Discípulos y misioneros
Discípulo es quien aprende del maestro, misionero es
aquel que es enviado a llevar el mensaje. Cada cristiano es, y debe ser,
discípulo y misionero.
Nuestra condición de discípulos la hemos adquirido en
nuestro bautismo, cuando nos hicimos hijos de Dios y seguidores de Jesucristo.
Cada uno de nosotros debe hacer referencia continuamente a esta condición: Soy
hijo de Dios, soy seguidor de Jesucristo. Desde el momento de nuestro bautismo
comenzamos un camino de aprendizaje: conocer a Dios en sus criaturas, en su
Palabra, encontrar a Cristo en la Palabra, en la oración, en los sacramentos y
en los necesitados. Todo esto debe llevarnos a vivir unidos a Cristo en todas
las circunstancias de nuestra vida: en los momentos de felicidad y en los
momentos de tristeza.
También cada cristiano es enviado. Hoy escuchamos el
mandato de Cristo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El
que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado”.
Este mandato es para todos.
Ahora, podrías preguntarte: Si no conozco lo
suficiente a Nuestro Señor, ¿qué le puedo decir a los demás?. La respuesta es
sencilla: tu experiencia de Cristo, no importa cuál sea. Un consejo, una
orientación, enseñar a alguien a orar, compartir un pasaje de la Escritura,
invitar a alguien a frecuentar los sacramentos, corregir a alguien, enseñar al
que no sabe la fe cristiana, invitar a alguien a poner su confianza en Dios...
tantas cosas que podemos llevar a los demás. Cristo Jesús es un tesoro que
podemos compartir con los demás sin perder nuestra riqueza.
En mayo de 2009, el Santo Padre se reunió con los Obispos
de América Latina en Aparecida, Brasil. El tema de esa Conferencia de Obispos
fue precisamente: “Discípulos y
misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en él tengan vida (Jn 14, 6)”.
Es ésta la invitación que nos hace la Iglesia para los próximos años: vivir
como discípulos y enviados de Jesús. El Santo Padre lo dice con palabras más
precisas: “La Iglesia tiene la gran tarea
de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los
fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en
intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. Todo bautizado recibe de
Cristo, como los Apóstoles, el mandato de la misión: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El
que crea y sea bautizado, se salvará" (Mc 16, 15). Pues ser discípulos
y misioneros de Jesucristo y buscar la vida "en Él" supone estar
profundamente enraizados en Él (...) El
discípulo, fundamentado así en la roca de la palabra de Dios, se siente
impulsado a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y
misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está
enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva
(cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay
esperanza, no hay amor, no hay futuro” (Benedicto XVI, 13 de mayo de 2007,
Aparecida).
¡Feliz Día del Señor y que Dios te bendiga!
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