Jesucristo es Rey
En la segunda lectura de hoy
escuchamos un pasaje de la carta de San Pablo a los habitantes de Colosas en
donde resume lo que la Iglesia ha profesado desde el inicio sobre Jesús,
Nuestro Señor. Hay un par de versículos que son el fundamento de la entrega de
nuestra a vida a la voluntad de Cristo: “Él es imagen del Dios invisible, primogénito
de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y
terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y
Potestades; todo fue creado por él y para él”. (Col 1, 15 – 16)
.Jesucristo, desde sus inicios, predicó el Reino. Un Reino tan especial que no es terreno (mi reino no es de este mundo, respondió a Pilatos [Jn 18, 36]), pero que comienza aquí en la tierra (el reino de Dios está en medio de vosotros [Lc 17, 21]) y tendrá su definitivo cumplimiento al fin de los tiempos (cuando venga el Hijo del hombre se sentará en su trono de gloria [Mt 25, 31]).
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Hay una relación inseparable entre Jesús y el Reino de Dios. Jesús es Rey del Universo, independientemente que sea reconocido o no. Ya San Pablo lo dice con claridad: Él es el primero en todo (Col 1, 17). Todas las cosas están bajo su dominio, esperando solo el final de los tiempos para su consumación definitiva. En esta tierra y en este momento los hombres y mujeres tienen la invitación del Señor a unirse a su reino. La pregunta esencial ahora sería: ¿Cómo me uno al Reino de Jesús en este momento?
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La respuesta es sencilla pero exigente: Reconocer y dar testimonio de Jesús como el Señor de nuestras vidas: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor… serás salvado” (Rom 10, 10). Esto implica el que lo aceptemos como Nuestro Salvador y el único camino que nos lleva a la salvación “Jesucristo, el Nazareno… No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros podamos ser salvados” (Hech 4, 12). Implica también el que cumplamos su Voluntad salvadora y nos alejemos del pecado “Quien dice «yo lo conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la Verdad no está en él” (1Jn 2, 4). Implica el que vivamos dentro de la comunidad de creyentes que ha fundado: la Iglesia (“Nosotros, aunque somos muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo” [Rom 12, 5]). Solo así podremos decir que Jesús es el Rey de nuestra vida.
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El llamado a formar parte del Reino es siempre vivo y actual. Queda solo de nuestra parte aceptarlo y entregar religiosamente nuestra vida a Él y hacer de Él nuestro Rey.
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Solo entonces podremos decir que Jesús es el Señor, el Rey del Universo y el Rey en mi vida.
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Que el Señor, Rey de Reyes y Señor de los señores, nos bendiga. Que así sea.
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