El Jesús real
Una de las cosas que no admite discusión en nuestro tiempo es que cada quien puede opinar lo que quiera, de lo que quiera. Algunos han llegado al extremo de pedir que se respete su opinión sobre física cuántica como se respeta la opinión de un físico cuántico que enseña e investiga en una Universidad reconocida. El punto es que eso no está bien: se respeta el derecho a opinar, pero no merece el mismo trato el contenido de las opiniones.
Desde hace muchísimos años ha habido personas que han tratado de deformar a Nuestro Señor Jesucristo y han querido endosarle muchos roles diferentes: el revolucionario, el maestro espiritual, el líder, el filósofo, un profeta, etc. Y terminan desfigurando lo que Jesús realmente es. Hay muchas cosas que pueden influir en esto, pero si queremos conocer y encontrarnos con el Jesús real, debemos evitar que todas esas categorías se conviertan en un obstáculo.
En la primera lectura (Hech 3. 13-15. 17-19) San Pedro afirma que los Sumos Sacerdotes y los Ancianos pidieron la muerte de Jesús por ignorancia: no sabían quien era Jesús. En el Evangelio (Lc 24, 35-48), los Apóstoles no reconocían al Señor porque creían que era un fantasma. Son muchas las cosas que pueden estorbar en nuestro llamado a conocer a Jesús.
Es importante saber examinarnos para reconocer cual es la imagen que tenemos de Cristo Jesús. Si Jesucristo para nosotros no es alguien cercano en quien puedo confiar y que gracias a Él he obtenido un significado diferente para las cosas que me pasan día a día; si Jesucristo no es alguien a quien yo pueda acudir para encontrar fortaleza y hallar paz; si Jesucristo no es alguien con quien yo quiera estar y alguien a quien yo pueda anunciar a los demás con fuego en mis palabras, entonces todavía no hemos tenido un encuentro con el Jesús real.
En encuentro con el Jesús real va a depender de nuestra actitud hacia Él. Si tenemos el corazón abierto a un encuentro con el Señor, Él se hará cercano. Cercano como a los discípulos camino de Emaús, como a los Apóstoles en el lugar donde estaban escondido por miedo, como a San Pablo, como a las Marías… Todos ellos tenían dudas e ideas (incluso contrarias a Jesús), pero eran sinceros en la búsqueda de la verdad que salva. Y así podemos hacer nosotros.
Que Nuestro Señor Jesucristo nos regale la paz que nace de Él.
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