Dios nos ha enseñado el camino

 Las lecturas de hoy nos muestran la “debilidad” que tiene el Señor por los hombres que sufren un agobio, físico o espiritual.

En el Antiguo Testamento, Dios había establecido por medio de Moisés una serie de normas para que los israelitas no se burlaran de los discapacitados, ni se aprovecharan de las personas vulnerables, llamadas los huérfanos y las viudas. En múltiples pasajes, el Señor hacía saber que quien se aprovechara del pobre y del desvalido tendría que vérselas con Él.

Jesús, el Mesías, mostraba su amor hacia los olvidados del pueblo: enfermos, discapacitados, odiados por ser pecadores (7, 31-37). Eso daba cumplimiento a las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Santiago, en su carta, invita a no hacer distinciones de ningún tipo, especialmente las que provienen de la posición social (Stgo 2, 1 – 5).

Hoy muchas personas, en las redes y otros modos de opinión, han expresado una crítica, además de injusta, absurda. Esa consiste en negar la existencia de Dios o la “utilidad” de la religión por el mal que sufren muchísimas personas bajo regímenes dictatoriales, eventos naturales o la pandemia. Esgrimen que si Dios es bueno por qué ocurren esas cosas.

La respuesta es sencilla: Dios nos hizo libres. Si pretendemos que Dios nos proteja o realice todas nuestras pretensiones, en realidad no queremos un dios, sino una especie de esclavo o mayordomo. Y, además, gratis.

Nadie puede pedirle a Dios que haga el trabajo que nos corresponde hacer. Si hay personas necesitadas, debemos ayudarlas, en los diferentes modos y maneras que podamos cada uno. Los gobernantes deben actuar con ética y en la búsqueda del bien común, con temor de Dios. Si un gobernante roba o es un delincuente, no es culpa de Dios sino de quienes lo eligieron o quienes permiten que esté en ese puesto obrando el mal. A cada quien lo que le corresponde.

Está en nuestras manos poder hacer algo para aminorar el mal en el mundo. No hacerlo no es cristiano. Culpar a Dios es absurdo e injusto. Dios nos ha enseñado el camino.

¡Bendiciones para todos!


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