Para ser profeta es necesario confiar en el Señor
En las lecturas de este domingo llama la atención que, para los que han sido llamados a anunciar a Jesucristo (todos nosotros), el único requisito es la confianza en el Señor. El profeta, quien lleva un mensaje de parte de Dios, debe confiar en el poder de quien lo envía.
En el Antiguo Testamento no había profetas que tuvieran una preparación especial (salvo Ezequiel y Daniel). En la primera lectura de hoy (Amós 7, 12-15), escuchamos a Amós decir que su oficio era el de pastor y cultivador de higos (un campesino, pues). Entre los Apóstoles escogidos por el Señor no destacaba ninguno por sus particulares habilidades. La mayoría eran pescadores, uno era cobrador de impuestos, otro era un guerrillero. Santiago y Juan eran llamados “hijos del trueno” por el carácter belicoso que tenían. Como verás, ninguno de ellos tenía dotes para destacar como prodigio.
Todos los profetas del Antiguo Testamento tienen un denominador común: no obstante los titubeos iniciales, todos ellos confiaron en Dios y no en sus particulares dotes. Ellos tenían la conciencia de que hablaban en nombre de Dios, ellos debían ser fieles y Dios se encargaría del resto. Los Apóstoles actuaron de igual manera: confiaban absolutamente en Cristo Jesús, en quien habían puesto su fe.
El Señor Jesús quiso educar a sus Apóstoles en la confianza absoluta en Él. En las indicaciones que Jesús da a sus Apóstoles destaca ésta: “Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica” (Mc 6, 8 -9). El éxito de su labor no dependerá de lo que tengan, de las previsiones que tomen o de los medios o instrumentos con los que cuenten, sino de la confianza que tengan a su Palabra. Y la enseñanza es válida para nosotros hoy.
Los cristianos católicos hoy (laicos y clérigos) suelen desanimarse por la adversidad: piensan que la carencia de medios implicará la ineficacia del anuncio del Evangelio; o que las personas que adversan a Jesucristo o su Iglesia tienen más y mejores argumentos. Esa actitud es un indicativo de que pensamos en criterios humanos. Hemos de pensar con los criterios de Cristo Jesús.
No tengamos miedo a hablar de Jesús, de su Palabra, de su doctrina, de su Iglesia. No dependerá de nuestra elocuencia, sino de nuestra confianza en Él.
Y que Jesús te bendiga y te guarde.
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