María, Arca de la Alianza
Una de
las letanías que usualmente recitamos en el Santo Rosario aplica el título a la
Virgen María de: "Arca de la Alianza".
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En la
primera lectura escuchamos el relato de la entronización del Arca de la Alianza
en la ciudad de Jerusalén. El Arca de la Alianza estuvo abandonada en una
ciudad pequeña y no gozaba de la importancia que debía. Después que David logró
la conquista de Jerusalén, decidió llevarla a esa ciudad y ese es el relato que
escuchamos hoy en la primera lectura de nuestra Misa.
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No es
extraño que se aplique a la Virgen María el título de Arca de la Alianza. El
Arca contenía las tablas de la ley y los otros escritos que Dios mandó que se
pusieran allí. Sobre el Arca descansaba el Espíritu de Dios y era el signo de
la presencia de Dios en medio del Pueblo de Israel.
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Al igual
que el Arca, María tuvo dentro de sí la presencia real de Dios: Jesús, Dios y
hombre verdadero. Y hoy María, Arca de la Alianza, entra en la gloria del
cielo.
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La
grandeza de María no está solo en que Ella fue elegida como la Madre de Dios
Hijo. La grandeza de ella está en la fidelidad a la Voluntad de Dios. Hoy
escuchamos en el Evangelio de nuestra Misa que, ante el piropo de una mujer que
escuchaba su prédica, que bendecía el vientre que lo llevó y los pechos que le
amamantaron, responde Jesús: "Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
práctica" (Lc 11, 28). Esa es la grandeza de su Madre: ¡Ella es
fiel!
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