Santa María, Madre de Dios
La costumbre establecida por la ley
mosaica era que todo varón, a los ocho días de nacido, debía ser circuncidado.
Esa era la señal de pertenencia al pueblo de Israel. Legalmente, pasaba a
formar parte del pueblo de Dios y se le imponía el nombre.
Entre en nacimiento de Jesús y su
circuncisión ocurrieron una serie de eventos que llenaron de alegría, estupor…
una serie de emociones mezcladas a la Virgen. Eso no fue obstáculo para que María dejara de
vivir su vida de oración. De hecho, el Evangelio que hemos escuchado dice de Ella
que “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Eso se llama
discernimiento.
El Santo Padre Francisco nos ha
recordado recientemente que el discernimiento es necesario para la vida
cristiana (Gaudete et exsultate nn.
166 – 175). Todo lo que ocurre en nuestra vida, lo bueno y lo malo, las
alegrías y las tristezas, las esperanzas y las desilusiones, ha de ser puesto
ante la Palabra y la Voluntad de Dios. Eso nos ayudará a incluirlo en nuestro
camino como discípulos de Jesús.
Puede ser un buen propósito para
este año: dedicar tiempo para orar y discernir toda mi vida ante el Señor. Eso
enriquecerá nuestra vida espiritual y nos ayudará a dar un significado nuevo a
nuestra vida.
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz” (Num 6, 23 – 26)
¡Feliz año para todos!
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