¡ESTA ES NUESTRA FE! ¡ESTA ES LA FE DE LA IGLESIA!


Si hay alguna riqueza en la Iglesia es nuestra fe en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Por las palabras del sacerdote el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con su alma y divinidad. Es Dios con nosotros.

Cada generación debe renovarse en la fe en el Señor Jesús. Siempre. Y es un esfuerzo que no debe dejar de hacerse.
Podríamos hacer muchas consideraciones, pero la primera de todas es ésta: No olvidar jamás que es Dios quien se ha quedado con nosotros. Si bien Jesús es nuestro amigo y nuestro hermano, no deja de ser Dios y tampoco deja de merecer todo nuestro respeto a la majestad divina.

La Iglesia ha aceptado y transmitido una serie de costumbres que nos ayudan a vivir esa presencia real de Jesús. Una de ellas: apenas entrar en una Iglesia debemos ubicar el Sagrario –la casa donde está la eucaristía– para acercarnos allí, visitarlo y saludarlo. Otra: Al pasar o estar frente al Sagrario, saludar a Jesús con una genuflexión bien hecha. Otra: si pasamos cerca de una Iglesia no podemos entrar en ella a saludar al Santísimo Sacramento, nos dirigimos a Jesús con el pensamiento.

Otra manera de mostrar el respeto que merece la majestad divina es comportarnos con corrección en el Templo: ir bien vestidos, guardar un religioso silencio, no comer ni beber, no usar gorras, no usar teléfonos celulares, no leer el periódico ni revistas, salvo que nos ayuden a rezar.

No debemos recibir al Señor Jesús de cualquier manera. Hemos de participar con atención en la Santa Misa, y antes de acercarnos a comulgar debemos preparar nuestro corazón con pequeñas oraciones a Jesús. Mientras esperamos nuestro turno para recibir a Jesús no debemos saludar a nadie ni reírnos: vamos a recibir a Dios hecho hombre.

Después de recibir a Jesús, debemos volver a nuestro lugar para darle gracias por venir a nuestra alma, para alabarlo y bendecirlo, para pedirle por las personas que queremos, pero sobre todo para decirle que le amamos. Es un momento importante: Si el cielo es estar con Dios, cuando comulgamos estamos con Dios. Es el momento que más se le parece al cielo.

Cuida estos detalles. Es una manera de mostrar nuestra fe en la presencia del Dios hecho hombre.

Que Nuestro Señor Jesucristo desde la Eucaristía nos bendiga.

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