Entradas

Mostrando entradas de 2024

¿Y por qué no dispone desde ahorita?

 Hoy, junto con toda la Iglesia, celebramos la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, rey del universo. Todos los creyentes en Cristo Jesús reconocemos, como dice la Sagrada Escritura, que todo está y estará bajo su poder. Ahora, podríamos hacernos la pregunta: Si todo está bajo su poder ¿por qué no comienza a mandar desde ahorita? ¿Por qué no evita tanto mal en el mundo?  Es una pregunta válida y la respuesta correcta no siempre es del agrado de todos o es aceptada por todos. Para poder comprenderla es necesario entender dos cosas.  En primer lugar, el reinado de Cristo no es como los reinos de este mundo, como lo escuchamos en el Evangelio de Nuestra Santa Misa (Jn 18, 33b-37). El reinado de Cristo es especial: el Señor es rey de aquellos que lo aceptan como tal. Un corazón en el que no hay lugar para Cristo Jesús, no forma parte del Reino de Dios. Por eso, cuando nos encontramos con algunas personas que intentan culpar a Cristo o a Dios Padre de los males del mundo, ellos tendrán q

Vamos a resucitar

  Nosotros, los cristianos católicos, en nuestra profesión de fe, creemos firmemente como verdadero que al final de los tiempos todos hemos de resucitar. Lo recitamos en el credo cuando decimos: "creo en la resurrección de los muertos". Prácticamente, en la totalidad de las religiones existe la convicción de que hay una vida después de esta vida. Ahora, nos diferenciamos de esas religiones porque creemos, además, en el juicio final y en la resurrección para la vida futura. Básicamente, seremos quienes somos ahora, pero sin las limitaciones propias de lo material: no nos vamos a enfermar, ni tendremos hambre ni sed; tampoco nos vamos a cansar y tendremos el mayor motivo para estar felices que no es otra cosa que estar con Cristo Jesús. Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo nos ha enseñado también que este mundo, tal cual lo conocemos, va a tener un fin. Y el final de este mundo va a coincidir con su segunda venida. El Señor se sirve del modo de hablar de su época para hac

Confiar en Dios en lo que hacemos

 Una actitud necesaria en el creyente es la confianza en Dios, especialmente cuando implica un sacrificio personal. Y las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre ese particular. En la primera lectura (1Re 17, 10-16) escuchamos como el profeta pide a una viuda en Sarepta que le dé de comer, cuando apenas ella tenía para sí y para su hijo. Ante la razonable queja de la viuda, el profeta le pide que tenga confianza en el Señor, que no la abandonará en este momento difícil. Dice el pasaje que no le faltó a la viuda la harina y el aceite suficiente para superar la hambruna de aquellos días.  En el Evangelio (Mc 12, 38-44) escuchamos como el Maestro teje una alabanza de una pobre viuda que deja una pequeña ofrenda en la alcancía del Templo de Jerusalén, pequeña a los ojos de los hombres, pero grande a los ojos de Dios. Se deja entrever, en las palabras del Señor, que esa viuda ha hecho un gran sacrificio para dejar esas pocas monedas. Ciertamente nosotros en nuestra vida nos movemos

Dios siempre primero

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos invitan a considerar un punto bastante descuidado en el día de hoy. Dios siempre es primero. En el Evangelio (Mc 12, 28b-34) escuchamos cómo un escriba, es decir, una persona que se dedica al estudio de la ley de Israel, se acerca al Maestro para preguntarle cuál de los mandamientos es el más importante. La pregunta tiene su razón de ser. Entonces como ahora, había personas que veían la Sagrada Escritura de modo diferente y a veces se olvidaban de lo esencial. Entre las discusiones que se daban en esa época estaban algunos que defendían la esencial igualdad de todas las prescripciones de la ley de Moisés, mientras que otros establecían la superioridad de algunas normas. No era una pregunta banal acercarse a un rabí y preguntar su opinión sobre este controvertido tema. El Maestro le contesta sensatamente, citando de la Sagrada Escritura un pasaje que servía de oración a los israelitas quienes la repetían con frecuencia durante el día. En el

