Mirar a María



Este domingo, el Cuarto de Adviento, es una invitación para dirigir nuestra reflexión sobre la fase final de la historia de la salvación.

Toda la historia del Pueblo de Israel está marcada por la promesa del Mesías: desde el relato del pecado original (Gn 3, 15), pasando por la bendición de Jacob a su hijo Judá (Gn 49, 8 - 12), la profecía de Moisés de que aparecería uno como él (Dt 18, 18), la profecía de Natán a David según la cual un hijo de David se sentaría en el trono por siempre (2Sam 7, 13 - 14), las señales precisas de Isaías (Is 7, 14) y Miqueas (Miq 5, 1 - 3): nacería de una virgen y en Belén... todo eso estaba llegando a su cumplimiento en María.

La tensión espiritual de María debió ser intensa: en Ella se estaba realizando la plenitud de los tiempos. Llevaba consigo al Autor de la Vida, Cristo Nuestro Dios. No en balde María es llamada el primer Sagrario.

La Iglesia teje una gran alabanza de María: Ella concibió a Jesús primero en su corazón antes que en su vientre. De su diálogo con el ángel Gabriel, de su disponibilidad ante la necesidad de su pariente Isabel, de sus hermosas palabras en el himno del Magnificat (Lc 1, 46 - 55), se ve claramente que María poseía un profundo trato con el Señor.

Ante la proximidad de la celebración del Nacimiento del Señor, la Iglesia hoy nos invita a mirar a María... y sobre todo, a imitarla. El tiempo de Adviento y Navidad es un tiempo para crecer en la vida de oración, para llenar el corazón de Dios. Un corazón vacío de Dios tiene una consecuencia inevitable: no se vivirá como un hijo de Dios. Nadie da de lo que no tiene.

Es cierto que la sociedad hoy, llevada por el consumismo, en cierto modo empuja a distraernos en las cosas materiales. No obstante la llamada de atención es válida: hacer como María, llenarnos el corazón de Dios, concebir a Jesús en el corazón. Que los demás puedan reconocer que estamos llenos de Dios como lo hizo Isabel con María en el Evangelio de hoy.

Que este tiempo de Adviento y Navidad sea la ocasión propicia para llenarnos de Jesús y podamos celebrar con la verdadera alegría el nacimiento de Nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

Que Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo