Adviento es poner orden
La primera lectura de nuestra Misa de hoy anuncia la presencia de un personaje que anunciaría la presencia inmediata del Mesías en medio del Pueblo. Para preparar la presencia del Señor, ese profeta invita a poner orden: “Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane” (Is 40, 4).
Nuestra vida, dicen también los filósofos, está hecha de las experiencias, ideas, convicciones y emociones que vamos almacenando. Ellas van influyendo en nuestra vida, de manera positiva o negativa. El hecho es que no siempre sabemos poner orden: saber qué cosas debemos guardar y qué cosas debemos desechar.
El tiempo de Adviento es el tiempo propicio para poner orden en nuestra casa interior, que es el alma. Y hay un criterio para hacerlo: qué cosa se convierte en un obstáculo para acercarme a Jesús o no.
En el Evangelio según San Marcos que escuchamos en nuestra Santa Misa, el evangelista dice que la persona que anuncia la presencia inmediata de Jesús el Mesías es Juan el Bautista. Ese personaje invitaba al Pueblo a reconocer sus pecados y hacer el propósito de cambiar de modo de vivir.
El tiempo de Adviento significa para el creyente la oportunidad de poner orden en su vida. Dedicar un tiempo a examinar qué cosas suponen un obstáculo para que Cristo esté en el corazón: apegamiento a lo material, ideologías, moda, pereza… y luego, hacer el propósito de remover de nuestro corazón esos obstáculos.
Esa misma invitación la escuchamos de San Pedro en la segunda lectura: “piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor” (2Pe 3, 11). Porque Cristo ha de venir (al final de los tiempos y también cada día) hemos de vivir con santidad, alejados del mal.
Entonces, el tiempo de adviento es un tiempo para poner orden. Aprovechémoslo. Dios te bendiga.
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