El peligro de quedar vacíos por dentro...

 La Palabra de Dios siempre tiene una riqueza particular. Las lecturas de este domingo no son una excepción. De hecho, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre un elemento importante de nuestra existencia: Nuestra vida espiritual, nuestra vida de oración.

Todos los seguidores de Cristo Jesús, y especialmente aquellos que han recibido una llamada para servir a los hermanos, estamos tentados a valorar más las actividades que están a la vista de otros. Y no es difícil descubrir las posibles razones, entre ellas que al poderse atribuir a nuestra actividad un determinado evento, podemos recibir el aplauso y las felicitaciones de los demás. Y entonces pueden ocurrir dos serios peligros.

El primero nos lo advierte la primera lectura de la Santa Misa (Jer 23, 1-6): No dar la importancia justa a las cosas espirituales. El profeta Jeremías hace un llamado a los pastores de Israel porque han cambiado el orden de las preferencias: En lugar de cuidar al pueblo de Dios han introducido otros criterios que causan dispersión y confusión en el pueblo. Es una crítica fundamental: se han olvidado de lo básico y lo más importante. Los seguidores de Cristo Jesús no necesitan escuchar o aceptar posiciones parciales o teológicas. Tampoco necesitan parcializarse por un pastor u otro. El pueblo de Dios necesita que sus pastores le ayuden a tener centrado el corazón y la vida en lo más importante: Nuestro Señor.

El segundo es desvivirse tanto por las acciones exteriores que nos olvidamos de fortalecer nuestro interior. Escuchamos en el Evangelio (Mc 6, 30-34) como nuestro Señor Jesucristo, al volver los apóstoles de anunciar el Evangelio, les dice que se aparten un poco de la actividad con las gentes. Y hay un detalle importante en las palabras de Jesucristo: “Vengan conmigo”. No se trata simplemente de hacer una pausa en nuestra actividad. Se trata de dedicar un tiempo a estar con Cristo Jesús y no un tiempo cualquiera, sino un tiempo de calidad. Se trata de darnos un momento para llenar el corazón y que nos permita tener una correcta perspectiva de nuestra misión evangelizadora.

Hoy, las lecturas hacen un llamado claro para que todos nosotros no descuidemos nuestros momentos de encuentro con Cristo Jesús. Son esos encuentros con el Señor los que nos dan fortaleza a nuestra vida espiritual y nos ayudan a encontrar la justa perspectiva de todas las actividades que hacemos.

Como nos recuerda el Papa San Juan Pablo II, los lugares de encuentro con Cristo son: la Palabra, la oración, los sacramentos, y la ayuda al hermano necesitado (Eclessia in America 12). ¿Quieres fortalecer tu vida interior, tu vida espiritual? Lee la Palabra, medítala. Haz oración todos los días. Acude con frecuencia a los sacramentos, en especial la Eucaristía y la Confesión. Siempre que puedas, ayuda al hermano necesitado.

Que el Señor nos bendiga hoy y siempre.


Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo