La parábola de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1 - 8)
En el Evangelio escuchamos un resumen de lo que significa la espiritualidad del cristiano: estar unidos a Jesucristo y dar frutos de buenas obras en nuestra vida. ¿Qué significa estar unidos a Jesucristo?
“Permaneced en Mí” (Jn 15, 4). La vocación de todo cristiano es estar unidos a Cristo Jesús en las circunstancias y en el camino concreto de cada quien. Cada creyente debe tener la voluntad de aceptar a Jesucristo y dejarse guiar por su Palabra y por su Espíritu.
No cabe duda de que cada quien ha tenido una historia singular, única e irrepetible. Las experiencias de la vida no son interpretadas y asimiladas de la misma manera. En algunos deja consecuencias más profundas –heridas– y en otros deja como consecuencia una actitud negativa ante los demás, Dios incluido. El punto es que con la sola fuerza humana es difícil, por no decir imposible, asumir esos hechos y dar un sentido. Sin Jesús, eso no es posible.
“Permaneced en Mí”. Cuando aceptamos que no podemos vernos libres del mal, del que hemos sufrido y del que hacemos, sabemos que necesitamos la ayuda del cielo. La ayuda de Jesús. Yo solo no puedo. Con Jesús sí puedo. Con Él puedo dejar mi pasado en el olvido; con Jesús puedo sanar todas las heridas del pasado, con el Señor puedo reordenar mi vida y hacer que dé mucho fruto de buenas obras.
“Permaneced en Mí”. La unión con Cristo es multidimensional. Me uno a Cristo con la oración, hablando con Él, alabándolo, intercediendo, pidiendo perdón por mis pecados. Me uno a Cristo cuando leo y medito su Palabra (¡la Biblia!). Me uno a Cristo cuando acudo a los sacramentos, en especial la Eucaristía. Me uno a Cristo cuando ayudo al hermano necesitado. Me uno a Cristo cuando me reúno con mis hermanos en la fe para celebrar, para orar, para alabar.
“Permaneced en Mí”. Si dejo de orar, de leer la Palabra, de recibir los sacramentos, de ayudar al necesitado y de reunirme con los hermanos, entonces, no permanezco en Cristo.
Unido a Cristo puedo encontrar un sentido a la vida, incluso a la adversidad: “a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto” (Jn 15, 2). Unido a Cristo tengo la certeza de que “Dios ordena todas las cosas para el bien de los le aman” (Rom 8, 28).
Unido a Cristo puedo hacer frutos de buenas obras: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante” (Jn 15, 5). Todo lo que haga tiene valor para la vida eterna.
Unido a Cristo no importa lo que haya hecho antes, sino que podemos anunciar lo que Dios ha hecho como nosotros, como lo hizo San Pablo y escuchamos en la primera lectura de nuestra Misa (Hech 9, 27).
Hoy es día, como cada día, para renovar mi encuentro con Cristo, y hacer el propósito de estar unidos a Jesús en la oración, en la lectura de la Palabra, en la celebración de los sacramentos, en la ayuda al hermano, en la reunión con mis hermanos.
Que el Señor Jesús esté contigo hoy y siempre.
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