Conmemoración de todos los fieles difuntos

Hoy, nuestra Iglesia celebra la conmemoración de los fieles difuntos. Hoy es un día para cumplir con el mandamiento de "amar al prójimo como a ti mismo". Hoy pedimos al Señor por nuestros hermanos que nos han precedido en el camino hacia la Casa del Padre.

A nosotros no se nos ha permitido conocer el destino de nuestros hermanos difuntos. No sabemos si ya están en la felicidad eterna, si necesitan purificar su alma o si no han alcanzado la salvación eterna. Por eso, oramos por ellos. Pedimos al Justo Juez que sea misericordioso con ellos.

La Iglesia nos enseña que nuestra vida no termina en el horizonte de nuestra vida. Cerrados los ojos a este mundo, nos presentaremos ante nuestro Señor Jesucristo. Y recibiremos de Él nuestro destino eterno a la espera del juicio final: el Señor nos lo enseña cuando en el pasaje del rico y el pobre Lázaro. El rico y Lázaro ya encuentran su destino, a la espera del fin de los tiempos.

San Pablo nos enseña que todos estamos llamados a "edificar sobre el sólido fundamento de Cristo". Algunos, con su conducta, construyen una vida más sólida que otros; "Que cada uno mire cómo construye, porque nadie puede poner otro fundamento: Jesucristo. Sobre Él uno puede construir con oro, plata, piedras preciosas, madera, caña o paja". Todos serán probados "por el fuego" y aunque sus obras no hayan sido un sólido testimonio de fe, pasada la prueba de fuego, ese fiel se salvará: "el trabajo de cada cual se mostrará claramente el día del juicio, porque ese día vendrá con fuego, y el fuego probará el valor del trabajo de cada uno. Si alguien construyó un edificio resistente al fuego, recibirá su pago; pero si lo que construyó llega a arder, lo perderá todo, aunque él mismo logre salvarse como quien escapa del fuego" (1Co 3, 11-15). Eso es el purgatorio.

Oramos por ellos, porque lo necesitan.

Hoy es un día para alimentar nuestra esperanza. Nos encontraremos con ellos en la resurrección de los muertos (Mt 25, 31-46; 1Tes 4, 17). Todos los que han muerto con Cristo están con Dios a la espera de la resurrección del último día (1Tes 4, 14; Jn 11, 24). Y un día nos tocará a nosotros.

Una última consideración. El Cielo, el Paraíso, la Felicidad Eterna… es el destino que Dios ha preparado para nosotros: Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo (Mt 25, 34). Queda de nuestra parte que nos pongamos en camino hacia allí.

Concédeles, Señor, el descanso eterno y que brilla para ellos la luz eterna. Que descansen en paz. Amén.

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