en su carta, invita a no hacer distinciones de ningún tipo, especialmente las que provienen de la posición social (Stgo 2, 1 – 5). Hoy muchas personas, en las redes y otros modos de opinión, han expresado una crítica, además de injusta, absurda. Esa consiste en negar la existencia de Dios o la “util

La fe y la vida

  Desde hace muchos años, la Iglesia viene alertando sobre un peligro que se cierne sobre Ella. Ese peligro lo llaman “divorcio entre la fe y la vida”. Este peligro tiene una doble manifestación. La primera manifestación de este divorcio es el no cumplir la Voluntad de Dios con el pretexto de que cada quien puede interpretarlo a “su manera”. Esto es muy grave, porque bien sabemos que la fe, si no se vive, es muerta, y si no se lleva a la práctica es engañarse, porque a Dios no se le puede engañar. Este llamado de atención lo hace la pluma incisiva de Santiago: “ Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos ” (Stgo 1, 22). El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que este divorcio es causa de que muchos no crean en el mensaje de Cristo. La segunda manifestación de este divorcio es la introducción y sustitución de la verdadera fe por otras práctica

La decisión de seguir a Jesús

  Las lecturas de la Santa Misa se hoy hablan de una encrucijada en la que se invita a los fieles a decidir. En la primera lectura, después de que Josué, siguiendo los mandatos de Yahweh, logró la conquista de la tierra prometida, reunió a todo el Pueblo de Israel. Ya estaban en la tierra que Dios había prometido a Abrahán. Josué les puso en una encrucijada: “ Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Eufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes habitan? En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor ” . El Pueblo de Israel recordando todos los prodigios que Yahveh hizo ante sus ojos hizo su opción en ese momento de seguir a Dios. En el Evangelio de hoy, después de haber escuchado de labios del Señor que para tener vida eterna es necesario comer su carne y beber su sangre, muchos de sus discípulos no quisieron seguir con Él. Conminó a sus após

La Asunción de la Virgen María

Los cristianos católicos tenemos en muy alta estima la persona de María, Madre de Dios. Su disponibilidad para poner en práctica la Voluntad divina, que hasta el mismo Señor Jesús resalta, es un ejemplo a seguir para todos los creyentes: escuchar la Palabra y ponerla en práctica (Lc 11, 28). Ciertamente, la asunción de María al cielo no se narra en la Sagrada Escritura, pero no es menos cierto que, como enseña San Pablo, nuestra fe nos lleva a la firme esperanza de que “esto mortal se vista de inmortalidad” (1Co 15, 54). Nosotros creemos que Ella se ha revestido de inmortalidad, porque el Señor ha hecho en Ella maravillas (Lc. 1, 49). Además de cantar la grandeza de María todas las generaciones (Lc. 1, 48), debemos considerar esa actitud de Ella de estar pronta a cumplir las indicaciones del Altísimo. En el Evangelio del día, Isabel proclama eso: ¡Dichosa tú que has creído! (Lc 1, 45) Hoy, este fundamento de nuestra espiritualidad de ve atacado por múltiples ideologías, que cuest

El pan que da la vida (Jn 6, 48)

Las lecturas de hoy nos presentan la figura del pan como alimento para continuar el camino y como alimento que da la vida eterna. En la primera lectura (1Re 19, 4-8) ante el clamor de Elías por el agotamiento en su travesía por el desierto, el Señor Dios le ofrece pan y agua como alimento para recobrar las fuerzas y continuar el camino. En el Evangelio, escuchamos parte del llamado discurso eucarístico. El Señor se sirve de dos expresiones, ambas vinculadas con la vida eterna. La primera, es creer en Él: Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. La segunda, es la imagen del pan: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida. El punto de partida, necesario por demás, es la fe en Cristo Jesús. Reconocer a Cristo como Dios y Salvador, aceptar la salvación que nos propone, es lo que da sentido a todo. De hecho, sin esa fe en Cristo Jesús la Eucaristía no tend

Renovar nuestra mente (Ef 4, 23)

               La carta a los Efesios resulta una especie de catecismo básico para los cristianos del s. I. San Pablo recuerda a todos los creyentes las cosas más fundamentales: la acción omnipotente de Jesucristo que nos ha reportado la salvación, salvación que es para todos, judíos o no, y que nos ha hecho un solo pueblo construyendo un vínculo de unidad: una solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre.              San Pablo recuerda también la actitud fundamental del creyente en Cristo Jesús: si aceptamos a Cristo, si hemos hecho de Él nuestro Señor, entonces no podemos vivir como personas paganas. Si aceptamos a Cristo renunciamos al pecado; si aceptamos a Cristo, nos apartamos del mal vivir. Con el bautismo hemos hecho una ruptura con el hombre viejo (el viejo yo) y aceptamos vivir como el hombre nuevo en Cristo (el nuevo yo).              ¿Cómo hacer esa transformación? ¿Cómo poner en práctica esa conversión a la que nos invita Cristo Jesús? La respuesta:

El particular testimonio del apóstol Santiago

Hoy, en toda España y en algunas Diócesis como la de Caracas, celebran la solemnidad del Apóstol Santiago. El único apóstol de Cristo del que se narra su martirio, el primero de los apóstoles en alcanzar la victoria definitiva. En la primera lectura escuchamos una de las máximas que debe guiar la vida de todos los creyentes: es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (Hech 4, 19). Es una invitación a no ceder ante los miedos y las opiniones mordaces y negativas de los hombres, sino más bien dar testimonio de Cristo Jesús. Los malos creyeron que matando a uno de los apóstoles acabarían con la Iglesia naciente. No cayeron en la cuenta de que Dios ve mucho más lejos, y que de lo que aparentemente era un mal, hizo que durante siglos se mantuviera viva la fe en muchos lugares de Europa. Como creyentes, debemos tener la certeza de que Dios sabrá sacar más provecho de las pequeñas o grandes acciones que hagamos. “ Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se

