Solo en Jesús está la salvación

 «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna»

El Señor Jesús menciona un hecho de la vida de Israel que se narra en el libro de los Números (21, 4-9). El Pueblo de Israel comenzó a hablar mal de Yahweh y renegar del plan de salvación. Entonces, Yahweh los castigó mandándoles serpientes venenosas. Entonces, asustados, le pidieron a Moisés que intercediera ante Dios para que los librara de ese castigo. Dios mandó a Moisés hacer una serpiente de bronce y ponerla en un estandarte para quienes la miraran se salvaran de las mordidas de las serpientes.

Así como la serpiente de bronce fue una señal de salvación, de igual manera Jesucristo lo es hoy. No hay salvación fuera de Jesús. Creer en Jesús no es solo aceptar intelectualmente su existencia: es aceptar en nuestra vida su mensaje de salvación que nos da la vida eterna: «Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos» (Ef 2, 8-10)

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«El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios»

La condenación es la pérdida de la vida eterna. Jesús ha prometido una vida feliz sin límites –eterna– para quienes hayan vivido rectamente en esta vida terrena. Quienes, habiendo recibido el mensaje de la salvación, no quisieron vivir según la Voluntad de Cristo han perdido la vida eterna, entonces, se dice que han sido condenados.

Las razones por las que una persona se aparta de la Voluntad salvadora de Jesús son diversas. La primera puede ser por debilidad, también puede ser por descuido, pero la peor de todas es por maldad: querer apartarse de Dios porque prefiere vivir en el mal camino. Inicialmente, actúan escondidos porque saben que lo que hacen está mal; pero después que han destrozado su conciencia, lo hacen abiertamente. Es por eso que hoy se ve personas que se “enorgullecen” de su mala vida. Esos mismos se burlan de quienes quieren hacer las cosas bien. Éstos han vivido alejados de Dios tanto tiempo que han perdido la vergüenza y han apartado su corazón de Jesús, haciendo de ellos mismos el centro de su vida.

Aunque parezca contradictorio, hoy se han invertido los términos: hoy quien actúa bien, siente vergüenza de hacerlo en público. Los modelos que se imponen en las redes y medios sociales son de personas cuyo comportamiento es deplorable. Pareciera que actuar correctamente es malo y mereciera el reproche social. No debemos temer nada: el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Todo cristiano debe tener claro una cosa: no debe tener miedo de hacer las cosas bien públicamente. Esconderse para que los malos no nos critiquen no es algo bueno, al contrario, es avergonzarse de Jesús.

En este tiempo de Cuaresma debemos examinarnos sobre este particular: el testimonio de vida, es decir, mostrar a los demás que somos creyentes y que vean en nosotros el mejor ejemplo.


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