La Divina Misericordia
Desde
los inicios de la Iglesia de rito latino, este domingo, el segundo de Pascua de
Resurrección, se llamó el domingo “in
albis” o en blancos. La razón era ésta: En la Vigilia Pascual, los adultos de
la ciudad de Roma que habían recibido la catequesis eran bautizados, recibían
el sacramento de la Confirmación y hacían la Primera Comunión. En el momento
del bautismo, ellos dejaban sus ropas y se vestían con una túnica blanca. Ellos
llevaban esa túnica toda la semana de Pascua y el segundo domingo iban a la
Iglesia de San Pancrasio y allí dejaban su ropaje blanco y se vestían con sus
ropas habituales. San Pancrasio era un mártir famoso en Roma por su fidelidad.
Dejaban sus ropas en esa Iglesia para pedir la intercesión de ese Santo y
permanecer fieles a la fe que habían abrazado.
En
los últimos años, un movimiento de fieles comenzó a dedicar este domingo a la
Divina Misericordia, impulsado especialmente por una religiosa llamada Faustina
Kowalska, hoy declarada santa. Su Santidad el beato Juan Pablo II en el año dos
mil, decretó que este Segundo Domingo de Pascua de Resurrección será llamado
Domingo de la Divina Misericordia.
Las razones son muchas: las oraciones de la
Misa hacen referencia a la misericordia divina, pero la principal está en el
Evangelio.
La
misericordia es el amor en acción, especialmente con aquellos que están en
miseria o necesidad. Hay necesidades espirituales y materiales, y por ello hay
obras de misericordia espirituales y corporales. La fuente de toda misericordia
es Dios, que es amor (1Jn 4,8) y rico en misericordia (Ef 2,4).
La
misericordia divina no se muestra solo en los favores y milagros que concede a
quien le suplica. La manera más excelente en la que se muestra la misericordia
divina está en el perdón de los pecados, en la paciencia y en la corrección. Y
así lo vemos en el Evangelio de hoy.
El
perdón
No
hay mayor miseria para un cristiano que el pecado. El pecado mortal nos aparta
de la amistad con Dios y del premio que nos tiene prometido. Con el pecado
perdemos la gracia santificante. El hombre pecador (¡todos!) estamos en la
miseria de vivir apartados de Dios y Dios muestra su misericordia dejando a los
sacerdotes el poder de perdonar los pecados, no importa lo feo que sean: Jesús sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban al Espíritu Santo. A los que les
perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen,
les quedarán sin perdonar”.
La
paciencia
La
paciencia es la virtud que nos hace soportar con fortaleza la adversidad o los
agravios ajenos. Y nadie más paciente que el Señor Jesús. Había un apóstol que
no quería creer a los demás –Tomás– y desafió inclusive a los demás apóstoles.
Jesús se mostró dispuesto a perdonarlo a pesar de no haber creído a sus demás
hermanos apóstoles.
La
corrección
La
corrección o el acto de corregir es una muestra de misericordia. El amor que se
tiene por una persona hace que hagamos nuestro mejor esfuerzo por apartarla del
mal camino, y uno de ellos es corregirlo. En la Biblia todos los castigos que
manda Yahweh al Pueblo de Israel son vistos como una muestra de su misericordia
porque la intensión de Dios es apartarlos del mal camino. Esa es la razón por
la que el salmista canta la misericordia del Señor y dice: “Me castigó, me castigó el Señor; pero no me abandonó a la muerte”.
En
el Evangelio escuchamos como el Señor corrige a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi
costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío
y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los
que creen sin haber visto”.
¡Alabemos al Señor por su grande y divina
misericordia!
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