Reconocer a Jesús

 El punto de partida fundamental para los cristianos es reconocer a Jesucristo tal cual es. Nuestro trato y nuestro seguimiento a Cristo Jesús dependerá de cómo le reconozcamos.  Para un buen número de bautizados nuestro señor Jesucristo resulta alguien prácticamente desconocido. Hablan de Él como lo harían de cualquier otro personaje de la historia. No lo hacen como alguien importante en su vida. El resultado es inevitable su seguimiento a Cristo Jesús es prácticamente nulo.  En el evangelio de hoy escuchamos una situación peculiar. El camino que sube de Jericó a Jerusalén era una ruta muy concurrida. Era el camino que recorrían los peregrinos para subir a la Ciudad Santa. Muchas personas que sufrían algún tipo de discapacidad se sentaban a la vera del camino a pedir limosna a los transeúntes. Esa era la situación de Bartimeo, el ciego del cual escuchamos en el evangelio de nuestra misa de hoy. Con toda seguridad habría muchísimos discapacitados en esa ruta. Y seguramente habría muchí

Mantengamos firme la profesión de nuestra fe.

 Todos, en mayor o en menor medida, hemos experimentado algunas ocasiones en las que se pone a prueba nuestras propias convicciones. De hecho, no es raro que algunas personas se sientan decepcionadas porque confiaban en la bondad de alguna persona o en la eficacia de algún producto o institución. También, por lo que se refiere nuestra fe en Cristo Jesús, muchas veces habremos experimentado y experimentaremos que nuestra fe se pone a prueba. En no pocos momentos de nuestra vida vamos a sentir que las situaciones pueden superarnos. La diferencia entre la persona que tiene fe y la persona que no lo tiene está en la esperanza en Cristo Jesús. En la segunda lectura, tomada de la carta a los hebreos, el autor invita a tener confianza en Cristo Jesús que está a la derecha del Padre y que se muestra cercano a nosotros porque él mismo también padeció la adversidad.  En el Evangelio escuchamos cómo ante la petición de la madre de los hijos del Zebedeo, el Señor pregunta a Santiago y a Juan: &quo

La sabiduría que Dios nos da

  El término sabiduría es bastante frecuente en la Sagrada Escritura. Y si bien en ella no se encuentra un significado preciso, puede entenderse que la sabiduría es un don de Dios a los hombres, para que estos puedan discernir su vida y los diversos acontecimientos que se presentan. Dios nos ama y de ello no podemos dudar jamás. Eso es un motivo de alegría. Ahora bien, uno de los elementos en los que Nuestro Señor nos deja para que podamos alcanzar la felicidad en esta tierra, es el don de la sabiduría. Queda de nosotros que hagamos fructificar ese don. La sabiduría nos concede ver todas las cosas desde los ojos de Dios –eso es discernimiento– y hallar un significado nuevo, pleno y satisfactorio a lo que ocurre en los diferentes momentos de nuestra vida. Y así tenemos una guía segura para ser felices y alcanzar la salvación. La primera fuente de la sabiduría como don de Dios está en la Sagrada Escritura: la Palabra. En ella, el Señor nos ha dejado suficientes elementos para que podamos

Difícil pero no imposible

  Las lecturas de nuestra Santa Misa de este domingo son una invitación inequívoca a considerar lo que el Señor quiere enseñarnos sobre el matrimonio. Aunque Nuestro Señor haya hablado de eso hace mucho tiempo, su enseñanza continúa plenamente vigente, aunque a muchos no le guste aceptarla. La voluntad de Dios sobre la unión del hombre y la mujer, nos enseña la Sagrada Escritura, ha sido el proyecto originario de Dios. De hecho, en la primera lectura del libro del Génesis (2, 18 - 24) podemos tomar en consideración tres detalles importantes. El primero es que el Creador afirma: "no es bueno que el hombre esté solo". En el relato del Génesis el hombre pone nombre a los animales de cada especie, pero no encontró nadie similar a él. Podríamos hacer muchas consideraciones de tipo psicológico, pero de momento nos baste con el hecho de que el Señor ha puesto en la naturaleza del hombre una tendencia a no vivir solo. El relato bíblico utiliza la figura según la cual la mujer f

