¿Cómo actúa el Espíritu Santo?


Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos.

Primero: El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios.
Segundo: Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Cada uno de estos dones nos regala una disposición para el bien. Nos explicaremos mejor.
Hay personas que tienen la facilidad de adquirir destrezas: dibujando, pintando, cocinando, haciendo manualidades, etc. Cuando aprenden, el trabajo que aprendieron lo hacen con una facilidad asombrosa porque ya tienen la disposición para actuar. Lo mismo pasa con los dones del Espíritu Santo, solo que la única diferencia es que no lo aprendemos, sino que el Espíritu Santo nos lo da “aprendido”.
Efectivamente, el Espíritu Santo nos da la disposición ya aprendida. Es por eso que podemos gustar las cosas espirituales (sabiduría); podemos comprender la Palabra de Dios y conocer las profundidades de las verdades que Dios nos ha revelado para nuestra salvación (entendimiento); distinguir lo bueno y lo malo y lo que más conviene a nuestra alma (consejo); podemos rechazar las tentaciones y sobrellevar las contrariedades de la vida sin ofender a Jesús (fortaleza); dar el justo valor que tienen las cosas a los ojos de Dios (ciencia); podemos tratar con amor a Dios Padre (piedad) y hacer todo lo posible por no ofender a Dios (temor de Dios).
Todos los creyentes en Cristo Jesús recibimos estas acciones del Espíritu. Eso no quita el que el Espíritu realice otras acciones en algunos, pero eso tendrá el carácter de gracia especial.
No ahoguemos los dones del Espíritu en nosotros, dejemos que dé frutos para la gloria de Jesucristo. Amén.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo