La primacía del corazón


            En la Sagrada Escritura, el término “corazón” tiene un significado especial: la fuente de los afectos, sentimientos, valores, intereses, motivaciones. En nuestro lenguaje usual, también usamos el termino “corazón” en ese mismo sentido cuando queremos a una persona que tiene buenas intenciones o malas intenciones. Así nos referimos a ellas como personas de buen corazón o de mal corazón.

            Hoy las lecturas de la Santa Misa nos invitan a considerar (muy oportunamente considerando la cercanía de la Cuaresma) la primacía del corazón en el trato con Dios y con los demás. No son las palabras lo que define a un sujeto, es lo que hace realmente. Y hay una correlación entre lo que hace y lo que tiene en el corazón.

            Una persona que tiene malas intenciones y sentimientos no puede actuar bien: y aunque aparentemente haga algo bueno, no tendrá valor porque no lo hace con el fin de hacer el bien, sino en provecho propio. «Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca»

            Es por ello que el Señor Jesús hace la invitación a examinarnos continuamente y corregir lo que debamos en nuestra vida y evitar que demos un mal testimonio a los demás: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? … ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»

            Una última consideración: el Señor sabe lo que tenemos en el corazón (1Sam 16, 7). Pretender mostrarnos como santos delante del Señor sin serlo se llama hipocresía. Y este tipo de hipocresía produce un particular dolor al Señor porque es pretender engañar al que no puede ser engañado.

            El miércoles próximo iniciaremos el camino cuaresmal: es la ocasión perfecta para examinar lo que tenemos en el corazón, purificarlo y seguir avanzando en el camino de santidad que Jesús nos propone. Nuestro propósito es llenar el corazón de cosas buenas (y la primera de ellas: ¡Jesucristo!) y así nuestra boca hablará de lo que sentimos y vivimos.

            ¡Que Dios te bendiga hoy y siempre!

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