Ustedes son testigos de esto (Lc 24, 48)


Si buscamos en el diccionario la palabra “testigo” encontraremos el siguiente significado: persona que da testimonio o que tiene conocimiento verdadero de algo. Y eso es lo que dice Jesús a sus apóstoles: Ustedes me han acompañado todo este tiempo, han visto y oído todo. Como dice San Juan: “Les escribimos a ustedes acerca de aquello que ya existía desde el principio, de lo que hemos oído y de lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Porque lo hemos visto y lo hemos tocado con nuestras manos. Se trata de la Palabra de vida. Esta vida se manifestó: nosotros la vimos y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes esta vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos ha manifestado. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1Jn 1, 1-3)
Testigos de Nuestro Señor Jesucristo no son sólo los Apóstoles o los discípulos que escucharon de sus propios labios sus enseñanzas. También nosotros. Ahora la pregunta clave es: ¿Cómo puedo ser testigo de Cristo Jesús?

La respuesta puede ser de lo más variada, pero la más sencilla y verdadera es: tener un encuentro con Jesús. ¿Cómo es eso?
Una persona puede vivir al lado de otra y no saber absolutamente nada de ella. Puede suceder que sea una persona importante y no tener la menor idea. Puede ser que sea médico, y tú tienes una emergencia médica y no acudes a él por ignorancia; puede ser que el vecino sea ingeniero electrónico y tienes un problema urgente con tu equipo de computación, y no le pides ayuda porque no sabes quién es. Puede ser que sea un profesor de metodología y tienes un problema serio con tu trabajo de tesis y no puedes pedirle ayuda porque no sabes quién es. Solo conociéndolo puedes saber QUIEN es. Lo mismo pasa con Jesús.
¿Dónde podremos encontrar a Jesús? Ya el Papa Juan Pablo II lo enseñó y esas mismas indicaciones las ha dado el Papa Benedicto XVI: Podemos encontrar a Jesús en la Palabra, en la oración, en los sacramentos (en especial el sacramento de la confesión y la Eucaristía) y en la ayuda al necesitado. Sin ellos, no se puede decir que hemos tenido un encuentro con Jesús.
En la Palabra –la Biblia– encontramos su mensaje escrito. En la oración hablamos con él. En los sacramentos recibimos la gracia que nos hace crecer en la amistad con Él: en la confesión experimentamos su amor
y misericordia, en la Eucaristía, lo recibimos con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, vivo y glorioso como está en el cielo. En los necesitados, el bien o el mal que les hagamos, se lo hacemos a Jesús.
Es un buen momento para que reflexionemos y nos preguntemos si hemos tenido un encuentro con Jesús. Si lo conocemos, debemos demostrarlo, como lo escuchamos en la segunda lectura de la Misa de hoy (1Jn 2, 4): “Quien dice: “Yo lo conozco”, pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”.
¡Jesús te bendiga!

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