Las pequeñas corruptelas y distracciones


            Es un fenómeno reconocido el hecho de que las cosas que empiezan muy bien con el paso del tiempo, si no tienen una vigilancia permanente, comienzan a introducirse pequeñas corruptelas que con el paso del tiempo pueden convertirse en grandes desviaciones. Es el caso, por ejemplo, de un restaurant que comienza muy bien o de un colegio que comienza excelente, pero que con el paso del tiempo comienzan a decaer. Todo es producto de la naturaleza humana que tiende siempre a lo más fácil desvirtuando lo que era una acción buena al inicio.

            Pero eso no solo ocurre con las pequeñas o grandes empresas que inician los hombres sino también en la vida ordinaria y en la vida espiritual. En la vida de pareja puede entrar el tedio o la falta de comunicación, lo mismo en la educación de los hijos, en el trato con otros familiares o los vecinos. En nuestra vida espiritual pueden entrar también ciertas “corruptelas”. La primera de ellas, sin duda, el descuido en el trato con Dios, en la oración, en la celebración de la Santa Misa. Si no se toman los correctivos necesarios puede terminarse en la indiferencia religiosa que es ignorar a Dios por completo.

Cuando la Iglesia nos propone la figura de Juan el Bautista quiere hacernos un llamado de atención, atendiendo especialmente a su mensaje: Todo lo que en nuestra vida es contrario a la condición de hijos de Dios, de discípulos de Cristo debe ser eliminado de nuestra vida. Volver a lo que antes sabíamos hacer.

            Hoy, en el Evangelio, encontramos a San Juan Bautista recordándole a la gente de su época que para poder acoger al Señor es necesario retirar de la vida esas pequeñas corrupciones. A los publicanos (recaudadores de impuestos) les dice que no cobren de más; a los soldados les recuerda que no deben abusar de su posición; a todos les recuerda que deben acordarse del prójimo necesitado. En definitiva, se trata de eliminar de nuestra vida los pequeños o grandes hábitos que hemos adquirido que impiden que podamos encontrarnos con el Señor Jesús.

            La pregunta ahora sería: ¿Cómo hacerlo? Nuestro Señor no exige imposibles. Nos ha dejado facultades y nos ha dejado los medios.

Este tiempo de Adviento es un periodo para examinarnos y ver cuáles son esas distracciones y corruptelas en mi vida. ¿Qué hago que no es digno de un discípulo de Cristo Jesús?

En este tiempo también podemos dejarnos llevar por las distracciones: pensar que la Navidad es música, fiesta, comida, licor, ropa nueva, adornos... sin saber por qué lo hacemos. El Santo Padre ha llamado la atención sobre este particular.

Vive este adviento para que puedas celebrar el nacimiento de Cristo en tu corazón, la verdadera Navidad.

Que Dios te bendiga.

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