Les pondré pastores

  Las lecturas de este domingo ponen de relieve la figura del pastor. Y sobre eso haremos una pequeña reflexión. Ha sido voluntad de Dios servirse de mediaciones humanas para realizar su plan de salvación. Ya en el Antiguo Testamento observamos que el Señor elige a personas concretas para ir construyendo la historia de Israel y la historia de su Providencia Salvadora. Escogió a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés, a los jueces y a los profetas. Esa es la voluntad de Dios. Una religiosidad que se fundamente en una relación directa con Dios o de una religión sin pastores es una utopía. En la práctica, este tipo de manifestaciones tienen como objetivo la creación de una religión a propia medida. Naturalmente, la voluntad del Señor es escoger personas para destinarlas a su servicio en favor de los hombres. En las páginas del Evangelio leemos que el Señor Jesús escogió, de entre sus discípulos, a doce para que fueran sus apóstoles. La elección del Señor no implica necesariamente que l

Para ser profeta es necesario confiar en el Señor

 En las lecturas de este domingo llama la atención que, para los que han sido llamados a anunciar a Jesucristo (todos nosotros), el único requisito es la confianza en el Señor. El profeta, quien lleva un mensaje de parte de Dios, debe confiar en el poder de quien lo envía. En el Antiguo Testamento no había profetas que tuvieran una preparación especial (salvo Ezequiel y Daniel). En la primera lectura de hoy (Amós 7, 12-15), escuchamos a Amós decir que su oficio era el de pastor y cultivador de higos (un campesino, pues). Entre los Apóstoles escogidos por el Señor no destacaba ninguno por sus particulares habilidades. La mayoría eran pescadores, uno era cobrador de impuestos, otro era un guerrillero. Santiago y Juan eran llamados “hijos del trueno” por el carácter belicoso que tenían. Como verás, ninguno de ellos tenía dotes para destacar como prodigio.  Todos los profetas del Antiguo Testamento tienen un denominador común: no obstante los titubeos iniciales, todos ellos confiaron en Di

Contra la terquedad y la obstinación, firmeza en la voluntad

  Las lecturas de nuestra Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre una actitud que podemos encontrar en las personas que nos rodean y que no creen en Cristo Jesús. Las personas que no son creyentes y que además no quieren creer, expresan su rechazo manteniendo una actitud obstinada y terca reafirmando su resistencia a creer en el mensaje de Cristo Jesús. En la primera lectura (Ez 2, 2-5), Yahweh hace saber al profeta Ezequiel que entiende perfectamente que el pueblo es terco y obstinado. El pueblo de Israel había decidido apartarse de los mandamientos de Dios. Ante los reiterados llamados que hacía el Señor por medio de los profetas, el pueblo manifestaba su negativa sea de palabra que de obra. A pesar de todo ello: “ A ellos te envío para que les comuniques mis palabras ” (Ex 2, 4). La terquedad y obstinación pueden adquirir diversos matices. El más evidente es expresar, mantener y reafirmarse en la negativa de creer en Cristo Jesús. El terco se negará a atender hechos y argume

Todos podemos ser Jairo

El Evangelio de nuestra Misa de hoy (Mc 5,21-43) nos muestra dos caras de la experiencia que todos los seres humanos tenemos. Se trata de la experiencia del mal, en este caso, el mal físico. En primer lugar, tenemos a la hemorroísa, quien experimenta en primera persona una enfermedad que le ha causado un gran daño por mucho tiempo. En segundo lugar, tenemos a Jairo cuya alma se siente agobiada por el mal que le aqueja a una persona muy querida: su hija. Ambos se acercan al Señor. La primera, con la con la esperanza de ser sanada. El segundo, para pedir una gracia para su hija que ve cercana a la muerte. Me detendré un momento en la persona de Jairo. Jairo se acerca a Nuestro Señor. Le pide la sanación de su hija. Jesús tarda un poco en atenderlo por el encuentro con la hemorroísa. En ese lapso breve, le dicen a Jairo que su hija ha fallecido y las personas, supuestamente amigas, intentan apartarle del Señor. El Maestro, no obstante la noticia, pide a Jairo que confíe en Él: « No temas;

No todo está bajo nuestro control

 Una de las grandes mentiras que ofrecen algunos “gurú” y con frecuencia se ve en las redes sociales, es hacer creer a las personas que ellos tienen el control de todas las cosas que ocurren. Y la experiencia se encarga de convencernos de lo contrario. Ciertamente, Dios nos hizo libres y con unas facultades para que pudiéramos ejercer el dominio sobre las cosas. Inteligencia para comprender la realidad, voluntad para llevar a cabo nuestras intenciones. Ahora bien, no todo depende de nosotros. La vida nos enseña que hay variables que no están bajo nuestro dominio y que, inevitablemente, influyen en nosotros. Unas veces, el impacto es pequeño; otras veces, el impacto es mayúsculo. Especialmente éstas últimas producen un gran efecto en nuestro ánimo. Eso lo suelen llamar “la experiencia del fracaso”. Y cuando nos afectan personalmente, es decir, nuestra existencia vital suele denominarse “tribulación”. Son los momentos de tribulación los que nos dan la convicción de que las cosas nos supe