Amor incondicional
No es difícil identificar el amor con la figura de un corazón. Los enamorados sienten latir el corazón más rápido cuando se encuentran con la persona amada. La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la celebración del amor de Dios por los hombres.
En las lecturas de la Misa de hoy, la Iglesia nos propone la imagen del pastor que se dedica a las ovejas. En la primera lectura, del profeta Ezequiel, después de decir que buscará a sus ovejas y las llevará a sitios privilegiados, Yahweh le hace saber a su pueblo: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas; yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré en la justicia”. En el Salmo, tal vez el salmo más conocido, escuchamos cómo el salmista le dice a Dios: “Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida”.
En el Evangelio, según San Lucas, el Señor usa la imagen del pastor que se alegra de encontrar la oveja perdida. Dice el Señor: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse”.
La razón de esta alegría en el cielo la escuchamos de San Pablo en la segunda lectura de nuestra Misa: “Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores”.
El Corazón de Jesús –su amor– espera nuestra respuesta, nuestra correspondencia. Esa respuesta dependerá de nosotros únicamente.
Sagrado Corazón de Jesús, ¡en tí confío!
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