Tiempo para mirar hacia el corazón...
Hoy existe un consenso casi unánime en aceptar que el materialismo de la vida moderna está vaciando de sentido la vida de muchas personas y está acabando con el mundo de los valores. Sin duda alguna, es una verdad que admite poca o ninguna discusión.
El volcarse hacia las cosas materiales va afectando la vida de las personas no solo en el aspecto personal sino también en el ámbito familiar y social. Las personas suelen poner a cualquier actividad humana, desde una simple y sencilla amistad hasta un negocio de grandes proporciones, los criterios de ganancia o pérdida. Y eso produce repugnancia.
Tal vez esa sea una de las razones por la cual se han multiplicado cada vez más los coach motivacionales y las publicaciones de autoestima: como muchas personas comienzan a no encontrarle sentido a muchas de las cosas que hacen, necesitan que alguien les ayude a dar algún tipo de sentido (aunque sea de manera hipócrita) para que su vida no se pierda en el vacío.
El asunto es que eso puede ayudar un tiempo, pero no siempre. La verdad no puede ocultarse por mucho tiempo. Tarde o temprano el corazón va a comenzar a reclamarle que sigue viviendo en el vacío. Entonces quedan dos alternativas: seguir haciendo lo mismo hasta que la conciencia no reclame o iniciar un camino serio de búsqueda de sentido a la propia vida. La inmensa mayoría suele optar por lo primero. Lo segundo requiere esfuerzo y disciplina, porque implica necesariamente hacer cambios.
Eso que en el mundo ordinario se ve como una necesidad imperiosa, lo hacemos los cristianos todos los años. La Iglesia invita a todos nosotros, sus hijos, a detenernos y hacer un ejercicio de examen, control, ajustes, cambios. Y eso lo hace por medio de las tres prácticas que escuchamos en el Evangelio de hoy (Mt 6, 1-6. 16-18): Limosna, oración y ayuno. La limosna para calibrar el egoísmo, la oración para fortalecer el alma con el trato con el Señor, y el ayuno que nos ayuda a fortalecer la voluntad.
Solo podrá sacarse provecho del tiempo de Cuaresma si nos tomamos en serio estas tres prácticas. Si no hacemos el verdadero esfuerzo por apartarnos, aunque sea un poco, de la rutina diaria no podremos saber jamás qué cosas debemos cambiar en nuestra vida. Por eso el propósito de hoy, junto con la imposición de la ceniza, es tener la voluntad firme de dedicar un tiempo para orar, un esfuerzo por desprenderme de cosas que no necesito pero otros sí, y, finalmente, la realización de pequeños sacrificios para fortalecer la voluntad.
Que el Señor nos conceda la gracia de aprovechar este tiempo para crecer en el amor a Dios y en el amor al prójimo.
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