No a la envidia

 La Iglesia siempre ha tenido muy claro que el seguimiento a Cristo Jesús no ha de ser solo una cuestión externa, sino que requiere una actitud interior que sea el origen de nuestro comportamiento. Por eso, la lucha del cristiano no va solamente en un cumplimiento externo de los mandamientos sino también en la pureza del corazón.  De esta manera puede ofenderse a Dios cuando nuestros sentimientos nos alejan de Él. Un hombre que tiene el corazón lleno de odio, de venganza, de rencor o de envidia ofende al Señor porque esos sentimientos no dejan espacio para un trato con Cristo Jesús. Además, pueden convertirse en una fuente de conductas pecaminosas.  Hoy las lecturas de la Misa nos invitan a estar atentos a uno de esos sentimientos malos: la envidia. La envidia es la tristeza en el alma por el bien ajeno. El envidioso no es feliz porque cae en la cuenta de que otra persona posee un bien o hace algo bueno. Y eso es precisamente lo que critican los pasajes de la Sagrada Escritura que escu

La impiedad, causa de todos lo males

 La impiedad, en la Sagrada Escritura, es el desprecio a Dios y todo lo relacionado con Él. Se trata de algo más que ateísmo: se trata de un rechazo a la religiosidad. Desde hace ya muchísimo tiempo los estudiosos del hombre han determinado que el verdadero fundamento de la moralidad de una persona se haya en su fe, sea cual sea. De esta manera, una persona que no reconoce un poder superior sobre sí no tendrá más referente moral que sí mismo y sus caprichos. Una persona carente de fe no encontrará ningún problema en acudir a medios ilícitos con tal de obtener lo que quiere. En la primera lectura de nuestra Misa (Sab 2, 12. 17-20) escuchamos cómo unas personas impías manifiestan querer secuestrar y torturar a una persona solo porque piensa y actúa diferente y manifiesta tener su fe en un Dios Todopoderoso y Salvador. En la segunda lectura, tomada de la carta del apóstol Santiago (3, 16-4, 3), se advierte que la ausencia de Dios en la vida de una persona es el origen del desorden las ren

El respeto religioso

Hay un hecho que podemos constatar todos. Existe una tendencia según la cual cualquier persona puede permitirse opinar sobre materia religiosa. Y ese tipo de personas creen que su opinión vale algo. No es raro encontrarse, entonces, a personas que le indican al sacerdote como ellos consideran que debería ejercer su ministerio. También, y es el caso más frecuente, puedes encontrarte personas que te dirán que ellos son mejores cristianos a pesar de que no vayan a Misa ni cumplan los mandamientos. Y la razón en la que se fundamentan es porque ellos tienen algunas prácticas religiosas, pocas, pero que ellos consideran que es más que suficiente. Eso es lo que se llama doctrina humana. Para entendernos mejor: la doctrina humana es aquella palabra de hombre que pretende ocupar la Palabra de Dios para erigirse en la voluntad divina. Y eso es lo que critica el Señor. Nuestro Señor Jesucristo reclama a los judíos de su época el que ellos le prestan más atención a las tradiciones humanas qu

Siempre es una decisión

  Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre un elemento presente en nuestra vida de fe. Seguir al Maestro, así como alejarse de Él, es siempre la consecuencia de una decisión. En la primera lectura de hoy (Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b), Josué, el gran conductor del pueblo de Israel a la muerte de Moisés, una vez que ya han conquistado la Tierra prometida, reúne al pueblo para recordarles algo importante. El pueblo ha llegado hasta aquí en compañía del Señor Dios de los ejércitos. Y Josué le reemplaza a decidir a quién van a servir: si al Dios único y Todopoderoso o, por el contrario, a los dioses que encontraron en esa tierra. Josué da un testimonio elocuente: " En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor ". En el Evangelio (Jn 6, 60-69), escuchamos como el Señor habla a los judíos haciéndoles saber lo exigente de seguirle. Lo más duro para los judíos es liberarse de su modo de entender el mensaje de Dios para aceptar el camino novedos

