No empapeles el asunto...
Nosotros los venezolanos solemos utilizar una frase para identificar la actitud de una persona que quiere enredar lo que es sencillo: empapelar. De esta manera cuando una persona quiere justificar su mala actitud o quiere hacer que otra persona actúe de un determinado modo, incluso en contra de su voluntad, se dice que es una persona que empapela. Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a no tener esta actitud con respecto a la voluntad de Dios.
La voluntad de Dios para todos los hombres es perfectamente razonable. Nuestro Señor no nos pide cosas que son imposibles o absurdas. El Señor espera que nosotros simple y llanamente pongamos en práctica cosas que sabemos que son buenas y que son perfectamente posibles de realizar. De tal manera que quien no las cumple es porque no tiene la voluntad firme de hacerlo. Y en esto incluimos también la debilidad de los seres humanos. Así lo escuchamos en la primera lectura (Sir 15, 16-21): “Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya… A nadie le ha mandado ser impío”.
Nuestra naturaleza humana ha quedado herida por el pecado original. También nuestros defectos influyen en nuestra manera de actuar. El hecho es que fieles cristianos, para intentar justificar sus malas acciones o para tratar de engañar a sus conciencias, comienzan a torcer la voluntad de Dios. Y así encontraremos personas que hacen unas interpretaciones extrañas o utilizan palabras ambiguas solo para esconder su propia miseria. Ese tipo de personas utilizan una serie de argumentaciones tan enredadas que en muchísimas ocasiones caen en posiciones absurdas o en contradicción.
Esta actitud de empapelar la voluntad de Dios no es nueva. Como escuchamos en el Evangelio (Mt 5, 17-37), en la época del Señor Jesús ya algunos maestros de la ley habían introducido distorsiones en los mandamientos que Yahweh había dejado al pueblo por medio de Moisés. Y el Maestro, en un lenguaje sencillo, enseña al pueblo que la voluntad del Dios es mucho más simple y que no es difícil de cumplir. El único requisito es querer hacerlo.
Hoy y siempre es una buena oportunidad para que nosotros evaluemos si hemos caído en ese defecto de empapelar la voluntad de Dios. Por más que nosotros podamos hacer razonamientos torcidos, la verdad de la voluntad de Dios siempre va a ser mucho más clara.
Tener la costumbre o el hábito de hacer razonamientos complejos para justificar nuestras malas acciones solo indican que tenemos un mal corazón. Y como seguidores de Cristo Jesús tenemos que revisar eso y comenzar a aceptar la voluntad de Dios tal cual es. Sin empapelamiento.
Que nuestro Señor Jesucristo nos conceda la gracia de ser fieles a su voluntad.
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