El Señor vendrá
Ya
lo confesamos en el Credo: “Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios
Padre Todopoderoso. Y desde ahí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos”.
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El
mensaje de Cristo Jesús nos da un sentido completo a nuestra vida. Hoy se nos invita
a poner la mirada en el fin. Escuchamos en las lecturas de nuestra Santa Misa
de hoy como el Señor instaurará un reinado de paz (Is 2, 1 – 5). Y así ocurrirá.
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En
el tiempo que media entre nuestro hoy y la segunda venida de Cristo hemos de vivir
de tal modo que ganemos la vida eterna.
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La
cultura moderna invita a todos a vivir como si Dios no existiera o como si no
existiera la vida futura. Los medios de comunicación crean necesidades en las
personas y empujan a gastar dinero en cosas que no necesitan, o en actividades
que prometen diversión “ilimitada”. Muchos quieren reflejar que viven tomando alcohol
y dando escándalos, porque piensan que el hombre ideal debe vivir así o quieren
ganarse el reconocimiento de personas que viven igual. En definitiva, el mundo
empuja a considerar que solo existe el momento presente y que todos deben
gastar dinero o vivir de manera deshonrosa.
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Lo
que no saben las personas es que ese modo de vivir implica entrar en una
vorágine: pasado el gasto o la “marcha” queda un vacío en el alma que la
persona intentará llenar con más gastos o con más desorden. Entonces, esas
personas adquieren como sentido de su existencia el vivir de manera dispendiosa,
con la consecuente sensación de vacío. Se olvidan de Jesús y de la vida eterna.
El Señor en el Evangelio de nuestra Misa de hoy (Mt 24, 37-44) nos pone en
alerta sobre eso: “Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo
de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los
hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca;
y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos… Por tanto,
estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”.
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Esta
es la razón por la que San Pablo llama a salir de ese espiral de vacío: “Andemos
como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de
lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor
Jesucristo” (Rom 13, 13 – 14).
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Esta
invitación no quiere decir que todos los cristianos católicos deban vivir como
mojigatos. El cristiano debe vivir, y vivir bien. Debe disfrutar, y disfrutar
bien. Y vivir y disfrutar lejos del pecado y de la ofensa a Dios.
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Este
tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, es un tiempo para un
examen profundo de nuestra vida. Si queremos celebrar la primera venida,
preparémonos para la segunda. Revisemos en qué cosas no estamos siendo fieles
al Señor.
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Prepararse
para la Navidad es más que poner adornos y luces. Eso es lo externo. Lo más
importante es lo de dentro. Del corazón.
-Dios te bendiga.
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