No impulsivo, sino reflexivo

El Evangelio de nuestra Santa Misa continúa con el discurso del Pan de vida (Jn 6, 51 – 58). Es, sin duda, un elemento importante en la vida del creyente. Si no estamos unidos a Cristo Jesús, la vida de la gracia –esa familiaridad con Dios– estará ausente de nuestra vida. La segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios (5, 15 - 20), San Pablo nos invita a no dejarnos llevar por los criterios de este mundo. Invita San Pablo a ser más reflexivos y menos impulsivos a la hora de tomar las decisiones. De esta manera, nuestra vida no estará guiada por criterios irracionales sino por los criterios que marca Nuestro Señor. Es un defecto de nuestra sociedad dejarse guiar por frases hechas, bastante acomodaticias, solo para justificar el estado actual de las cosas o para encontrar una excusa para no hacer un esfuerzo por cambiar. Y esta es la razón por la cual se nos invita a no ser insensatos y a ser prudentes. Estoy seguro que más de una vez habremos escuchado una frase similar a es

Sanación interior

Las lecturas de nuestra Santa Misa sin duda invitan a considerar a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía como alimento que nos fortalece. No obstante, ello no resulta una receta mágica. No es un secreto para nadie que cuando nos acercamos a Nuestro Señor Jesucristo, ese encuentro nos aprovechará según la disposición con que nos acerquemos a Él. Si vamos con las mejores disposiciones, creceremos más interiormente, pero si lo hacemos como una cuestión de rutina y con poca atención, ese encuentro no nos aprovechará en nada. Todo lo contrario: resultará para nosotros en una forma de ir despreciando paulatinamente al Señor.  La segunda lectura de la Misa resulta provechosa. San Pablo invita a la comunidad de Éfeso a que saquen de su corazón todo tipo de resentimiento que pueda suponer un obstáculo para el encuentro con Cristo y la acción del Espíritu Santo (Ef 4, 31). Y es un punto importante a considerar en nuestra vida: para que nosotros podamos crecer en cada enc

Metanoia

  La segunda lectura de nuestra Santa Misa de hoy (Ef 4, 17.20-24) San Pablo hace una llamada de atención válida para nosotros hoy.  Nosotros vivimos en medio del mundo. Las formas de hacer y vivir del mundo suponen una constante tentación para los seguidores de Cristo Jesús. De tal manera que, como comunidad de creyentes, debemos estar atentos para no desdibujar el Evangelio de Cristo en favor de un cristianismo ateo. San Pablo recuerda a los cristianos de Éfeso que, cuando aceptaron el mensaje de salvación, ellos decidieron también dejar atrás las costumbres que significaban maldad y pecado. Y para ello tenían que alejar de su mente y su corazón los antiguos razonamientos para hacer propios la manera de pensar de Cristo Jesús. Eso es lo que se llama metanoia. No tiene ningún tipo de sentido afirmar que se es seguidor de Cristo y tener las mismas prácticas de antes. La conversión implica cambiar la manera de vivir y de pensar. En la Iglesia se encuentra siempre presente el peligro de

Dios se encarga del resto

La Palabra de Dios tiene como uno de sus centros principales el recordarnos que el Señor nos ama. Ese convencimiento debe acompañarnos siempre: Dios Todopoderoso nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo en expiación por nuestras faltas (1Jn 4, 10). Y el segundo polo del mensaje del Señor es: aceptado el mensaje de salvación, confía en Nuestro Padre aun cuando parezca que todo lo tienes cuesta arriba.  Hoy, sea la primera lectura (2Re 4, 42-44) que el Evangelio de nuestra Santa Misa (Jn 6, 1-15), nos invitan a considerar este aspecto de nuestra vida: si Dios nos pide que hagamos algo, hagamos lo que podemos. El Señor se encargará del resto. Los cálculos humanos son inevitables. Los apóstoles que hicieron una cuenta rápida, y no por maldad, sino para hacerle saber al Señor que les estaba pidiendo algo prácticamente imposible. Y Nuestro Señor aprovecha para darles una lección: el Maestro les pide que hagan lo que puedan, que Él se encargará del resto.  La situación era compleja porque ni s

El peligro de quedar vacíos por dentro...

