Las pruebas

En el Evangelio de este domingo (Mc 10,35-45) escuchamos la petición particular de los hermanos Santiago y Juan. Piden a Nuestro Señor que los tenga en un puesto preferencial cuando reine sobre el universo.

Ante esa petición poco usual, Nuestro Señor Jesucristo les pregunta si ellos serán capaces de superar la prueba por la que el Señor también ha de pasar. Santiago y Juan responden que sí serán capaces. Entonces el Señor les aclara que ese puesto preferencial no corresponde a Él concederlo.

Esa prueba a la que hace referencia Jesús sin duda se trata de su pasión. El Señor les hace saber que ellos también entregarán su vida. Y el Maestro lo llama prueba porque, como es comprensible, la firmeza de nuestra fe medirá en ése y en otros momentos de adversidad.

La condición de creyente en Cristo Jesús implica que nuestra vida estará llena y acompañada de críticas, de rechazos, de difamación, de ofensas… y todo ello es por nuestra condición de seguidores de Cristo y miembros de la Iglesia. Por lo tanto, no debe extrañarnos en modo absoluto que nuestra vida sea la expresión evangélica de cargar nuestra cruz de cada día.

En todo caso, no hemos de olvidar que también en el mundo las personas tienen que luchar contra la adversidad, si bien no por motivos religiosos o de discriminación. Una ecuación que va en la naturaleza humana es que las cosas valiosas requieren sacrificio. Dicho de una forma más jocosa: en el único lugar en el que éxito está antes que sacrificio es en el diccionario.

Ante la crítica de los otros apóstoles hacia Santiago y Juan, el Señor aprovecha para enseñarles que el distintivo del cristiano es el servicio. El creyente no debe poner como norma general de su vida los criterios del mundo, sino las enseñanzas del Maestro. Así, nuestra vida también ha de encontrar su plena realización en la búsqueda del bien de los demás: en el servicio. Ciertamente, puede correr el peligro de que otras personas se aprovechen de la bondad de los creyentes, pero nunca puede ser un motivo para que dejemos de seguir las enseñanzas de Jesús.

Ya lo sabemos: nuestra vida estará llena de pruebas y serán un paso necesario para alcanzar la victoria definitiva. Y una de las cosas en las que ha de distinguirse el creyente es en el servicio, es decir, en procurar el bien para los demás.

Que Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo