Tengo sed
1) Composición de lugar
El
Señor está crucificado después de una larga noche y una cruel flagelación. Dice
el Evangelista San Juan que para que se cumpliera la Escritura, el Señor dice:
Tengo sed
2) El dolor y las necesidades de los hombres
Todos
los seres humanos padecemos el dolor y la necesidad. Es una consecuencia del
pecado original. Así lo leemos en el libro del Génesis (3,17-19). Todos, en
mayor o menor medida, padecemos sea en el cuerpo que en el espíritu. Ambas son
duras de sobrellevar.
Hay
algo que es más que cierto y seguro: Dios nos hizo, sabe lo que nos ocurre.
Conoce perfectamente el dolor y la necesidad real, creada o imaginaria de cada
quien. Y el Señor lo sabe mejor y antes de que podamos dirigirnos a Él para
pedirle.
Y Sabe si nuestra petición es beneficiosa o no, si conviene o no
conviene, si es necesario que esperemos para purificar nuestra vida o si,
definitivamente, es mejor no concedernos lo que pedimos.
No
nos faltará un día sin la cruz, eso es seguro.
3) Aceptación o escape
Ante
la adversidad caben dos acciones: o aceptarlo o huir. Aceptación o escape.
Cuando Jesús estuvo en la cruz sintió sed. Y eso no era extraño: había sido
sometido a una cruel tortura. Lo que si era extraño era que lo dijera.
En
diversas ocasiones ofrecieron al Señor algún producto para “aliviar” el
tormento. Le ofrecieron vino mezclado con hiel antes de crucificarlo, en el
Gólgota (Mt 27,33-34, Mc 15,23) y en medio de su agonía le dieron vinagre (Mt
27,48, Mc 15,36, Lc 23,36, Jn 19,30). No era extraño: era una especie de
narcótico que drogaba al condenado y le “aliviaba” el sufrimiento. En todos los
pasajes del Evangelio dice que Jesús lo probó pero no quiso tomarlo.
Hoy,
ante los problemas, la mayoría –la inmensa mayoría– no acepta la adversidad.
Huye y acude a diversos narcóticos: droga, alcohol, fiestas, distracciones. No
las asume, va postergando la aceptación, mientras tanto, la negación. Eso hace
que cuando ya sea ineludible no se tenga la suficiente fuerza espiritual para
sobrellevarlo. Entonces viene la depresión o la desesperación.
Aceptar
la adversidad implica asumirlo como parte de la propia biografía. Entonces con
la ayuda de Jesús se encuentra la fuerza espiritual necesaria para
sobrellevarla o solucionarla.
Es
propio de los buenos cristianos aceptar la adversidad.
4) Una sed que va más allá del vital liquido
De la beata
Teresa de Calcuta: Tengo sed de Ti
“Mira que estoy a la
puerta y llamo…” (Ap 3, 20)
Es
verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Aún cuando no estás
escuchando, aún cuando dudes que pudiera ser yo, ahí estoy: esperando la más
pequeña señal de respuesta, hasta la más pequeña sugerencia de invitación que
Me permita entrar.
Y
quiero que sepas que cada vez que me invitas. Yo vengo siempre, sin falta.
Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo
los muchos dones de Mí Espíritu. Vengo con Mi misericordia, con Mi deseo de
perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión.
Un amor en cada detalle, tan grande como el amor que he recibido de Mi Padre:
“Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí…” (Jn. 15,10). Vengo
deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te
traigo Mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con Mi poder,
que me permite cargarte a ti: con Mi gracia, para tocar tu corazón y
transformar tu vida. Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu alma.
Te
conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti, hasta los cabellos de
tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí.
Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus
extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus
preocupaciones y, si, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que Te
amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer, Te amo por ti, por la belleza y
la dignidad que mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad
que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero
te amo como eres y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides
con fe, Mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida: Yo te
daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor.
Sé
lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas, los rechazos,
los juicios, las humillaciones, Yo lo sobrellevé todo antes que tú. Y todo lo
sobrellevé por tí, para que pudieras compartir Mi fuerza y Mi victoria.
Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor, sé que tan sediento estás de amor y
de ternura. Pero cuántas veces has deseado satisfacer tu sed en vano, buscando
ese amor con egoísmo, tratando de llenar el vacío dentro de ti con placeres
pasajeros, con el vacío aún mayor del pecado. ¿Tienes sed de amor?
Yo
te saciaré y te llenaré. “Vengan a Mí todos los que tengan sed…” (Jn 7, 37).
¿Tienes sed de ser amado?, te amo más de lo que te puedes imaginar… hasta el
punto de morir en la cruz por ti.
TENGO
SED DE TI. Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir
mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso
eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus
heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO
SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de
Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en ti, y de que te acepto sin importar
lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del
mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú.
TENGO SED DE TI. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te
probaré qué tan valioso eres para Mi Corazón.
¿No
te das cuenta de que Mi Padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu
vida a partir de este momento? Confía en Mí. Pídeme todos los días que entre y
que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante Mi Padre en el Cielo que
haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría Yo esto? PORQUE TENGO SED DE TI. Lo
único que te pido es que te confíes completamente a Mí. Yo haré todo lo demás.
Desde
ahora, ya veo el lugar que Mi Padre te ha preparado en Mi Reino. Recuerda que
eres peregrino en esta vida viajando a casa. El pecado nunca te puede
satisfacer ni traerte la paz que anhelas. Todo lo que has buscado fuera de Mí
sólo te ha dejado más vacío, así que no te ates a las cosas de este mundo;
pero, sobre todo, no te alejes de Mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza
porque cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu Salvador. No hay
nada que yo no pueda perdonar y sanar, así que ven ahora y descarga tu alma.
No
importa cuánto hayas andado sin rumbo, no importa cuántas veces me hayas
olvidado, no importa cuántas cruces lleves en esta vida, hay algo que quiero
que siempre recuerdes y que nunca cambiará. TENGO SED DE TI, tal y como eres.
No tienes que cambiar para creer en Mi Amor, ya que será tu confianza en ese
Amor la que te hará cambiar. Tu te olvidas de Mí y, sin embargo. Yo te busco a
cada momento del día y estoy ante las puertas de tu corazón, llamando.
¿Encuentras esto difícil de creer? Entonces, mira la Cruz, mira Mi Corazón que
fue traspasado por ti. ¿No has comprendido Mi Cruz?, entonces escucha de nuevo
las palabras que dijo en ella, te dicen claramente por qué Yo soporté todo esto
por ti: “… TENGO SED” (Jn 19, 28). Sí, TENGO SED DE TI. Como el resto del salmo
que Yo estaba rezando dice de Mí: “… esperé compasión inútilmente, esperé
alguien que me consolara y no le hallé” (Sal 69, 20). Toda tu vida he estado
deseando tu amor. Nunca he cesado de buscarlo y de anhelar que me correspondas.
Tú has probado muchas cosas en tu afán por ser feliz. ¿Por qué no intentas
abrirme tu corazón, ahora mismo, abrirlo más de lo que lo has hecho antes?
Cuando
finalmente abras las puertas de tu corazón y finalmente te acerques lo
suficiente entonces Me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras humanas
sino en espíritu: “no importa qué es lo que hayas hecho, te amo por ti mismo.
Ven a Mí con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades, y con
todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo… ábreme,
porque TENGO SED DE TI…”
Jesús es Dios, por lo tanto, Su Amor y Su Sed
son infinitos. Él, Creador del universo, pidió el amor de sus criaturas. Tiene
sed de nuestro amor… Estas palabras: “Tengo sed”, ¿tienen un eco en nuestra
alma?
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