 La Palabra de Dios siempre tiene una riqueza particular. Las lecturas de este domingo no son una excepción. De hecho, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre un elemento importante de nuestra existencia: Nuestra vida espiritual, nuestra vida de oración. Todos los seguidores de Cristo Jesús, y especialmente aquellos que han recibido una llamada para servir a los hermanos, estamos tentados a valorar más las actividades que están a la vista de otros. Y no es difícil descubrir las posibles razones, entre ellas que al poderse atribuir a nuestra actividad un determinado evento, podemos recibir el aplauso y las felicitaciones de los demás. Y entonces pueden ocurrir dos serios peligros. El primero nos lo advierte la primera lectura de la Santa Misa (Jer 23, 1-6): No dar la importancia justa a las cosas espirituales. El profeta Jeremías hace un llamado a los pastores de Israel porque han cambiado el orden de las preferencias: En lugar de cuidar al pueblo de Dios han introducido otros c

Anunciar a Cristo con confianza

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy son una invitación para que consideremos una parte importante de nuestra vocación de seguimiento a Cristo. No es otra cosa que poner en práctica el mandato de Cristo Jesús de anunciar a todos el mensaje de salvación. Sea la primera lectura (Amós 7, 12-15) que el Evangelio de nuestra Misa (Mc 6, 7 - 13), escuchamos la voluntad de Yahvé de mandar a Amós a predicar, por una parte, y la voluntad de Cristo Jesús de enviar a sus discípulos a llevar el mensaje a los pueblos de Israel, por otra. En ambos casos debemos prestar atención a un detalle: no existe ningún requisito especial para anunciar a Cristo Jesús. Amós era una persona que trabajaba en el campo, de hablar rudo y directo. Levantó tantas ronchas que Amasías, el sacerdote que cuidaba el templo cismático de Bethel, le increpó para que se fuese lejos.  En el Evangelio escuchamos una lección añadida de Nuestro Señor: manda a sus discípulos a predicar, pero les pide que no lleven nada extraord

Buscarán razones para no escuchar

 Los seres humanos somos complejos y por eso, en muchos casos, resulta imprevisible cual es la decisión que puedan tomar. Hay un estudio estadístico, por ejemplo, que dice que alrededor del 50% de los pacientes no cumple correctamente el tratamiento, decidiendo ellos cuál es la mejor manera de hacerlo. La sabiduría popular ha recogido en un refrán una actitud común de muchos: no hay peor sordo que quien no quiere escuchar. Y es cierto. Existen múltiples motivos por los que un sujeto no quiere escuchar lo que le dicen. Y las lecturas de hoy son un ejemplo de ello. En la primera lectura (Ez 2, 2-5), el Señor escoge al profeta Ezequiel para enviarlo a su pueblo y le advierte que son un pueblo muy terco. Ya en épocas pasadas no quisieron escucharle y que probablemente ahora tampoco quieran oír el mensaje que Dios tiene para ellos. Pero en todo caso, el profeta tiene que anunciarles a ellos el mensaje de parte de Dios. En el pasaje del Evangelio (Mc 6, 1-6), el Maestro se encuentra en su pu

No escuchar voces agoreras

 En el Evangelio de la Santa Misa de este domingo (Mc 5, 21-43), escuchamos el relato de dos curaciones que hace el Señor. La primera tiene que ver con una mujer que padecía de hemorragias y sufría mucho. Habiendo escuchado hablar del Señor, se acerca a Él para ser curada. La segunda curación responde a la petición del jefe de la sinagoga, Jairo, en favor de su hija quien estaba prácticamente en las últimas. El Señor responde a la petición y, yendo de camino, le hacen saber que la niña ya murió. Nuestro Señor, al final, devuelve la vida a esa niña y se la entrega a su padre.  Una de las actitudes más comunes en las personas que no tienen fe es la del derrotismo. Esa actitud tiene como principal indicador el siguiente: si no lo pude hacer con mis propias fuerzas, entonces, no es posible hacerlo, y a todo aquel que lo intente, le voy a repetir hasta el cansancio que no es posible.  Esa actitud derrotista lleva a veces a burlarse y hacer nacer en otros el sentimiento de desaliento. Cuando

