Luz y sal
Las lecturas de
este domingo destacan las imágenes de la luz y de la sal. Ambas tomadas de la
experiencia común. Basta pensar en una comida sin sal o en una casa a oscuras. O,
por el contrario, pensemos en una comida con el punto justo de sal o en una
casa bien iluminada. La misma función de la luz y de la sal en la vida
ordinaria es la misión de los cristianos en la sociedad.
.El testimonio de nuestra condición de creyentes es llevar una vida de acuerdo con los mandamientos y a las enseñanzas de Jesús transmitida por la Iglesia. Ese testimonio hemos de darlo públicamente, con nuestros pensamientos, palabras y acciones, acompañados también con una actitud de escucha para corregir cuando nos hayamos equivocado. No debemos sentir miedo o vergüenza de decir que hemos puesto nuestra fe en Jesús: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”.
.
Nuestro mundo de hoy está viviendo una época difícil. Se admira más la mala conducta que las buenas costumbres. La gente se acostumbra a vivir mal y alejados de Dios: piensan que Dios es un obstáculo para la felicidad. Cuando las malas acciones de otros los tocan o los dañan a ellos o a sus familiares entonces se lamentan de que Dios los tiene olvidados. La verdad no es difícil de descubrir: en realidad son ellos los que se han olvidado de Dios y sufren las consecuencias de vivir en la oscuridad.
.
Hay una precisión más que ha de hacerse con la imagen de la sal: el uso de la sal en la antigüedad no era solo para dar sabor a las comidas (que ya daría un gran significado a la misión de los cristianos) sino que también se usaba para evitar que ciertos alimentos se descompongan. De hecho, todas las ofrendas que se hacían en la Tienda de Reunión o en el Templo de Jerusalén debían llevar sal (Lev 2,13). Forma parte de nuestra misión evitar que nuestra sociedad, nuestra comunidad, se vaya corrompiendo. Todos los creyentes deben tener como una misión principal mantener los valores cristianos. Así lo enseña el Papa Francisco: “Por lo tanto, la misión de los cristianos en la sociedad es la de dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado, y al mismo tiempo tiene lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, etc. Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades”.
.
Nuestro mundo necesita cristianos creyentes y valientes, que no teman mostrar su fe con su buena conducta, que no tengan miedo de hablar de Jesús. Nuestro mundo necesita buenos ejemplos. El mundo nos necesita a ti y a mí.
.
No olvidemos nunca este deseo de Jesús: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”.
Comentarios
Publicar un comentario