La inmensa riqueza de la Palabra
En el
Evangelio de hoy escuchamos como Cleofás y con otro discípulo, después de
reconocer a Jesús, dijeron: ¡Con razón
nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras! De igual manera, San Pedro en el discurso que escuchamos en la
primera lectura, cita la Sagrada Escritura. Es un elemento necesario en nuestra
vida como creyentes. No debemos olvidar que la Biblia, la Sagrada Escritura o
la Palabra de Dios escrita es una fuente inagotable de riqueza.
En la
intensión de Dios de revelarse, inicialmente la Palabra de Dios se transmitía
de manera oral. Es muy común leer en el Antiguo Testamento la frase “como el Señor dijo a nuestros padres”.
Con el paso del tiempo, Dios escogió e inspiró a algunos hombres para que
pusieran parte de ese mensaje por escrito. Es así como nace la Sagrada
Escritura.
En
ella no solo se narra el designio y la historia de la salvación, sino que
también encontramos enseñanzas y palabras que nos ayudan en nuestra vida
personal. De hecho, San Pablo nos enseña en la segunda carta a Timoteo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es
útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para
que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda
clase de bien” (3, 16).
Todo
cristiano debe tener en muy alta estima la Sagrada Escritura, pero esto no se
traduce en tenerla de adorno, sino que esa estima debe traducirse en una
lectura y meditación atenta de lo que allí está escrito. Es una costumbre muy
extendida y que debe desaparecer: la Palabra es para leerla, para meditarla,
para orar, para vivirla.
Con
los textos de la Biblia podemos orar y meditar, también podemos encontrar
palabras de consuelo, de fortaleza y de edificación. Sin duda alguna,
encontramos en la Sagrada Escritura suficientes enseñanzas para discernir los
diferentes hechos de nuestra vida, para orientar nuestras acciones según la
voluntad del Señor.
Ciertamente
se pueden conseguir pasajes difíciles de entender, sin embargo no es excusa
para no leer: lo correcto es aclarar las dudas preguntando. De esa manera
estaremos brindando un precioso manjar a nuestra alma, enriqueciéndola con la
Palabra del Señor y dándole elementos para orientar nuestra vida según la
voluntad del Señor.
No lo
olvides: la Biblia es un mensaje de Dios para ti. Léela.
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