El símil de la tormenta

 Las lecturas de este domingo son una clara invitación para que nosotros veamos la realidad y la experiencia de nuestra vida con otros ojos. Como escuchamos en la segunda lectura (2Co 5, 14-17), para los que hemos abrazado la fe en Cristo Jesús todo es nuevo. San Pablo nos invita a juzgar todas las cosas no solo con criterios humanos sino también con los criterios de la fe. De esta manera, el cristiano entiende que no todo está bajo su control y que no puede disponer de todas las cosas según su voluntad. Es necesario que entendamos que hay cosas que están fuera de nuestro dominio. Tal vez los momentos que nos llenan más de preocupación son aquellas que suponen de algún modo algún peligro para nosotros. Es tal vez el momento en que nos sentimos más vulnerables y es la ocasión más propicia para que nos acordemos de que hay Alguien que está por encima de todo y que es Todopoderoso. Y es eso precisamente lo que escuchamos en el Evangelio de nuestra Santa Misa (Mc 4, 35-41). El símil más pe

Formamos parte del Reinado de Dios

  Este domingo escuchamos algunas parábolas del Señor que tienen como objetivo explicarnos qué cosa es el Reinado de Dios. Aunque queramos saberlo todo de una vez, el Señor sabe que es mejor ir poco a poco. Tiene su sentido pedagógico: Si lo conocemos todo de una vez, solo lograremos satisfacer nuestra curiosidad, pero no crecemos interiormente. El Reinado de Dios, enseña el Maestro, es una comunidad que va creciendo sin que exista necesariamente una explicación científica: el Señor va transformando los corazones cuando son fieles a la gracia del Espíritu. A veces no requiere una razón en específico. En muchas ocasiones, personas buscan la paz, buscan llenar un vacío interior o encontrar algo que le dé sentido a la vida, no buscando necesariamente a Jesús. Pero son sinceras y honestas, y saben responder a las mociones del Espíritu. Y así va creciendo el Reinado de Dios. El elemento importante es cómo recibimos la Palabra y cuánto dejamos que dé frutos en nuestra vida. Si dejamos que el

El reino del mal y la Familia de Cristo

 Hoy las lecturas de la Santa Misa son ricas en contenido. Se podría reflexionar sobre múltiples temas, pero me detendré sobre un par de ellos. Las lecturas nos hablan de la existencia del demonio. Ya en la primera lectura (Gn 3, 9-15) escuchamos el relato conocido como el del pecado original, y allí, el autor sagrado quiere dejar constancia de que un ángel malo quiere apartar los corazones de los hijos de Dios. Y el pasaje del Evangelio (Mc 3, 20-35), el Señor no solo reafirma eso, sino que pone en evidencia la afirmación ridícula de que la acción de Cristo es obra del demonio. El Maestro afirma que el demonio tiene como razón de su existencia hacer que los hijos de Dios aparten su corazón y su vida del trato con Dios. Por eso, todo lo que pueda apartarnos del amor de Cristo tendrá el título de “demoníaco”. No obstante, eso, hay una situación peor: poner en duda el poder de Cristo y su salvación. Eso es lo que Cristo Jesús llama “blasfemia contra el Espíritu Santo”.  Al contrario de q

La obra del Espíritu Santo en nosotros

  Hoy, domingo de Pentecostés, resulta obligado hacer una reflexión sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Y el campo de reflexión resulta amplísimo: desde la acción en los sacramentos, hasta la guía de toda la Iglesia. Pero, elijo uno para compartir con todos. Supongamos que una empresa tiene una serie de empleados. El jefe descubre que entre ellos hay uno que es una eminencia en lo a informática se refiere. No obstante, sabiendo que la empresa tiene necesidad de una persona con sus cualidades, le deja en el mismo puesto irrelevante. Todos podríamos pensar que el jefe de esa empresa es un idiota y un incompetente. Y no nos faltaría razón. Una actitud similar es atribuible a los cristianos cuando no dejan que el Espíritu Santo actúe en ellos. Cuando un creyente pone como criterios de su vida los que son diferentes al mensaje de Cristo, le pone freno a la acción del Espíritu: Cuando solo confías en tus cualidades y tus fuerzas, impides la acción del Espíritu Santo. Cuando

