¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?
1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra
vida.
Más de una vez nos habremos
dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el
Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la
menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en
el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le
mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente.
Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi
hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó
nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte
de su poder y su hermano volvió a la vida.
2) La verdadera vida está en Jesucristo.
Hoy el término “vida” está
relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera
vida es la comunión de vida y amor con Jesús ahora y después de la muerte. En
Jesús obtenemos la plenitud de los anhelos, la fortaleza en la debilidad, el
consuelo en la tristeza, la paz en la turbación, la alegría en la adversidad.
¡Con Jesús y en Jesús lo podemos todo! Por eso, no nos quede duda: Jesús es la
resurrección… ¡y la vida!
3) Los “peros” lo ponemos nosotros, Jesús los derriba.
El pasaje está plagado de
“peros”: Si hubieras estado aquí, no
habría muerto mi hermano… Sé que
resucitará en la resurrección del último día… Señor, ya han pasado cuatro días y huele mal… Jesús no se detiene
en todas las razones por las que no creen que pueda actuar: las derriba. Somos
nosotros lo que ponemos todas las razones en contra, a Jesús no le importa.
4) Ante el poder de Jesucristo, muchos creyeron.
Los del Sanedrín decidieron
quitarle la vida. Así se lee al final del capítulo 11 del Evangelio de San
Juan. El que no quiere creer así vea un milagro en sus narices, no creerá. Ni
aunque resucite un muerto (Lc 16, 31). Los Sumos Sacerdotes y los fariseos
decidieron la muerte de Jesús porque hacía muchos milagros y todos creerán en
Él (Jn 11, 47-48). Aceptar a Jesús como tu Rey y Señor dependerá exclusivamente
de ti. Jesús obra maravillas en ti todos los días, solo tú puedes descubrirlo y
aceptarlo.
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