Lo grandioso del día a día
Un error en el que comúnmente caen los jóvenes y adolescentes que se “enamoran” es sobredimensionar algunas acciones y despreciar otras. Si el “novio” o la “novia” le hacen un regalo, le dan un valor exagerado diciendo “sí me ama”, en cambio, desprecian los gestos y acciones de papá y mamá que día a día dedican tiempo y energías para que puedan vivir bien.
La experiencia nos enseña que los seres humanos podemos variar nuestro parecer con facilidad, basta dejarnos influir en nuestro ánimo. Si una persona “decide” que Fulano es bueno, entonces ensalzará sus acciones y despreciará sus críticas, excusando sus posibles errores. Y, también al contrario, si decidimos que alguien es malo, no atenderemos los posibles éxitos que esa persona tenga. El hecho es que cada quien debe hacer un esfuerzo por tratar de ser objetivo y justo dando a cada quien lo que se merece.
Cuando nos dejamos llevar por los ánimos nos olvidamos de las personas que buscan nuestro bien y que rara vez reciben algún tipo de reconocimiento personal. Esa es la razón por la que el profeta anuncia lo que pasaría en historia: cuando se den cuenta de los beneficios de Dios entonces “mirarán al que traspasaron con la lanza”, a Jesús. ¿Cuándo pasará eso? Cuando cada quien acepte “el espíritu de piedad y de compasión”, cuando yo deje entrar a Dios en el corazón.
La grandiosidad del amor es el que se demuestra día a día. De hecho, eso es lo que nos dice Nuestro Señor en el Evangelio de hoy: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”. El amor a Dios, a Cristo Jesús, debe ser día a día. En cada jornada hemos de estar en un trato constante con Jesús, sabiendo ofrecer nuestras acciones y trabajos, pidiendo sus luces en los momentos difíciles, dedicando tiempo a la oración y a la lectura de la Palabra, y por supuesto, no olvidando nuestros deberes religiosos y alejándonos de las ocasiones de pecado.
Es inútil argumentar que porque se viene a Misa en semana santa o en navidad se es buen cristiano. El Señor es claro: debemos dar razón de su nombre día a día, en las diversas circunstancias de nuestra vida.
Por otra parte, no debemos olvidar que somos hijos de Dios por el bautismo: poseemos la misma dignidad. San Pablo nos recuerda hoy que, entre bautizados no debemos hacer distinciones de tipo religioso. Porque alguien posea una determinada preferencia de espiritualidad no por ello debe ser relegado.
Recuerda siempre que no debemos dejar que el corazón “se venda” y debemos reconocer los aciertos y desaciertos de cada quien, en el mayor de los respetos. Los niños y jóvenes deben reconocer que el amor que tienen sus padres por ellos lo demuestran día a día, y que en estos tiempos son pocos los que reconocen la dedicación de sus padres.
Igual nosotros, los creyentes en Cristo debemos ser conscientes de los beneficios que Dios nos concede cada día. Eso, unido al sacrificio infinito en la cruz, es la mayor muestra de amor de Cristo. No es un milagro o un favor concedido: es el día a día. De igual manera, debemos mostrar nuestro amor a Cristo día a día.
Que Dios te bendiga.
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