Para que lo sigamos

 Hoy celebramos, como en muchos otros lugares del mundo, la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Y este hecho en la vida del Señor nos deja muchos puntos para nuestra meditación y crecimiento personal. Hay una actitud común que muchos padres hacen con sus hijos, sobre todo cuando estos se muestran miedosos o dubitativos a la hora de hacer alguna actividad. Y esa actitud es la siguiente: mostrarles que es posible hacerlo. Los padres lo hacen a la vista de sus hijos para que vean que es posible y que el miedo que tienen no es razonable. Algo similar ocurre con la Ascensión del Señor. Es una frase común en muchas personas al dudar de su propia salvación, decir que su destino es el infierno o algo similar. Lamentablemente, esa es una señal de que tienen una fe muy pequeña. La salvación para nosotros es posible porque Dios está dispuesto a perdonarnos siempre, porque hemos recibido la promesa del Padre que nos fortalece día a día, y, sobre todo, porque Cristo Jesús nos ha demostrado que sí

EL AMOR TIENE MEDIDA

 En la lectura del Evangelio de nuestra Santa Misa hemos escuchado el pasaje del Evangelio según San Juan (15, 9-17) en el que Nuestro Señor nos deja el mandamiento del amor. No queda duda que la palabra ‘amor’ tiene múltiples significados, no siempre coincidentes con el sentido bíblico. El amor, en la Sagrada Escritura, tiene un significado profundo y complejo que no siempre es fácil exponer. Dos de esos significados los hemos escuchado en las lecturas de la Santa Misa de hoy. El primer significado del amor es “vínculo perfecto” (Col 3, 14). Es la unión perfecta. Por eso, el Maestro no disfraza el vínculo perfecto con el Padre y el que pide que nosotros tengamos con Él: “ Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor ”. Hay un vínculo perfecto entre el Padre y su Hijo Jesucristo, y una invitación a nosotros para tener un vínculo perfecto con e

La imprescindible espiritualidad

 En la lectura del Evangelio de nuestra Santa Misa dominical (Jn 15, 1-8) escuchamos una imagen que el Maestro se atribuye a sí mismo: Jesús es la vid verdadera. La vida de los ramajes dependerá exclusivamente de su unión y vinculación con la vid: “ Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos ”. El pasaje de hoy repite con frecuencia el verbo permanecer. Una parte importante (la más importante, sin duda) es el trato personal y efectivo con Cristo Jesús. Eso se llama espiritualidad: dejar que el alma se informe de la gracia, el mensaje y la vida de Cristo Jesús. Sin eso, aunque puede un cristiano creer en Cristo, su vida será infructífera. Hoy como desde hace muchos años, existe el peligro de pensar que el buen cristiano es quien participa en todas las actividades de la parroquia: encuentros, convivencias, reuniones de planificación, charlas… y no es así. De hecho, sin el

El Buen Pastor y los buenos pastores

  Este domingo toda la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, porque la lectura del Evangelio nos propone esta imagen de Cristo que el Señor, además, se atribuye a sí mismo. Ya en el Antiguo Testamento, el Pastor de Israel era Dios mismo. Ya lo escuchamos en uno de los salmos más conocidos: El Señor es mi Pastor, nada me falta . Y las personas que tenían a su cuidado el Pueblo de Israel –los reyes, los ancianos y los sacerdotes– eran llamados también pastores de Israel (Jer 23, Ez 34) puesto que descansaba sobre ellos la misión de cuidar, dirigir y enseñar al Pueblo, rebaño del Señor. Algunos profetas hicieron un llamado de atención porque esos pastores de Israel habían descuidado su misión y buscaron solo su propio provecho. No cabe duda de que el Señor es el Buen Pastor. Si hay alguien que quiere el mayor bien para nosotros –la salvación– ese es Jesucristo, como nos lo recuerda San Pedro en la primera lectura (Hech 4, 12). Y Él ha elegido a fieles para que sean sus pastores,

