Sentido bíblico de la santidad

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy (Lv 19, 1-2. 17-18; Mt 5, 38-48) nos refieren un pasaje muy similar: “sean santos porque Yo, el Señor, soy Santo”. Una y otra lectura vienen acompañadas de una serie de preceptos morales. Es una pregunta que siempre ha acompañado a los fieles seguidores de Cristo: ¿Qué es la santidad?

En la Sagrada Escritura santidad tiene un significado bastante amplio. Etimológicamente santo significa separado, es decir, que no es común, sino que tiene un destino diferente. Por eso, la Biblia dice que Yahweh es Santo, o más aún, tres veces santo, o el Santo de entre todos los santos. Con ello, la Sagrada Escritura quiere dejar claro que Dios no puede ni debe ser puesto con las categorías que conocemos de este mundo, sino que es lo más especial que existe.

Si Dios es Santo entonces todo lo que se dedica a Él también es santo. Y esa es la razón por la cual las cosas que eran dedicadas al Señor no debían ser destinadas a otro uso. Destinar algo santo a un uso diferente se llama profanación.

Todavía hay un significado más de la santidad. Y se refiere a la libre voluntad de las personas de dedicar su vida a Dios. Cuando una persona tiene un encuentro con el Señor que le mueve a la conversión y le hace llegar al convencimiento de que debe llevar una vida diferente, entonces se dice que esa persona comienza a vivir en santidad. Esta es la razón por la cual una persona que ha decidido seguir a Cristo no puede llevar un comportamiento como el que tenía antes de su conversión o similar al de las personas que no tienen fe. Porque entonces no tiene sentido decir que sigues a Jesucristo, pero tu vida sigue igual.

Es por esto que en los pasajes de la Sagrada Escritura que escuchamos en nuestra Santa Misa de hoy, el precepto del Señor “sean Santos porque yo, el Señor, soy Santo” va acompañado de una serie de consejos de orden moral que son criterios para aplicar en la vida. Porque has decidido seguir al Maestro “no odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón… ni te vengues, ni guardes rencor”. Porque han decidido seguir al Jesucristo son santos y por eso “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”.

Ser santos no quiere decir no pecar jamás. Ser santo significa que yo he hecho el propósito en mi vida de seguir a Jesucristo y vivir como Él quiere. Seguiré siendo débil y seguiré teniendo defectos, a veces más, a veces menos, pero tengo mi voluntad firme de poner en práctica lo que el Maestro ha dejado como camino para mi salvación. Por eso, a pesar de mis pecados, yo camino en santidad.

Cercana la Cuaresma, es una buena ocasión para ir purificando nuestros conceptos sobre el mensaje de Cristo y la Iglesia. Cercana la Cuaresma, podemos hacer el propósito de examinarnos para saber qué actitudes o qué conductas en mi vida no dejan que yo camine en santidad de un modo más perfecto del que lo hago ahora.

Que Nuestro Señor nos conceda ser santos como Él es Santo.


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