El mal en el mundo no es obra de Dios

Las lecturas de hoy nos dan la respuesta a una de las interrogantes que los ateos, agnósticos y detractores de Dios se han hecho con el ánimo de cuestionar su omnipotencia o su bondad. Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué hay tanto mal en el mundo?

Para poner las cosas en su justa medida, el punto de partida es éste: Dios nos hizo libres para que pudiéramos autodeterminarnos a la búsqueda del bien. El que nosotros podamos libremente hacer algo bueno es lo que hace que esa acción sea meritoria. Tiene mérito porque yo he decidido libremente hacer el bien.

Evidentemente, los humanos podemos hacer mal uso de nuestra libertad. Erróneamente podemos realizar malas acciones creyendo que hacemos bien. Y es en este escenario donde se halla la distorsión: las malas acciones de cada uno siempre tienen una repercusión social, en mayor o en menor medida.

En la primera lectura de nuestra Misa de hoy, escuchamos cómo una serie de personas decide acechar al justo porque les hace ver su mal comportamiento (Sb 2, 12.17 -20). No es difícil apreciar que la decisión de agraviar a una persona piadosa no es obra de Dios, sino fruto de la libre decisión de las personas. El mal no proviene de Dios sino del mal uso de la libertad de los hombres.

En la segunda lectura (St 3, 16 – 4, 3), Santiago nos dice que el mal es el resultado del pecado en el corazón: “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males”.

El remedio al mal en el mundo es poner a Jesucristo y su mensaje en el corazón. En el Evangelio (Mc 9, 30 – 37), el Señor responde a una pregunta que originó la discusión de los Apóstoles: ¿quién es el más importante? La respuesta del Maestro es sencilla: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Cuando la actividad del hombre se presenta y se enfoca en clave de amor y servicio, la situación cambia. La búsqueda del bien de todos implica necesariamente la disminución del mal en el mundo. Ahora bien, es importante precisar cuál es la mejor manera de buscar el bien de otra persona.

Tengámoslo presente siempre: el mal en el mundo no proviene de Dios, es consecuencia de la acción de los seres humanos. Poniendo a Cristo Jesús y su mensaje en el corazón, podemos poner remedio y hacer de nuestra comunidad, nuestra sociedad y nuestro mundo un lugar mejor para todos.

Que el Señor Jesús nos bendiga hoy y siempre.


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