¿Qué nos enseña la Ascensión del Señor?

Hoy las lecturas de la Santa Misa nos invitan a poner la mirada en lo que es verdaderamente necesario. Y aunque resulte evidente, no siempre se acepta sin dificultad.

Hoy, en muchos lugares del mundo celebramos la Ascensión del Señor. Como escuchamos en la primera lectura (Hech 1,1-11) y en el Evangelio de nuestra Misa (Mc 16,15-20), el Señor Jesús, pasados cuarenta días de su resurrección, a los ojos de los Apóstoles, sube al cielo.

El gesto que acabamos de describir nos señala lo que debe ser el objetivo de todo creyente: la felicidad eterna, el cielo, el Paraíso, la gloria, etc. Son diversos los nombres pero una misma realidad: estar felices eternamente con Dios. 

Corremos el peligro de distraernos, como los Apóstoles, que le preguntaron al Señor: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Reducir todo a una suerte de bienestar material (necesario por demás) trae como consecuencia una existencia sin ética, un vivir sin moral. No todo puede justificarse por una necesidad material, si eso conlleva perder la vida eterna. La imagen de los Apóstoles es elocuente: los pies en la tierra y la mirada en el cielo. Todo nuestro actuar en el camino de la vida debe tener como fin último la felicidad eterna.

Tomar la decisión correcta será fácil si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos». En nuestro caminar no estamos solos.

Vivir como Jesús quiere implica necesariamente dar testimonio: anunciar a los demás que creemos en el Señor. En primer lugar, con nuestra conducta: cómo nos conducimos, cómo hablamos. En segundo lugar, sin temor a anunciar a Jesucristo de las múltiples maneras: corrigiendo a las personas que queremos, invitando a nuestros amigos a cambiar de vida y a acercarse a nuestro Señor. Sin perder el contacto con el Maestro (somos discípulos), estamos enviados a anunciar a los demás el mensaje del Evangelio (somo misioneros).

Somos creyentes en Cristo Jesús. Pongamos la atención en lo necesario. Bendiciones para todos.

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