Amor que espera correspondencia



 Comúnmente, se suele representar “el amor” con un corazón. La razón es la asociación que existe en la persona enamorada. Cuando alguien está enamorado y espera encontrarse con la persona amada, el organismo reacciona inyectando adrenalina lo que acelera el ritmo cardíaco.
Más allá de cualquier explicación científica, el corazón es un símbolo universal del amor desde hace miles de años.
Ya en la Sagrada Escritura se usa esa simbología y hoy la escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy: “Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión”. El profeta Oseas describe de parte de Dios cómo ha sido la relación de Yahveh con su Pueblo y dice que fue una relación de amor: “Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor” (Os 11, 8).
El Corazón de Jesús es la imagen del amor que Dios ha tenido, tiene y tendrá a todos y cada uno de los hombres. Es claro que no todos podrán apreciar el amor que Dios nos ha mostrado en Cristo. No todos valoran la salvación eterna, normalmente porque viven apegados a lo material. Para “experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano” es necesario aceptar el regalo de la fe y vivirlo en toda su plenitud. ¿Cómo no llamar amor el que Jesús haya dado su vida voluntariamente para que nosotros pudiéramos gozar de la felicidad eterna?
Ya lo hemos dicho antes: amor no es un sentimiento. Es una decisión de procurar el mayor bien posible por el otro. Dios ha decidido amar a todos los hombres, y además de procurarnos los pequeños y grandes bienes de todos los días, nos ha procurado el bien máximo cual es la gloria eterna.
A los ojos de Dios, tú, yo y todos y cada uno de los hombres valen lo mismo: la Sangre de Cristo en la cruz. Así lo leemos en el Evangelio: los soldados se percataron de que Jesús ya había muerto, tanto que un soldado le traspasó el costado con una lanza.
Cristo es la personificación del amor: es el amor al extremo.
El amor de Cristo espera correspondencia: así como Dios nos amó de manera exclusiva, espera el amor de manera exclusiva. Para eso es necesario “comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios” (Ef 3, 18)
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo