SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
La Iglesia inaugura el año civil con una celebración
muy especial: Santa María, Madre de Dios. Muchas personas no se imaginan el
porqué de esta celebración. Más bien pensarían o se interrogarían porqué no comenzar
con una alusión al inicio del año civil. Ya en el I Domingo de adviento, la
Iglesia da inicio al año litúrgico y en Navidad rememora el gran acontecimiento
que transformó la historia de la humanidad: el nacimiento del Dios que se hizo
hombre para salvarnos. Meses más tarde, celebrará la Pascua, con la cual se
conmemora el evento salvífico del Señor Jesús. Entonces, ¿por qué el 1 de enero
de cada año la Iglesia realiza la fiesta de María, la Madre de Dios?
Lo hace por varios motivos, pero hay uno muy particular: se está en el ambiente de la Navidad. Toda la conmemoración navideña apunta a Jesús, el hijo de María. Y puede pasar desapercibido, por las diversas maneras de celebrarse la Navidad, que ella es la Madre de Dios. Por eso, la Iglesia quiere centrar una vez más su pensamiento en el misterio de la encarnación. Es Dios quien se hizo hombre y nació de una Virgen. Ella es María. Ella es verdaderamente la Madre de Dios. Es un misterio que asumimos por la fe y con toda la confianza puesta en el mismo Dios.
No es fácil aceptar que una criatura, por más buena y bella que sea, se convierta en la Madre de Dios. Pareciera contradecir el hecho fundante de que Dios es infinito. Pero, a la vez, es el misterio de Dios que se hizo hombre igual en todo a nosotros menos en el pecado. La Encarnación tiene una finalidad: hacer que el Dios de la salvación se introduzca en la historia de la humanidad y se haga hombre. Y lo hace en el seno virginal de una Madre que concibe por obra y gracia del Espíritu Santo.
Madre de Dios: es el verdadero y excelso título de María. Las otras advocaciones son importantes y van respondiendo a culturas, devociones, manifestaciones religiosas de la gente… pero no tendrían ningún sentido si María no hubiera sido lo que es: la Madre de Dios. Este hecho es para todos nosotros una garantía: Dios que se hizo hombre no dudó en hacerlo de la misma manera que todos los seres humanos. Pero, a la vez, hizo que ella recibiera un don especial: Llena de gracia, liberada de la mancha original. Fue como un anuncio profético: así se anunciaba lo que nos sucedería con la llegada del Hijo de Dios e hijo suyo: seríamos liberados del pecado original para así convertirnos en hijos de Dios. María es un fiel instrumento de la gracia de Dios.
Venerarla como MADRE DE DIOS: he ahí lo que hemos de insistir en todo tiempo y lugar. Cualquiera que sea la advocación a la que acudamos, o la devoción que profesemos, no hay que olvidar que ella es MADRE DE DIOS. Si no, estaríamos vaciando el contenido profundo de la figura y persona de María. Al entender esta realidad de su maternidad divina, sencillamente podremos entender lo que muchos padres espirituales nos aconsejan: A Jesús por María. Y es lógico, ya que si ella es la Madre del Salvador, entonces a través de ella lo podemos conocer y por medio de ella llegaremos a Él. También, nuestra fe en Cristo nos conducirá a reconocerla como la madre que se nos fue dada en El Calvario. María es la gran discípula de Jesús, que lo conoció y lo contempló de tal manera que su corazón albergaba toda la Verdad que ella iba conociendo sobre su Hijo. Por eso, como en Caná de Galilea ella nos sigue diciendo: HAGAN LO QUE LE LES DICE.
María: es la más excelsa de las criaturas de Dios. Así lo significa su nombre. María viene del hebreo Myriam. Este nombre viene, a la vez (de acuerdo a los que han estudiado la lingüística) de un término que significa “Altura”. María, como nombre puede ser traducido como “la altísima”. En el caso de la Madre de Jesús, ella es la más alta, la excelsa entre todas las mujeres y entre todas las criaturas, sencillamente porque es la MADRE DE DIOS.
Se inicia un año civil bajo el patrocinio de quien nos dio el maravilloso regalo de su Hijo, el Salvador de la humanidad. Iniciamos un año civil bajo el patrocinio de la sencilla, la altísima, la toda llena de gracia MADRE DE DIOS.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.
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