El Jesús real

 Una de las cosas que no admite discusión en nuestro tiempo es que cada quien puede opinar lo que quiera, de lo que quiera. Algunos han llegado al extremo de pedir que se respete su opinión sobre física cuántica como se respeta la opinión de un físico cuántico que enseña e investiga en una Universidad reconocida. El punto es que eso no está bien: se respeta el derecho a opinar, pero no merece el mismo trato el contenido de las opiniones. Desde hace muchísimos años ha habido personas que han tratado de deformar a Nuestro Señor Jesucristo y han querido endosarle muchos roles diferentes: el revolucionario, el maestro espiritual, el líder, el filósofo, un profeta, etc. Y terminan desfigurando lo que Jesús realmente es. Hay muchas cosas que pueden influir en esto, pero si queremos conocer y encontrarnos con el Jesús real, debemos evitar que todas esas categorías se conviertan en un obstáculo. En la primera lectura (Hech 3. 13-15. 17-19) San Pedro afirma que los Sumos Sacerdotes y los Ancian

El poder de la fe

  Uno de los argumentos que algunos pensadores ateos usan para ridiculizar la fe fue propuesto por un matemático y filósofo inglés llamado Russell: la fe es como creer que hay una tetera dando vuelta en el espacio, nadie la ve, pero como nos la han repetido desde hace años que está allí, lo aceptamos como verdadero, aunque no hay evidencia de ello. Sin entrar a considerar lo ridículamente absurdo de esta alegoría, el punto de partida fundamental por el que está mal ese ejemplo es el hecho de que la fe no significa creer en algo absurdo. Lo esencial de la fe es el significado que da a la vida del creyente. Por mucho que una persona pueda creer que hay una tetera dando vueltas en el espacio, eso no va a significar algo importante en la vida de una persona. En cambio, la fe en Cristo Jesús es otra cosa. La fe no es sólo aceptar la existencia de Dios o la realidad de que Cristo Jesús es Dios y hombre verdadero. La fe es esencialmente la consecuencia de aceptar la existencia de Dios o de re

No debemos temer a la verdad

  Las lecturas de este Domingo de Ramos en la Pasión del Señor nos ofrecen la posibilidad de meditar y reflexionar sobre muchísimos temas de nuestra vida personal y nuestra relación con Cristo Jesús. Comparto contigo esta reflexión En nuestro país solemos decir una frase: “Por la verdad murió Cristo”. Es una frase histórica y teológicamente perfecta. Al mismo tiempo debería resultar para nosotros en una invitación a tener un compromiso firme con la verdad. Y no me refiero a la verdad de una noticia o a la verdad de un hecho histórico. Me refiero a la verdad propia, a reconocernos como somos y aceptar lo que somos delante del Señor. Como escucharemos en la lectura de la Pasión del Señor (Mc 14, 1—15, 47), el Maestro mantuvo una posición coherente con su realidad personal delante de Poncio Pilatos. Sin embargo, no podemos decirlo mismo de otros personajes que escuchamos en los relatos del Evangelio de hoy. En primer término, debemos mencionar al pueblo reunido en Jerusalén por esos días.

El debate se da en el corazón

  Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio según San Lucas (6, 45) nos dice que del corazón del hombre salen las cosas buenas y las cosas malas. Y como siempre, el Maestro tiene razón porque es en el corazón donde se da el debate. Escuchamos en la primera lectura (Jer 31, 31-34) cómo ha sido voluntad de Nuestro Señor dejar inscrito en el corazón los principios para guiarnos correctamente: “ Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones ”. Todos los hombres tenemos grabado en el alma los principios por los que podemos juzgar que algo es bueno o es malo. Pero una cosa que no podemos negar es que el corazón puede verse ofuscado y no juzgar con claridad. No es un secreto para nadie que el corazón del hombre puede llenarse de cosas malas, de malos criterios o de malos deseos. Por eso un ejercicio constante de todo buen creyente es pedir al Señor la gracia de purificar nuestro corazón, como escuchamos y repetimos en el salmo responsorial (Sal 50): “