El testimonio de nuestra vida


Desde los inicios los Apóstoles han visto y enseñado una estrecha relación entre el Bautismo y la muerte y resurrección de Cristo. Dice San Pablo: “¿No saben que todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte? Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva” (Rom 6, 3-4).

La Iglesia, en este tiempo pascual, nos invita a considerar nuestra condición de bautizados, de hijos de Dios, de hombres nuevos. Y eso conlleva una consecuencia práctica: estamos llamados a dar un testimonio de nuestra fe en Cristo con nuestra vida.
En la primera lectura se ve claramente esa consecuencia en la vida de los Apóstoles y primeros cristianos. Ante la prohibición del Sanedrín de predicar el Evangelio, Pedro y los otros apóstoles replicaron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús... ¡Nosotros somos testigos de todo esto!
El discípulo de Cristo sabe que en la vida encontrará tentaciones, dificultades y hasta ataques a la fe y el cumplimiento de los mandamientos. En otras ocasiones tendrá que luchar contra el desánimo, la desilusión y la tristeza. En todas esas ocasiones, el discípulo de Cristo debe saber escuchar la voz de Cristo que le orienta en cada momento, tal como escuchamos en el Evangelio: Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”.
Es fundamental que no olvidemos este aspecto principal de nuestra vida: debemos demostrar a todos, con nuestro modo de vivir, que somos creyentes en Cristo Jesús, que creemos en su palabra, que cumplimos sus mandamientos.
El cristiano debe demostrar que Jesús en su vida no es solo una mera palabra, sino alguien importante, alguien significativo, alguien que forma parte de su vida. No olvides lo que nos enseña el Señor: “Al que se ponga de mi parte ante los hombres, yo me pondré de su parte ante mi Padre de los Cielos. Y al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos” (Mt 10, 32-33)
Feliz Domingo, feliz semana. Que Dios te bendiga.

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